Liturgia
Bien podríamos llamar a este domingo: el de la liturgia de la misericordia. Las dos lecturas que marcan el mensaje
de este día resaltan la misericordia de Dios. Y la resaltan más porque hay
miserias humanas, y de ellas sale triunfante la compasión de Dios.
En el Ex 32, 7-11. 13-14 Dios empieza advirtiendo a Moisés
que el pueblo se ha construido un toro de metal y lo presenta como imagen de su
Dios. Y Moisés se pone en oración ante Dios para implorar su misericordia sobre
ese pueblo idólatra y que se ha apartado de su Dios. Y Dios no castiga a ese
pueblo y usa con él de misericordia y lo perdona.
El evangelio de hoy es todo el capítulo 15 de San Lucas, el
capítulo del inmenso amor de Dios, que no sólo busca al perdido sino que se
alegra al encontrarlo.
Se puede leer todo el capítulo o se puede omitir y no leer
la gran parábola del PADRE BUENO. Me permitiréis que yo haga una salvedad y
presente precisamente esa parábola, la pieza maestra de Jesucristo que quiso
manifestar así el amor misericordioso de Dios, que toma la iniciativa para
salir al paso del hijo que ha derrochado sus bienes y que ha vivido malamente,
gastando el dinero en mujeres.
Pero mientras el hijo vive mal y llega incluso a pasar
necesidades hasta para comer, el padre siempre sale al camino, esperando que un día regrese aquel pródigo.
El muchacho, en su desgracia, llega a pensar que él se
muere de hambre lejos de su padre, mientras los empleados de su padre tienen
pan en abundancia. Y decide regresar, quizás más buscando su solución que la de
satisfacer a su padre. Aunque reconociendo que ha pecado contra él. Y opta por
volver humillado ante su padre.
No contaba con la otra realidad: que su padre lo buscaba…,
que apenas apareció a lo lejos del camino, el padre lo descubrió en medio de
sus harapos y el padre fue quien se conmovió, quien corrió hacia el hijo, se le
echó al cuello, y lo besó efusivamente.
Quería el muchacho confesarse como hijo pródigo y hasta
hubiera querido decirle que lo tratase como al último de la casa, pero el padre
no le dejó acabar. Por el contrario el padre puso en juego toda su misericordia
amorosa y organizó una fiesta. Mandó que le pusieran sus vestidos nuevos, que
le pusieran el anillo de hijo de la casa y las sandalias, y que mataran al
becerro cebado para hacer una fiesta al modo de celebración de un gran
banquete. Es la expresión humana que mejor refleja la fiesta y la alegría, la
unión y el gozo del encuentro.
Expresaba así su padre no sólo el perdón sino la alegría
por la vuelta. [Tema este que se repite en las parábolas del pastor que
encuentra la oveja perdida y la mujer que encuentra la moneda extraviada: en
ambos casos no sólo hay alegría en la persona que ha hallado lo perdido, sino
que convoca a los vecinos y amigos para hacerles partícipes de su gozo]. Es la
imagen de Dios que se alegra porque el pecador vuelve y quiere que todos se
alegren por ello.
Queda resaltado ese gozo por la forma en que actúa el padre
ante el otro hijo que ha llevado a mal que su padre haga fiesta por el regreso
de “ese hijo tuyo” (que él no quiere
ni reconocer como hermano). Pero el padre justifica su alegría porque este hermano tuyo se había perdido y
lo hemos recuperado, “estaba muerto y ha revivido”.
La 2ª lectura -1Tim 1, 12-17- habla también de misericordia
de Dios que por medio de Jesucristo hizo apóstol a Pablo y le confió el
ministerio. Y eso que yo era antes un
blasfemo, un perseguidor y un violento. Pero Dios tuvo compasión de mí.
Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores. Y personaliza esa compasión y misericordia en que Dios se fio de él,
derrochando en él toda su paciencia. En consecuencia, “honor y gloria por los siglos al rey inmortal e invisible, único
Dios”.
Sintamos esa misericordia de Dios en nuestra Eucaristía, el
banquete festivo en el que somos invitados y recibidos, y del que podemos
participar como hijos recuperados por el amor de Dios, que se fio de nosotros.
Presentemos nuestras peticiones a Dios.
-
Para que sepamos abandonarnos en el amor compasivo de Dios, Roguemos al Señor.
-
Para que sepamos reconocer y vivir la alegría del encuentro con
Jesucristo, Roguemos al Señor
-
Para que nos alegremos de la vuelta de todo pecador, Roguemos al Señor.
-
Para que los pastores de la Iglesia acojan misericordiosamente al
pecador, Roguemos al Señor.
Danos una confianza
plena en la oración para situarnos ante ti confiadamente como lo hizo Moisés y
obtuvo tu misericordia para con el pueblo pecador.
Por Jesucristo N.S.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)
ResponderEliminarCREO EN JESUCRISTO HIJO ÚNICO DE DIOS
Y empezó a decirles lo que le iba a suceder:"Mirad, estamos subiendo a Jerusalen ,y el hijo del Hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará".
SABÍA JESÚS QUE IBA A MORIR CUADO ENTRÓ EN JERUSALÉN?.-Sí. Jesús había anunciado en tres ocasiones su Pasión y si Muerte, antes de dirigirse consciente y voluntariamente (Lc 9,51) al lugar de su Pasión y de su Resurrección.
POR QUÉ JESÚS ELIGIÓ LA FECHA DE LA FIESTA JUDÍA DE LA PASCUA PARA SU MUERTE Y RESURRECCIÓN?.-Jesús eligió la fiesta de la Pascua de su pueblo como símbolo de lo que iba a suceder con él en la Muerte y Resurrección. Al igual que el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud de Egipto, así también nos libera Cristo de la esclavitud del pecado y del poder de la muerte
La fiesta de la Pascua era la fiesta de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Jesús subió a Jerusalén para liberarnos a nosotros de un modo aún más hondo. Celebró con sus discípulos el banquete de la Pascua. Durante esta celebración él mismo se convirtió en cordero pascual. Como "nuestra víctima pascual"(Cor,5,7b) ha sido inmolado, para, de una vez para siempre, establecer la reconciliación definitiva entre Dios y los Hombres.
¿POR QUÉ SE CONDENÓ A UN HOMBRE DE PAZ COMO JESÚS A MORIR EN LA CRUZ?.-Jesús colocó a su entorno ante una cuestión deciciva:o bien él actuaba con poder divino, o bien era un impostor, un blasfemo, un infractor de la ley y debía rendir cuntas por ello según la Ley.
En muchos aspectos Jesús fue una provocación única para el judaísmo tradicional de su tiempo. Perdonaba los pecados, lo que puede hacer sólo Dios; relativizaba el mandamiento del sábado; se hacía sospechoso de blasfemia y se le reprochaba ser un falso profeta. Para todos estos delitos la Ley imponía pena de muerte.