Liturgia
Sigue San Pablo corrigiendo desvíos de los fieles de Corinto. Hoy, en
1ª, 6, 1-11, toma el tema de las disputas y pleitos entre miembros de la
comunidad. Ya es extraño dice Pablo- que haya pleitos entre hermanos. Pero
mucho más hiriente es que a la hora de dirimir una causa, recurran a tribunales
paganos. ¿Acaso no hay entre vosotros unas personas con capacidad para ser
árbitro sin necesidad de juicios y tribunales? ¿No os da vergüenza? Pues no: un hermano tiene que estar en pleito contra
otro hermano, y eso ante paganos
Luego hace una enumeración de defectos o vicios o fallos
que se oponen radicalmente a la mística cristiana, y les recuerda que antes
ellos mismos estaban en esos fallos. Pero os lavaron, os consagraron, os
perdonaron invocando al Señor Jesucristo y al Espíritu de nuestro Dios.
Pablo ha contrapuesto así el pasado pagano y el presente cristiano, queriendo
recalcarles todo lo que debe suponer el nuevo estilo de un cristiano,
corrigiéndoles a la vez aquellos fallos que les ha enumerado al principio. De
esa manera hace un balancín entre la corrección y la exhortación,
proyectándoles hacia adelante, que es lo que le interesa al apóstol.
Llegamos en el evangelio de Lucas a la elección de los
apóstoles (6, 12-19). En la montaña, ese lugar en que Jesús se aparta del ruido
y de la gente para dedicar tiempo a la oración. Y aquella noche fue más
especial y se la pasó orando, porque iba a dar uno de los pasos más importantes
de su acción en la tierra.
Llegado el día se dirigió a sus discípulos, muchos, y de
entre ellos fue entresacando a doce, a los que nombró “apóstoles”, con una misión de estar con él, formar grupo con él,
y ser el día de mañana los testigos y constructores con él del reino de Dios
que concretaría en LA IGLESIA.
Y fue desgranando los nombres de los más cercanos, los que
había ido ya tratando más a través de los meses anteriores. Y el primero que
aparece siempre en la lista es Pedro, que por algo él lo había señalado con
aquel nombre, el de Piedra que sería fundamento de ese su Iglesia. Y junto a
él, como en el Lago, su hermano Andrés y los otros que habían sido llamados en
la misma ocasión de la pesca milagrosa: Santiago y Juan.
Le siguen en la llamada, por el orden que aparece en el
evangelio de San Juan, Felipe y Bartolomé (el que en ese evangelio joánico se
nombra como Natanael). A continuación Mateo (o Leví) del que consta también
expresamente su vocación cuando estaba en el mostrador de impuestos.
Los demás aparecen por primera vez en esta ocasión: son
Tomás, Santiago Alfeo, Simón apodado ‘el Zelotes’ y Judas el de Santiago (entre
nosotros, Judas Tadeo, sobre el que se ha montado una peculiar devoción,
demasiado montada en invenciones humanas y medios humanos y supersticiosos).
El último en todas las listas, Judas Iscariote, y siempre
calificado con su baldón: el que fue
traidor. Pero lo curioso es que Jesús lo eligió para estar con él, y lo
destinó como a los demás apóstoles, y su misión estaba en esa constitución de
la Iglesia que tenía Jesús en su mente. Lo que significa hasta dónde la
libertad humana queda libre para responder así libremente a las más claras
llamadas de Dios. El hombre elige su destino, y puede elegir en contra del
proyecto de Dios. Y Dios respeta totalmente la voluntad del hombre, porque si
lo hizo libre como un don inmenso de su largueza, libre lo deja para que decida
el camino que quiere seguir.
Bajó Jesús del monte y se paró en el llano. Por eso al
llamado “sermón del monte” de San Mateo, se ofrece el “sermón del llano” en San
Lucas, con puntos muy comunes con aquel. Lo siguieron hasta el llano sus
apóstoles recién elegidos, el grupo más amplio de sus discípulos, y pueblo en
general, procedente de Judea, de Jerusalén en concreto, y de la costa de Tiro y
Sidón.
Venían a oírlo y a
que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos
quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza
que curaba a todos. San Lucas ha hecho como una síntesis global de la vida
de Jesús: llamada de unos elegidos, predicación, curación, liberación de los
espíritus malos…, muchedumbres que proceden de muchos sitios, y ese sentir tan
típico de las gentes que tiene que “tocar” porque en ese gesto de tangibilidad
hay un desprenderse fuerza de Jesús, fuerza curativa, fuerza contagiosa del
bien que Jesús encierra en su Corazón. Tocar y dejarse tocar es una muestra de
cercanía por parte del que toca y del que se deja tocar.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (continuación)
ResponderEliminarCREO EN JESUCRISTO HIJO ÚNICO DE DIOS
"Jesús ha venido para decirnos que quiere tenernos a todos en el paraíso y que el infierno,de lo que se habla poco en nuestro tiempo, existe y es eterno para todos los que cierran su corazón a su amor".(Benedicto XVI).
POR QUÉ JESÚS NO SE MANIFESTÓ NUNCA EN PÚBLICO A LO LARGO DE TREINTA AÑOS DE SU VIDA?.-Jesús quería compartir con nosotros su vida y santificar con ello nuestra vida cotidiana.
Jesús fue un niño que recibió de sus padres amor y afecto y fue educado por ellos.De este modo creció "en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres"(Lc 2, 51-52); perteneció a una comunidad rural judía y particpó en los rituales religiosos; aprendió un oficio artesanal y tuvo que mostrar en él sus capacidades. El hecho de que Dios quisiera en Jesús nacer en una familia humana y crecer en ella, ha hecho de la familia un lugar de Dios y la ha convertido en prototipo de la comunidad solidaria.
¿POR QUÉ JESÚS SE DEJÓ BAUTIZAR POR JUAN, AUNQUE NO TENÍA PECADO?.-Bautizar significa sumergir. En su bautismo, Jesús se sumergió en la historia de pecado de toda la humanidad. Con ello instituyó un signo. Para redimirnos de nuestros pecados sería sumergido un día en la muerte, pero por el poder de su Padre sería despertado de nuevo a la vida.
Los pecadores-soldados, prostitutas, publicanos-salían al encuentro de Juan el Bautista, porque buscaban "el bautismo de conversión para el perdón de los pecados"(Lc 3,3). En realidad , Jesús no necesitaba este bautismo, pues él no tenía pecado. El hecho de que se sometiera a este bautismo nos demuestra dos cosas. Jesús toma sobre sí nuestros pecados. Jesús ve su bautismo como anticipación de su Pasión y su Resurrección. Ante este gesto de su disponibilidad a morir por nosotros, se abre el cielo:"Tú eres mi Hijo, el amado"(Lc 3,22b).