Liturgia.- EL NOMBRE DE MARÍA
Al nombre corresponde la persona. Honramos el nombre de la Virgen María
y estamos venerando su misma persona. No siendo una fecha litúrgica de mayor
rango es, sin embargo, una de las más vividas hasta nuestros tiempos, por el
gran número de personas que llevan el nombre de MARÍA, Miriam o alguna
advocación que también celebra su onomástica en este día del Nombre de María.
Los tiempos modernos se han decantado por nombres exóticos y hoy hay menos
féminas que celebren esta efemérides. Pero ahí queda enhiesta la fecha del 12
de septiembre, que ojalá haga recuperar en nuestros nietos o biznietos el
precioso nombre de la Virgen.
La 1ª lectura -1Cor 11, 17-26- encierra el relato más
antiguo que se conserva de la institución de la Eucaristía, y eso como una tradición oral que ha recogido Pablo
proveniente de aquellos testigos que lo vivieron en directo el día que Jesús
hizo el gran milagro de la Cena.
Sale tal relato a pelo de otro de los muchos defectos de la
comunidad de Corinto, que Pablo intenta atajar. Y es que los fieles se reúnen a
celebrar la Eucaristía, pero no con las debidas disposiciones con las que deben
celebrar una fiesta de caridad y comunión.
Resulta que se juntan para celebrar la Cena del Señor pero
mientras unos pasan hambre, otros se han traído su comida y se la comen sin
compartirla, o inclusa están ya borachos. Y esa aberración la combate Pablo con
expresión tan seria como diciéndoles que eso no es celebrar la Cena del Señor.
Estarán presentes físicamente en la Cena pero no lo están en el espíritu. Y
prácticamente les dice Pablo que allí no viene Jesús.
¿Os puedo alabar por vuestra participación? ¿Qué queréis que os diga? ¿Qué os alabe? –En
esto no os alabo. En esto no os apruebo. Porque yo recibí una tradición, que procede del Señor, y que a mi vez os he
trasmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo…,
y sigue la narración de la institución. Por
eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis el cáliz, proclamáis la muerte
del Señor hasta que vuelva. Quiere decir que no estáis comiendo o bebiendo
por vuestra cuenta, y menos aún cuando alguien padece junto a vosotros necesidad.
Todo lo cual va incluso más allá del hecho del comer o
beber sin atender las necesidades ajenas, aun siendo eso un aspecto básico de
la COMUNIÓN, que no es sólo el hecho de comulgar sacramentalmente sino de esa
otra comunicación que tiene que haber entre los participantes de la Eucaristía.
Pero el mismo argumento vale para esas personas que viven
en enemistad con alguien y no están dispuestos a perdonar. Porque esa “su comunión”
no es celebrar la Cena del Señor. Y bien que Jesús advirtió la necesidad de dejar la ofrenda al pie del altar e ir
primero a reconciliarse con el hermano, para volver luego a presentar la
ofrenda…, o a participar del altar.
Por eso serían revisables muchas comuniones de personas que
no van a recibir al Señor en actitud de comunión. Incluso falta actitud de
comunión con el mismo Señor, porque se vive la fe de modo desvaído o con tantas
reticencias y alteraciones morales que bien puede uno escuchar a Pablo
diciendo: Esto no es ya celebrar la Cena del Señor. En esto no es alabo.
El evangelio de Lc 7, 1-10 nos ofrece un camino para
reparar esas brechas. Señor, no soy quién
para que entres bajo mi techo. No soy digno. No estoy en las debidas
condiciones…, como decía aquel Centurión romano que, por otra parte necesitaba
de Jesús. No rechazaba que Jesús actuara, pero en vez de que entrara en su casa
le pedía que pronunciara una palabra y que esa palabra eficaz de Jesús
realizara el milagro en su criado.
Nosotros también rezamos (¿?) esa oración del centurión.
[Permitidme esas interrogaciones. Pero es que es penoso escuchar cómo se dicen
esas palabras antes de comulgar, tan de rutina, tan atropelladamente, que poco
se están verdaderamente rezando. Dichas de verdad y sentidamente, podían ser
una oración purificadora]. Pues bien: nosotros rezamos esas mismas palabras del
centurión pero con un matiz muy concreto: no es que Jesús no venga a nuestra
alma, sino que pronuncie su palabra purificadora y transformadora, para que
nuestra alma quede limpia, en condiciones buenas para poder celebrar la Cena
del Señor, para poder recibir en nosotros la COMUNIÓN EN EL CUERPO Y EN LA
SANGRE DE JESUCRISTO.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)
ResponderEliminarCREO EN JESUCRISTO HIJO ÚNICO DE DIOS
"Y los demonios no son los que le han crucificado; eres tú quién con ellos lo has crucificado y lo sigues crucificando todavía, cuando te deleitas en los vicios y en los pecados" (San Francisco de Asís).
SON CULPABLES LOS JUDÍOS DE LA MUERTE DE JESÚS?.-Nadie puede atribuir los "judíos" una culpa colectiva en la muerte de Jesús.Lo que la Iglesia confiesa con certeza, por el contrario, es la responsabilidad de todos los pecadores en la muerte de Jesús.
El anciano profeta Simeón predijo que Jesús llegaría a ser "Signo de contradicción"(Lc 3,34b). Existió el rechazo de Jesús por parte de las autoridades judías,pero entre los fariseos, porn ejemplo, hubo tambien partidarios secretos de Jesús, como Nicodemo y josé de Arimatea. En el proceso de Jesús estuvieron implicadas diferentes personas y autoridades romanas y Judías (Caifás, Judas,el Sanedrín,Herodes , Poncio Pilato), cuya culpa individual sólo Dios conoce. La tesis de que todos los judíos de entonces o los que viven actualmente sean culpables de la muerte de Jesús es absurda y no se sostiene según la Biblia.