Liturgia
En lenguaje bíblico el hecho concreto y palpable de la resurrección
de Jesucristo no es un “hecho histórico” porque no hay ningún testigo
presencial que haya visto el instante de la salida de Jesús del sepulcro. Sin
embargo es un hecho absolutamente histórico desde los efectos evidentes de
aquella realidad en la que un cadáver, dejado allí con varios testigos y la
monumental piedra rodada a la entrada (y hasta sellada por el presidente romano,
y custodiado por soldados), había quedado como sepulcro vacío, avalado por otra
serie de testigos, entre los que estaban los propios custodios romanos enviados
por Pilato.
En la Vigilia Pascual nos encontramos con las mujeres
madrugadoras que habían venido al sepulcro a dejar debidamente embalsamado el
cuerpo de Jesús. Mateo quiere representar el momento sublime de la resurrección
con figuras llamativas y fantásticas: la tierra que tiembla fuertemente, un ángel
–con aspecto de relámpago y vestido de blanco- que baja del cielo y rueda la piedra
de la entrada, y le da a las mujeres el enorme mensaje, triple mensaje: No
está aquí. HA RESUCITADO, como lo dijo. Venid a ver el sitio donde le pusieron (ellas eran testigos oculares directos de que allí habían
depositado a Jesús y por eso vinieron a embalsamarlo aquella madrugada). Ahora reciben el encargo de ir a los apóstoles
y hacerse ellas mensajeras de la resurrección.
El evangelio de hoy (Mt 28, 8-15) continúa el relato del
propio Mateo, con las mujeres llenas de alegría que van a los discípulos y que
se llevan una alegría mayor aún: VEN A JESÚS, que se les presenta en el camino,
corroborando de forma fehaciente el hecho de la resurrección. La palabra de
Jesús, como no podía ser menos es: ALEGRAOS.
Y ellas se acercan, se postran, le abrazan los pies y Jesús les da el mensaje
cierto de la resurrección y de su presencia: NO TENGÁIS MIEDO; id a mis hermanos y decidles que vayan a Galilea;
allí me verán.
Aclarando un término que es más simbólico. “Galilea” no
está representando ahora una región geográfica sino un “estado” o situación
favorable a los discípulos que tuvieron sus mejores experiencias de encuentro
con Jesús, durante su vida moratal, en la región de Galilea. De hecho las
apariciones se realizan en Jerusalén en este primer día de la semana. Y allí,
al final del día, aparecerá Jesús a los Once.
Pero hay una historia paralela a la aparición de Jesús que
no deja de tener importancia para comprender cómo se intentó camuflar todo
aquel suceso. Los centinelas se quedaron perplejos y paralizados ante la losa
que se descorría por una fuerza superior y sin intervención de personas
humanas. Y se fueron a los sacerdotes para informarles de lo que había
sucedido. Ellos no podían imaginar qué explicación podía haber, pero sí que les
quedó el temor de lo sobrenatural del caso, que no podían negar. Y optaron por
la mentira, el soborno, el engaño, la componenda y el mismo absurdo. Porque
empiezan por imponerles silencio –pagado con dinero abundante- a aquellos
soldados. Y si la noticia llega al presidente, decid que lo discípulos robaron el cuerpo mientras
nosotros dormíamos. Dos incongruencias porque unos vigilantes no pueden
quedarse dormidos al mismo tiempo mientras están en funciones. Y porque, si
dormían, ¿cómo testificaban que habían sido los discípulos quienes robaron?
Aparte de que no era muy disimulado correr aquella gigantesca piedra de la
entrada del sepulcro.
Importante, finalmente -¡muy importante!- es el dato que se
repite en la mayoría de los relatos de las
apariciones y es que se concluye siempre con una “coletilla: “como
lo dijo”, de manera que la resurrección estaba más que anunciada por
Jesús y por tanto no se ha tratado e un hecho sorpresivo, aunque así lo fuera
para aquellos testigos que nunca se creyeron las palabras de Jesús. Pero Jesñus
lo tenía más que anunciado.
Mateo nos ha hecho una síntesis para dejarnos bien patente
todo lo que querían decirnos para aquella mañana de la resurrección. No será la
misma forma de exponerlo que los otros evangelistas, y no nos puede extrañar
puesto que ya he dicho al principio que no se narra una historia al modo de la
historia humana. A Jesús nadie lo vio salir del sepulcro. Lo que nos quedan son
los efectos, y aquellos efectos no fueron tan individuales que se prestaran a una
alucinación de una persona más o menos crédula. Hubo testigos en grupo y fueron
testigos, contra su voluntad los mismos soldados y los mismos sacerdotes y
fariseos, que no tuvieron explicación al hecho sobrenatural.
La liturgia de este tiempo pascual nos repite con textos diferentes:"ALEGRAOS,ESTAD ALEGRES,SERVID AL SEÑOR CO ALEGRÍA"y sabemos que la verdadera alegría tiene su origen en Cristo,en el amor que Dios nos tiene y en saber corresponder a ese amor. Estar alegres es una forma de dar gracias s Dios por los imnurables beneficios que hemos recibido, es la manera más sencilla de demostrarle nuestro agradecimiento.La alegría es una forma de llevar a otros a Dios.
ResponderEliminarPodemos pensar en la alegría de la Virgen: Ella como nadie recapitula todas las alegrías, Ella está abierta a la alegría de la Resurrección y nosotros, sus hijos,volvemos los ojos a nuestra Madre y la invocamos como "CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA".
Cuando te has "encontrado" con el Señor, te vuelves comunicativa...sientes como un impulso para llevar el mensaje a los demás; es Jesús el que lo provoca y derrama su Gracia sobre los discípulos que proclaman su Doctrina y sobre los que escuchan. Los momentos fuertes de encuentro, son invitaciones para contarlo a los hermanos, como María Magdalena y las otras mujeres que fueron enseguida a Galilea, como el Resucitado les había pedido. Nada hace tan feliz al hombre como encontrar a Dios en la vida cotidiana y saber que lo puede amar como hijo.
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