Liturgia
Hoy nos llegan unas lecturas que no se ensamblan a primera
vista Y sin embargo el liturgo debe haberlas encontrado relacionadas y por eso
las ha escogido para este día.
La primera es de Isaías (55, 10-11) y nos presenta la
eficacia de la Palabra de Dios, a la que compara con la lluvia que viene del
cielo y cae en la tierra y la empapa. Luego, esa misma lluvia –una vez
fecundada la tierra- se evapora y vuelve hacia arriba. De donde saca la
conclusión que así es la Palabra de Dios: viene del Cielo, riega la tierra y
vuelva a Dios con su bagaje de fruto obtenido: no vuelve a mi vacía sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.
Vendríamos a tener otra manera de expresar aquello de la palabra viva y eficaz que penetra hasta la médula y entresijos
de la persona. El matiz que en Isaías se da es que adonde penetra esa palabra, “de
regreso”, es al mismo Dios.
Así lo afirma la revelación. Quiere decir que la Palabra de
Dios no se pierde nunca. De una u otra forma hace sus efectos, y siempre
revierte al mismo Corazón de Dios, quien volverá a enviarla como lluvia a la
tierra para que vuelva a empapar y vuelva el círculo que la pone de nuevo ante
la mirada de Dios. Y así sucesivamente. Por lo cual siempre estamos acuciados a
decir una palabra que deje pensamiento de Dios ante nuestros interlocutores. El
efecto secreto y misterioso de esa Palabra irá haciendo su efecto.
Posiblemente la PALABRA DE DIOS más repetida y universal
sea la que nos dejó Jesús en el PADRENUESTRO, esa síntesis esencial de la
oración de un discípulo suyo. Había observado Jesús cómo los paganos, y los
mismos fariseos, empleaban muchas palabras y muchos gestos para orar, como si
en ello estuviera la fuerza para que los poderes sobrenaturales les hicieran
caso. Y entonces recoge a sus apóstoles y le enseña una manera de oración que
en 7 frases encierra todo lo esencial que hay que pedir. Y sabe que esa oracion es la que empapa y la
que regresa a Dios con un contenido profundo.
Lo primero, que y distinguía de cualquier modo de orar, era
dirigirse a Dios como PADRE. La relación del hombre con Dios se fundamentaba en
el temor o en la distancia. Para Jesús es el amor y la cercanía del Padre. Tan
padre mío como la del vecino que también ora, y que –por tanto- nos constituye
en la misma línea de hijos, y por consiguiente, sintiéndonos hermanos de un PADRE
NUESTRO, y Padre nuestro que está en los Cielos, en la altura a la vez que en
la cercanía del padre.
Pedimos que su nombre sea reconocido y proclamado SANTO.
Nosotros no santificamos a Dios pero lo reconocemos santo y, con nuestras vidas
en orden, ensalzamos su santidad. Buscamos así SU REINO, que pedimos que llegue
a nosotros, ese reino de santidad y de gracia, de verdad y de vida, de
justicia, de amor y de paz. Su Reino como el estado de vida y forma de vida
donde priva la VOLUNTAD DE DIOS en la tierra, lo mismo que ya lo es en el
cielo. En el Cielo no se hace otra cosa que la voluntad de Dios, porque es
santa y porque es perfecta. Pues así sea también en el proceso del hombre
terreno, cuya felicidad está en secundar la voluntad de Dios.
DANOS HOY EL PAN DE CADA DIA. No pedimos más que lo que nos
hemos de servir HOY. Mañana ya llegará. Mientras tanto es el hoy el que tenemos
que sacar adelante. Hoy es nuestra petición, la palabra que elevamos a Dios
para nuestras necesidades del momento presente.
PERDONA NUESTRAS OFENSAS PORQUE NOSOTROS YA HEMOS
PERDONADO. Es una petición que llamaríamos “condicional”. En tanto puedo pedir
perdón a Dios en cuanto que yo haya perdonado ya a los que me han ofendido.
Porque si yo no perdono de corazón a mi hermano, ¿con qué cara puedo
presentarme ante Dios para pedirle perdón a él?
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN. No pedimos no tener
tentaciones, porque la tentación es inherente a la vida misma. Lo que pedimos a
Dios es que no nos deje caer: que nos tenga de su mano. Que nos advierta y nos
proteja. El MALIGNO RONDA CONSTANTEMENTE…: que nos libre de él.
Y esta Palabra del Padrenuestro debe empaparnos a base de
repetirlo de corazón, y que nos vaya constituyendo todo un modo de vivir y de
actuar, de manera que suba hasta el Corazón de Dios, impregnada de fuerza. Y
que lo que rezamos sea el efecto de lo que vivimos, y lo que vivamos este potenciado
por esa Palabra viva y eficaz que ha subido hasta la altura de Dios.
Jesús nos ha dicho que debemos sentir que Dios nos está esperando que acudamos a Él; porque nos echa en falta como echa en falta un padre a su hijo. Dios es nuestro Padre; Jesús nos enseñó a dirigirnos a Él como Padre con la oración del Padrenuestro.Ninguna cosa reconforta tanto como expresarle lo que pensamos y sentimos; nada nos hace tan felices como el saber que Dios es nuestro Padre y nos ama con un AMOR infinito. Él nos inspira antes de que le pidamos, porque nos conoce y está deseando concedrenos todo lo que necesitamos. Por eso, no es necesario agobiarle pidiendo cosas. Lo que pidamos está concedido. De la manera que sea. Dios quiere que tengamos en cuenta a los demás, como hermanos. Como somos frágiles, caemos ; pero nos ayuda para que podamos levantarnos y empezar de nuevo
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