Liturgia
Dos lecturas con una misma enseñanza, que nos lleva a la
purificación del corazón para dejarlo abierto a Dios por la humildad y la
caridad. Dos lecturas que nos ponen ante la diferencia que hay entre la
confianza que se apoya en la criatura y la confianza que se apoya en Dios.
Jer 17,5-10 contradistingue claramente la maldición que
lleva consigo poner la seguridad en lo que pueden ofrecer los humanos, y la
bendición que lleva consigo reposar toda la confianza en el Señor. Lo humano es
reseco y secano como cardo en la estepa,
que no llegará a medrar, porque lo humano es árido como desierto, tierra salobre e inhóspita.
En cambio, echarse en brazos de Dios es fecundo y
fructífero: será como árbol plantado al
borde de la acequia, que junto a la corriente echa raíces, y cuando llegue el
estío no lo sentirá, pues su hoja estará verde y aun en año de sequía no dejará
de dar fruto. Bella descripción de lo que es la seguridad que se da en
apoyarse en Dios y confiarse a él. Dios penetra el corazón humano y se vuelva a
favor suyo, desde su poder y su misericordia.
El evangelio de Lc 16, 19-31 nos deja una visión plástica
muy expresiva de esa misma realidad de la 1ª lectura. Dos personajes como
protagonistas de la “historia”: Uno, sin nombre: el que confía en su dinero,
sus riquezas, sus vestidos de seda, su comida que le sobra… Un rico. Uno que
pone toda su confianza en lo humano.
Otro es un pobre: tiene nombre, se llama Lázaro. Está a la
puerta del rico y desearía unas sobras de la mesa del rico, que son sobras que
acaban tirando. Pero nadie se fija en él. No le dan nada. Para poner un rasgo
que distingue todavía más la dureza del rico, mientras éste no da ni lo que le
sobra, hay perros que tienen mejores hechos con el pobre, al que se acercan a
lamerle las llagas.
Sigue la diferencia: se muere el rico, y lo enterraron. Así, sin más. No se hace alusión a honras algunas.
“Maldito el que confía sólo en el hombre”. El final del rico no tiene ningún
tipo de consideración. Muere Lázaro y los
ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Como “árbol plantado junto a la
acequia…, que no se seca ni en tiempo de sequía”: ¡dichoso él!
Pero no acaba todo ahí. Porque ahora el rico se acuerda del
pobre, cuando lo necesita. Porque mientras Lázaro goza en el seno de Abrahán,
el rico se abrasa en las llamas de la
desesperación (“la aridez del desierto”). Y ahora pretende que el pobre
venga a darle a él las “sobras”: que moje
en agua la punta de su dedo y le refresque la lengua. Antes no se acordó de
darle nada al pobre. Ahora el rico mendiga la gota de agua de la punta del dedo
del pobre.
Pero ahora ya no es posible. Antes estuvieron en el mismo
plano, durante la vida, aunque uno fuera rico y le sobrara y el otro fuera
pobre y no tuviera que llevarse a la boca. Pero el pobre estaba a la puerta del
rico. Ahora, sin embargo, están ya en dos planos irreconciliables: el rico en el infierno, en donde hay ausencia
total de bien, separado por un abismo infranqueable del seno de Abrahán, donde Lázaro goza. Se han cambiado las tornas.
Y Abrahán tiene que decirle que lo que pide es imposible;
que las cosas hay que resolverlas en vida. Ahora el rico quiere que Lázaro vaya
a los hermanos del rico y que avise de la terrible realidad. El rico sigue en
su idea de que su riqueza le da derechos para pedir. Y la respuesta es muy
clara: no se vive la vida a base de milagros y hechos extraordinarios. Tienen a Moisés y los profetas; que les
hagan caso. Volvemos al principio: no confiar en el hombre; confiar en el
Señor. Tienen la palabra y la obra de Dios en Moisés y las enseñanzas de Dios:
ahí es donde tienen que apoyarse aquellos hermanos.
Sigue insistiendo el rico, que parece no haberse convencido
de que su hora ya ha pasado: No, padre
Abrahán, pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán. Otra vez la confianza
en el hombre…, en un muerto…, en lo que no es el camino normal de la vida. Y
Abrahán zanja la cuestión: Si no escuchan
a Moisés y los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.
La lección para la Cuaresma es evidente: la conversión se
produce generalmente por la escucha de la Palabra y por el abandono en Dios. No
por milagros ni hechos sobrenaturales. Lo que demos de nosotros mismos estará
dependiendo de esa confianza depositada en el Señor, para dar fruto en sazón…,
para tener jugo en el alma aun en medio del estío…, porque nuestra vida se ha
desarrollado junto a la acequia, esa
fuente de vida –tan repetida a través de la Sagrada Escritura- que es el agua,
¡que es Dios!
Tercer dia de Ejecicios Espirituales.
ResponderEliminarEn la presencia de Jesús Crucificado,muerto por amor a tí , a mi y por toda la humanidad cabe preguntarse ¿Qué puedo hacer yo por Tí? porque amor con amor se paga.
Pasamos nuestra vida pidiendo cosas a personas que tienen más, o que poseen unos conocimientos superiores a los nuestros . Pedimos porque somos personas necesitadas. Pedir y dar; eso eso es la mayor parte de nuestra vida y modo de ser.
Así nos ocurre con Dios. Gran parte de nuestras relaciones con Él estan definidas por la petición o el resto, por el agradecimiento. Pero toda petición eficaz es conformar nuestra voluntad a la Voluntad de Dios. Con nuestra oración de petición damos un paso importante en considerarnos insuficientes, necesitados, nada podemos por nosotros mismos.Pensamos:necesitamos a Jesús y Jesús nos necesita.
No podemos quedarnos en una mera prática de la vida piadosa,sino dar a conocer la doctrina evangélica. Es urgente, en estos tiempos que estamos viviendo, en la que se hace cada vez más fuerte la tentación de ateísmo y del escepticismo; en la que arraiga una penosa incertidumbre moral, con la disgregación de la familia y la degeneración de las costumbres, en la que predomina un peligroso conflicto de ideas y de movimientos, debemos "CONSTRUIR"con nuestra vida, con nuestra oración, con la ayuda material y económica , según las posibilidades de cada uno.Hemos de ser testigos no sólo con el ejemplo, tambien con la palabra, aprovechando cualquier oportunidad para hablar del mensaje del Evangelio.
Pedimos por todas estas necesidades a María, invocándola cen el Avemaría, a Jeús con "Alma de Cristo....."y a nuestro Padre Dios con el "Padrenuestro"
"Nuestra vida tiene que ser vivida junto a la ACEQUIA- DIOS- para que no le falte jugo".
ResponderEliminarLa riqueza para los judíos era un regalo de Dios. Ser rico es bueno; lo malo es enriquecerse a costa de la pobreza de los otros. Dios no se cansa de darnos grandes dones y quiere que los compartamos. No podemos acumular bienes si a nuestro lado hay alguien que no llega a fin de mes.Eso es ser un Epulón. El mensaje del Evangelio nos tiene que llegar al corazón El sufrimiento de los pobres llega hasta Dios y Dios tiene que hacer justicia. En nuestros días hemos visto que la crisis, los poderosos, los que tenían responsabilidad, la han ejercido a su favor.