Sábado de Ceniza
Liturgia
Lo que la cuaresma va a pedirnos es la mejor disposición y
más sincera de nuestra vida práctica cristiana, que se desarrolla en la 1ª
lectura (Is 56, 9-14) abarcando la vida de una persona: lo personal, lo
relacional con sus semejantes y lo que pone en relación con Dios.
Relativo a la
persona: Cuando destierres de ti la
opresión y el gesto amenazador, actitudes que brotan del interior y que
constituyen muchas veces al individuo agresivo, que se sitúa en el eje de la vida:
“Aquí estoy yo”.
En la actitud
social respecto del prójimo: Cuando
partas tu pan con el hambriento u sacies el estómago del indigente. Que es
una mirada al otro. No siempre estará vacío de estómago, pero puede estar vacío
de afecto, de ayuda, de gestos, de detalles, de comprensión, de aceptación.
Y respecto de
Dios: Si detienes tus pies el sábado, si
llamas al sábado tu delicia y lo
consagras a la gloria del Señor, y lo honras absteniéndote e buscar tu
interés… El sábado CONSAGRADO A DIOS como expresión de adoración y servicio.
No es “divinizar el sábado” sino tomarlo como un día a la semana en el que está
por encima de lo propio personal lo que redunda en servicio y alabanza a Dios.
Pues bien:
cuando todo sea así, hallarás a Dios propicio: El Señor te dará reposo permanente y tu oscuridad se volverá mediodía…,
en el desierto saciarás tu hambre, serás huerto bien regado, te alimentaré
sobre mis montañas.
Hay, pues, una
promesa de Dios para la persona que se toma la vida como una construcción que
está siempre por hacer y que no está nunca definitivamente hecha. Hay que estarla construyendo.
Y lo curioso –a la hora de la verdad- es que todo eso que
Dios pide al hombre es algo que Dios mismo lo da. Porque la persona no podría
ni evitar el gesto amenazador, ni llevar al “pan” a la boca del hambriento, ni
vivir el sábado, si no fuera porque el mismo Dios es quien lo pone ya en el
corazón de la persona. El ser humano no puede nada por sí mismo y sólo puede
responder a Dios cuando tiene la gracia de Dios, que le está impulsando al
bien. El hombre es un ser llagado que necesita de la medicina, y sólo Dios da
esa medicina porque él es el médico por excelencia. Pero a nosotros nos toca
colaborar con esa acción de Dios y es la parte a la que se va refiriendo
condicionalmente la lectura: cuando hagas
esto o aquello o vivas de tal manera… Por parte de Dios no va a quedar.
La Cuaresma,
pues, viene como llamada al alma para hacernos caer en la cuenta de que tenemos
que trabajarnos. No nos va a faltar la gracia de Dios, pero a nosotros nos toca
dar una respuesta. En la vida de cada individuo hay un “árbol de la vida, de la
ciencia del bien y del mal”, al que tenemos que responder para poder vivir
nuestro paraíso. Por Dios no queda, y él está ahí ofreciéndonos todo lo demás.
Pero un punto de prueba, una piedra de toque, es el “algo” que nos corresponde
poner a nosotros, en fidelidad y respuesta a las gracias que recibimos de Dios.
En el
Evangelio (Lc 5, 27-32) tendríamos el buen hacer de Leví, que ante la llamada
de Jesús, se despega de todo lo propio: de su interés personal, de su mundo
propio, para seguir a Jesús. Pero en ese seguimiento va con inmensa alegría,
que hace partícipes a sus amigos y compañeros de fatigas –los publicanos, los
pecadores- y ahora finalmente al propio Jesús y a los discípulos que acompañan
a Jesús. Y como la manera más propia de festejar es el banquete, a él lleva a
todos para congratularse con todos del paso que da. Es la dimensión social de
aquella decisión de Leví.
No la
entienden así los fariseos, mucho más pendientes de la “materialidad del sábado”
y sin saber captar el sentido verdadero de la consagración a Dios, y se
escandalizan porque Jesús participa de una comida con pecadores públicos, lo
que en el pensamiento aquel equivalía a participar de su vida indecente.
Jesús
reacciona poniendo por delante el verdadero sentido de su acción, que es la
misericordia y el corazón abierto: El
enfermo es quien necesita del médico; no he venido a llamar a los que se
consideran justos y creen no necesitar de nadie, sino a los pecadores, que
son los que siempre necesitan: con ellos parto el pan, a ellos lleno sus
estómagos necesitados (sus sentimientos tan necesitados de acogida, perdón y
afecto).
Ha quedado,
pues, trazado el cuadro de la disposición cuaresmal.
Jesús, comiendo con los publicanos se hacía compañero de pecado, según los fariseos. Él es nuestro ejemplo a seguir:Tenemos que acoger a los que no son de "los nuestros" Jesús nos conoce y nos ama...Para que su mensaje llegue a todos, no podemos excluir con tanta facilidad.
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