MIÉRCOLES DE CENIZA
Liturgia
Estrenamos mes y con él –este año- la CUARESMA (o los
prolegómenos de la Cuaresma que son los “días de ceniza”, previos al primer
domingo de la Cuaresma propiamente dicha). La finalidad de estos días es
interiorizar la vida cristiana. Que nuestra
vida sea mejor que la exterior que vivieron los escribas y fariseos, mucho
más parados en sus prácticas externas con las que parecían hacia fuera como
hombres santos, pero que en realidad se perdían en lo exterior. De ello les
advierte Jesucristo a sus seguidores, como veremos en el evangelio de hoy.
Pero la 2ª lectura (2Cor 5,20-6,2) vendría a ser la que
clarificaría más de fondo ese aspecto, con la expresión tan importante de dejarse
reconciliar con Dios. Ha sido la traducción que más se ha usado aunque
ahora se le exprese como acto personal de la criatura: Reconciliaos con Dios. La primera expresión tiene un sentido más
exacto porque el hombre caído ya no puede hacer nada por sí mismo para obtener
la reconciliación. Es como el accidentado del camino que sólo puede esperar su
salvación de que venga otro y le salve. Por eso el gran secreto de la
reconciliación es que se deje la persona tocar y tomar por el Señor. En
realidad es Dios quien envolvió en el pecado a su propio Hijo para que por él
llegáramos a ser purificados.
Y advierte que ahora es el tiempo de la gracia, el día de
la salvación. AHORA: para no dejar pasar la oportunidad que nos ofrece
este tiempo.
En el Evangelio (Mt 6,1-6. 16-18) Jesús ha advertido de esa
necesidad de que nuestra bondad y nuestra expresión en obras sea superior a la
de los fariseos, porque tenemos que ir al fondo. Si es la oración, no basta orar
y menos orar para aparentar. La oración que vale es la que se hace en el fondo
del alma y tiene repercusiones en la vida personal. La que se hace no para ser
vistos sino para cambiar actitudes de acuerdo con lo que se ora.
Si se da limosna, igual. No es aparecer como limosneros que
van llamando la atención para que se les vea su generosidad. La limosna que
vale es la que se hace sin aspavientos, la que la mano izquierda no se entera
de lo que hace la derecha.
Y el ayuno no se vive con rostros demacrados y macilentos
para que se vea la privación a la que uno se ha sometido, sino que lava la cara
y sale hacia afuera como si nada. El ayuno se queda dentro para que sólo lo
sepa Dios.
Pero hay algo más todavía: ¿qué ayuno es el que Dios
quiere? Puede no ser precisamente el de la privación o abstinencia de
alimentos. Y ahí llega la 1ª lectura, del profeta Joel (2, 12-18) en que la
palabra que preside es la de “CONVERTÍOS
A MÍ DE TODO CORAZÓN”. Lo que realmente importa es el corazón. Valen los
medios exteriores como vehículos que expresen la situación interior. El llanto, el luto, el ayuno no son más
que la expresión de un corazón rasgado…,
convertido a Dios. Y todas las otras formas que va concretando el profeta,
tienen el valor de lo que expresen del interior de la persona. Por sí mismas no
significarían apenas nada.
Es lo que hay que sacar hoy de ritual de la IMPOSICION DE
LA CENIZA. El hecho en sí no es más que un símbolo. Lo que se llama “un
sacramental”, que es una manifestación externa de algo que tiene que ser mucho
más interior. La corrección de defectos, la superación de fallos, la práctica
del Sacramento de la Penitencia…, es lo que realmente vale. La ceniza no hace
sino exteriorizar el deseo. Pero la ceniza de por sí no sería nada. Lo que hay
que plantear a partir de la ceniza es que medios se van a poner para mejorar
situaciones, corregir aspectos concretos, evitar ocasiones que son peligrosas…
Porque sería inútil ir a buscar la ceniza casi como un amuleto, pero luego no
se hiciera nada para que ese signo tuviera una eficacia.
A esto va dirigido este MIÉRCOLES DE CENIZA, para que tenga
valor la expresión “conviértete y cree el evangelio”, que va a ser una de las
fórmulas en positivo con que se va a imponer la ceniza. Es un movimiento hacia
adelante, que es lo verdaderamente importante en el proceso de la vida del
cristiano.
El mismo Jesucristo nos advierte ; no hay que caer en la tentación de reducir la Cuaresma a unas prácticas piadosas, a unos ayunos y unas abstinencias que nos autojustifican; pero que no son suficientes para reconciliarnos con Dios. En la Cuaresma Dios nos pide que nos unamos a su Pasión. Yesto implica cambios radicales. Cambios radicales en nuestras relaciones sociales, que nos exigen mucho más que dar un poco de limosna. no podemos vivir en paz mientras no hagamos algo a favor de los refugiados que lo han perdido todo y están privados de alimentos y medicinas. Cambios en nuestra vida espiritual; no podemosvivir en paz si vamos por libre, si tenemos a Dios quietecito en un rincón de nuestra alma y no le pedimos que guie nuestros pasos. Cambios auténticos, no una pura apariencia...Tenemos que pensar que la Pascua que esperamos no será fruto de nuestro esfuerzo sino un DON de Dios que no merecemos.
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