El papa Francisco ha invitado a seguir y vivir las
bienaventuranzas, que como “navegadores” indican a los cristianos el itinerario
correcto de la vida. Lo ha hecho durante la homilía de esta mañana en la misa
celebrada en Santa Marta. Del mismo modo ha advertido sobre los tres peldaños
de la “anti-ley” cristiana donde se puede resbalar: la idolatría de la riqueza,
de la vanidad y del egoísmo.
Y para no perderse, a lo largo del camino de la fe, los
cristianos tienen un indicador de dirección muy preciso: las bienaventuranzas.
Ignorar las ruedas que propone puede suponer resbalar por los “tres peldaños”
de los ídolos del egoísmo, idolatría del dinero, vanidad, la saciedad de un
corazón que ríe con satisfacción propia ignorando a los otros.
A propósito del discurso de la montaña, el Santo Padre ha
afirmado que Jesús “enseñaba la nueva ley, que no cancela la antigua” si no que
la “perfecciona” llevándola a su plenitud.
Así, ha precisado que “esta es la nueva ley, esta que nosotros
llamados las bienaventuranzas”. Es la nueva ley del Señor para nosotros. “Son
la hoja de ruta, el itinerario, son los navegadores de la vida cristiana.
Precisamente aquí vemos, en este camino, según las indicaciones de este
navegador, que podemos ir adelante en nuestra vida cristiana”, ha observado.
El Pontífice ha proseguido la homilía completando el texto de
Mateo con las consideraciones que el evangelista Lucas pone al final del mismo
pasaje de las bienaventuranzas, es decir, como lo llama, la lista de los
“cuatro problemas”: ay de los ricos, de los saciados, de los que ríen, de los
que todos hablan bien. En esta línea ha recordado que ha dicho “muchas veces” que
las riquezas son buenas” mientras “lo que hace mal” es “el apego a las
riquezas” que se convierte en una “idolatría”.
De este modo, ha precisado que esta es la anti-ley, es el
navegador equivocado. Al respecto ha observado que es curioso, “estos son tres
peldaños que llevan a la perdición, así como las bienaventuranzas son los
peldaños que llevan adelante en la vida”. Y estos tres peldaños que llevan a la
perdición son el apego a las riquezas, porque no necesito nada. La vanidad que
todos hablen bien de mí y el orgullo que es la saciedad, las risas que cierran
el corazón.
Para concluir la homilía, el papa Francisco ha seleccionado una
entre las bienaventuranzas que, afirma, “no digo que sea la llave” de todas
“sino que nos hace pensar mucho”. Bienaventurados los mansos.
“Pero, Jesús dice de sí mismo: ‘aprended de mí que soy manso de
corazón’, que soy humilde y manso de corazón’. La mansedumbre es una forma de
ser que nos acerca mucho a Jesús. Sin embargo, la actitud contraria siempre
conlleva a la enemistad, las guerras… muchas cosas, muchas cosas feas que
suceden. Pero la mansedumbre, la mansedumbre de corazón que no es una tontería,
no: es otra cosa. Es la profundidad en el entender la grandeza de Dios, y
adoración”, ha finalizado el Pontífice.
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