La pila del cristiano para alumbrar es la oración. Así lo ha
indicado el papa Francisco en la misa matutina de este martes en la residencia
Santa Marta, en la que ha advertido a los cristianos sobre ser sal insípida.
Asimismo, ha añadido que es necesario vencer la tentación de la “espiritualidad
del espejo” por la que se está más preocupado de iluminarnos a nosotros mismos
que llevar a los otros la luz de la fe.
Luz y sal. De este modo, el Santo Padre ha explicado al comentar
el Evangelio del día que Jesús habla siempre “con palabras sencillas, con
comparaciones fáciles, para que todos puedan entender el mensaje”. De aquí la
definición del cristiano sobre ser luz y sal. Ninguna de las dos cosas es
para uno mismo; “la luz es para iluminar a otro; la sal es para dar sabor,
conservar a otro”.
Al respecto, el Pontífice se ha preguntado cómo puede un
cristiano hacer que no disminuya la sal y la luz, para que no termine el aceite
para encender las lámparas. Así, ha explicado que la oración es la pila del
cristiano para iluminar. “Tú puedes hacer muchas cosas, muchas obras, también
obras de misericordia, tú puedes hacer muchas cosas grandes por la Iglesia –una
universidad católica, un colegio, un hospital– y también te harán un monumento
como benefactor de la Iglesia, pero si no rezas eso estará un poco oscuro”, ha
observado. Cuántas obras se convierten en oscuras, por falta de luz, por falta
de oración. Lo que mantiene, lo que da vida a la luz cristiana, lo que ilumina,
es la oración, ha advertido.
Del mismo modo ha especificado qué es la oración “de verdad”,
“la oración de adoración al Padre, de alabanza a la Trinidad, la oración de
acción de gracias, también la oración de pedir las cosas al Señor, la oración
del corazón”. Ese es “el aceite, la pila que da vida a la luz”. En esta
misma línea, ha precisado que la sal “no se da sabor a sí misma”.
El Pontífice ha recordado que la sal se convierte en sal cuando
se da. “Y esta es otra actitud del cristiano: darse, dar sabor a la vida de los
otros, dar sabor muchas cosas con el mensaje del Evangelio. Darse. No
conservarse a sí misma. La sal no es para el cristiano, es para darla. La tiene
el cristiano para darlo, es sal para darse, pero no es para sí”, ha recordado.
Al respecto ha observado una curiosidad: las dos, sal y luz, son
para los otros, no para uno mismo. La luz no se ilumina a sí misma, la sal
no da sabor a sí misma.
¿Y hasta cuándo podrán durar la sal y la luz si continuamos
dando sin pausa? El papa Francisco ha respondido a esta pregunta afirmando que
es ahí donde entra “la fuerza de Dios, porque el cristiano es una sal donada
por Dios en el Bautismo”, es “algo que te es dado como regalo y continúa a ser
dada como regalo si tú continúas dándola, iluminando y dando. Y no termina
nunca”.
A este punto, ha hecho referencia a la Primera Lectura, en la
que la viuda de Sarepta, que se fía del profeta Elías y así su harina y aceite
no se termina nunca.
Así, el Santo Padre ha dirigido un pensamiento a la vida
presente de los cristianos: “Ilumina con tu luz, pero defiéndete de la
tentación de iluminarte a ti mismo. Esto es algo feo, es un poco la
espiritualidad del espejo: me ilumino a mí mismo. Defiéndete de la tentación de
cuidarte a tí mismo. Sé luz para iluminar, sé sal para dar sabor y conservar”.
Por esto ha insistido en que la sal y la luz “no son para sí
mismo”, son para dar a los otros “en buenas obras”. El Santo Padre ha exhortado
en la homilía a que resplandezca “vuestra luz delante de los hombres” para que
“vuestras obras buenas den gloria al Padre que está en los Cielos”. Es decir,
“volver a Aquel que te ha dado la luz y te ha dado la sal”.
Al finalizar, el papa
Francisco ha deseado que el Señor “nos ayude en este tener siempre cuidado de
la luz, no esconderla, dejarla de lado”. Y la sal, “dar la justa, la necesaria,
pero darla” porque así crece. Estas –ha concluido– son las buenas obras del
cristiano.
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