Liturgia
Concluye el libro del Eclesiastés lo mismo que empezó: vaciedad de vaciedades y todo vaciedad
(11, 9-12, 8). Y lo que ha tratado en este final ha sido la situación de la
juventud. Le dice que disfrute y aproveche para gozar…, pero que tenga en
cuenta que ha de encontrarse de cara a Dios. Con profusión e imágenes
orientales ha descrito la realidad de la vida, el paso a la edad mayor, cuando
llegan los días desgraciados en los que se aminoran las fuerzas y las
posibilidades de disfrutar. Pero avisa que lo que se divierta cada uno, y el que
la juventud se disfrute dejándose llevar del corazón, ha de ser siempre con la
mirada puesta en ese momento en que se ha de encontrar con Dios.
Ese es el argumento de este párrafo del libro de Qohelet.
Mantiene un sentido religioso pero desde sus matices escépticos, que le han
llevado a esa visión de la vaciedad de la
vida.
Lc 9, 44-45 viene a ser una confirmación de lo que ayer
enseñaba Jesús a sus apóstoles sobre la persona del Mesías. Aunque saltando un
trozo amplio del capítulo del texto evangélico, hoy viene a repetir su anuncio
de pasión… Y como es evidente que los apóstoles no asimilan aquello que les
anunció, hoy les acucia a que se metan bien en la cabeza que lo que ha
anunciado de su muerte es una realidad: que
al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.
Se comprende que aquellos hombres no digerían aquel
anuncio, y que Jesús tenga que volver sobre ello con insistencia. Es la
dificultad que encierra un cambio de mentalidad, que tiene que arrancar de
cuajo una idea para sembrar y arraigar otra: el mesianismo que se han imaginado
los judíos no es el verdadero; la liberación de “los enemigos” que ellos han concretado
en los romanos o los pueblos invasores,
no es la liberación anunciada por Dios. Hay otra liberación mucho más honda y
es la de un pueblo que ha de volverse a su Dios y abrazar la ley de su Dios.
Ese es el Mesías que Cristo encarna. Y precisamente ha de
ir contra los males que ahogan a ese pueblo. El pueblo se levantará contra Cristo
y lo entregará al brazo civil para que los poderes civiles decreten su muerte.
Y ese será el camino de renovación que emprenderá el Mesías de Dios.
Es clarísimo que aquello era hacer un nudo en las mentes
del pueblo y por tanto también en los apóstoles, que eran gente del pueblo. Por
eso dice a continuación que ellos no
entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido.
Estaban fuera de órbita y sin embargo Jesús les hablaba muy claro y muy de frente. Quizás eso mismo les hacía más
difícil mantener la conversación con Jesús en este punto, y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
El sufrimiento ha sido siempre un frontón para la
sensibilidad humana. Los apóstoles se encontraban ante un anuncio de
sufrimiento de Jesús, a quien querían. Pero es que más allá del afecto a Jesús
se encontraban con ese problema de una idea mesiánica que no podían entender. Y
se juntaba todo para hacer más difícil la conversación, la pregunta, el
entendimiento de todo aquello. Sabían claramente que chocaban con el
pensamiento de Jesús. Y aunque Lucas no refiera el momento en que Jesús increpó
a Pedro, lo conocía y sabía que había sido a causa de haber pretendido Pedro
orientar por otro sitio el camino de Jesús. Jesús se mostró entonces duro. Y
por eso ahora ni quieren entrar en conversación sobre el tema. Demasiado tienen
con estar escuchando aquellos planteamientos mesiánicos que hace Jesús.
Pienso que no está de más hacer nuestra propia reflexión
ante la cruz real que se nos pone delante a la primera de cambio. La reacción
natural que experimentamos es la del rechazo: Que no suceda tal cosa, es lo primero que se nos ocurre. Pero la
cruz existe y se presenta de las formas menos imaginables…, de los modos que no
habíamos previsto nunca y que más nos sacan de nuestras casillas.
Sentimos el miedo, la aversión a esa cruz. Y sin embargo
viene a ser precisamente la que nos toca arrostrar. No entenderemos el lenguaje de esa cruz…, pero es la que está ahí.
Y más nos vale acogerla que rechazarla; sufriremos menos aceptándola que
escupiéndola, porque la cruz acogida es redentora y, unida a la de Cristo,
salva. Mientras que revelarse contra la cruz lleva dos sufrimientos encima: la
cruz real que se nos ha venido encima, y el pretender eliminarla…, sin poder conseguirlo.
"El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres"Aquí da mucho miedo porque no se habla de resurrección y sólo podemos ver a nuestro Mesías, sólo, débil, que no se puede defender de aquellos esbirros que quieren matarlo.. Los discípulos están sobrecogidos y no se atreven a preguntarle nada sobre su mesianismo...le han visto hacer milagros, lo admiran y lo aman y no pueden sustraerse a los pensamientos muy tristes de verlo sufrir desde la impotencia...Tienen que pasar muchas cosas para que ellos, al fin, entiendan el lenguaje de la Cruz.
ResponderEliminarSí, la cruz está ahi; al principio, la investigas, es muy molesta, no entiendes nada; todavía no la has aceptado del todo cuando el Señor se une a tí y te anima; te dice que la cruz es redentora, que no la tienes que cargar tú sólo, que Él te ayudará cuando sea muy pesada. Con Jesús, se la ofreceremos al Padre "por la conversión de los pecadores". No hay vacaciones, la cruz se lleva siempre y se lleva con agrado para hacer la voluntad de Dios.