Liturgia del Domingo 1º-A Cuaresma
Una contraposición clara se quiere hacer resaltar en las
dos lecturas fundamentales del domingo 1º A de Cuaresma. La 1ª lectura, toma
del Génesis el pecado del hombre en el Paraíso (Gn 2, 7-9; 3, 1-7). El hombre y
la mujer son creados por Dios, que pone la creación entera en manos del ser
humano para que el hombre trabaje esa creación y la lleve a plenitud y él mismo
–hombre y mujer- se dignifiquen a sí mismos por el uso debido de esa Creación.
Advertido por
Dios que no comiera del árbol de la vida, el hombre se siente tan dueño de todo
que pretende hacerse un semi-dios, y por ello desobedece y llega al orgullo de
pretender ser tan conocedor como Dios del bien y del mal. Y alarga la mano y
desgarra el árbol de la vida. Y rompe en un gesto todo el equilibrio de esa
Creación. Se ha producido el pecado.
El evangelio
(Mt 5, 12-19) nos presenta a Jesús, como el nuevo hombre de la historia. En su
realidad humana experimenta la tentación. Una tentación que va en la línea
mesiánica, porque podía tomar su mesianismo como caudillo triunfador que quiere
ir por caminos de gloria: convertir las
piedras en panes para propio provecho; tentar
a Dios a tener que hacer el milagro de no estrellarse contra las piedras, o
lo que es mucho más burdo y a la vez más sutil, de encender una vela a Dios y
otra al diablo, postrándose ante él so capa de alcanzar ventaja de obtener todos los reinos…
Unas
tentaciones que repiten el fondo de la del Paraíso, porque en definitiva van a
enmendar la plana a Dios, pretendiendo que los procedimientos humanos sean más
prácticos que los proyectos que Dios ha hecho.
Pero Jesús no
cede a ninguna de esas tentaciones. Jesús OBEDECE, Jesús acepta SU REALIDAD
MESIÁNICA con sufrimiento, Jesús SE PLIEGA a Dios y no quiere “tentarlo”
(obligarlo a un milagro), y mucho menos a “compartir” la vela con el demonio. Y
Jesús sale indemne de aquella prueba y permanece fiel a Dios en el modo de
realizar la voluntad de Dios cada día.
Porque la
realidad de esas tentaciones en Jesús fue mucho más visible que la de aquella
narración de los 40 días de desierto. Sus mismos familiares se escandalizaron
del modo de vida, acción y enseñanza de Jesús, y fueron ellos los que
pretendieron que Jesús dejara aquella empresa porque pensaron que “él no estaba
en sus cabales”. Jesús no se dejó llevar por ellos y él continuó su obra,
contra viento y marea.
Simón Pedro
fue tentación abierta contra los planes mesiánicos, cuando recriminó a Jesús
porque anunciaba su pasión y muerte a manos de poderes civiles y religiosos.
Jesús tuvo que reaccionar fuerte y decir a Simón que era un Satanás y que se tenía que apartar de Jesús
porque sus pensamientos no eran los de Dios.
Fariseos,
sacerdotes, son tentación contra Jesús: siempre estuvieron a la contra porque
ellos pretendían que Jesús se plegara a sus costumbres, y Jesús traía aires
nuevos para vivir su obediencia fiel a Dios.
Y ellos
mismos, junto con el mismo pueblo (de última hora) son la más terrible
tentación cuando incitan a Jesús a bajar de la cruz para creer en él. Era la tentación del CEDER, de las medias
verdades, de pretender domesticar a Jesús. Y Jesús se mantiene fiel y adora
sólo a Dios y no dobla su rodilla ante el engaño.
Es claro,
pues, que las tentaciones de Jesús no fueron ciencia ficción, aunque el relato
de Marcos tenga su composición y fantasía. Pero la realidad se va extendiendo a
través dela vida misma. Y siempre sale por encima de la tentación.
Nos está
mostrando que la tentación puede ser vencida y que –con la 2ª lectura: Rom 5,
12-19- si el pecado entró en el mundo por
un hombre (y en él todos fuimos pecadores), también fue vencido por un hombre
(y en él todos hemos resultado justos, y reinaremos gracias a Él). Una
desobediencia nos hizo pecadores y una obediencia nos devuelve la bondad (=justicia
o justificación de nuestro pecado).
La Cuaresma
nos sitúa ante ese dilema y ante esa ELECCIÓN, como hace días insistía la
liturgia de la Palabra. Elección que está ayudada por la EUCARISTÍA, como punto
de sinceridad del alma que se encuentra de cara con su Salvador. Y algo debe
permanecer a través de este período cuaresmal, que nos sitúe en el plano de
creyentes OBEDIENTES y FIELES a la voluntad de Dios.
Señor Dios:
danos sentir de alguna manera los efectos de la Cuaresma.
-
Para que la Palabra de Dios nos ponga de cara a nuestra propia actitud
interior, Roguemos al Señor.
-
Para que seamos verdaderos al
plantear nuestra vida diaria, Roguemos
al Señor.
-
Para que alejemos de nosotros las formas de tentación que van montadas
sobre el engaño de las medias verdades, Roguemos
al Señor.
-
Para que ante la Eucaristía seamos muy fieles para poder encontrar a
Jesucristo, el verdadero fiel a Dios en su obediencia, Roguemos al Señor.
Concédenos,
Padre, la bondad del corazón que agradece y corresponde al perdón y la
misericordia con que Jesús se ha entregado por nosotros y ha pagado por nuestro
pecado.
Tu, que vives y reinas, por los siglos de los siglos.
Es fuerte el contraste entre la Primera Lectura y el Evangelio de hoy. En el paraiso, el hombre y la mujer desconfían de Dios y se dejan tentar por Satanás; mientras que en el desierto, Jesús lo reconoce y lo vence por tres veces. En el paraiso, Adán y Eva lo tienen todo; pero aspiran a ser como Dios.En el desierto, Jesús no tiene nada. ni alimento ni compañera ni poder; pero rechaza al Demonio porque se alimenta con la Palabra de Dios y con su Presencia. Con Jesús , con su ayuda, también nosotros podemos vencer todas las tentaciones y entrar en todos los desiertos de nuestra vida sin que nos asusten sabiendo que su Espíritu nos capacita para vencer cualquier tentación.
ResponderEliminarEl demonio tienta aprovechando las necesidades y las debilidades de la naturaleza humana.En la primera tentación, Jesús debe encontrase muy débil después del ayuno de cuarenta días y cuarenta noches y es el momento que aprovecha el tentador para que convierta las piedras en pan.Jesús no sólo rechaza el alimento sino también la de usar el poder divino para remediar el problema.
ResponderEliminarEn la segunda tentación, si se niega a tirarse desde el pináculo del templo demuestra que no confía plenamente en Dios; si acepta, le obliga a enviar, en provecho personal, a sus ángeles para que le salven.Jesús no tiene necesidad de ángel alguno.
En la tercera tentación el demonio promete más de lo que puede dar.La felicidad está muy lejos de sus manos. Toda tentación es un miserable engaño y para probarnos el demonio cuenta con nuestras debilidades, nuestras ambiciones y con nuestro propio "Yo"que puede ser, en muchas ocasiones el peor de los ídolos.