“Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Celebramos hoy la
fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, alabando a Dios por su
predicación y testimonio.
En la fe de estos dos apóstoles se funda la Iglesia de Roma, que
desde siempre los venera como patrones. Si bien es toda la Iglesia universal
que les mira con admiración, considerándolos dos columnas y dos grandes luces
que brillan no solamente en el cielo de Roma, sino también en el corazón de los
creyentes de Oriente y Occidente.
En la narración de la misión de los apóstoles, el Evangelio nos
dice que Jesús los envió de dos en dos. En cierto sentido también Pedro y
Pablo, desde Tierra Santa fueron enviados hasta Roma, para predicar el
Evangelio. Eran dos hombres muy diversos el uno del otro: Pedro un humilde
pescador, Pablo, maestro y doctor, como recita la liturgia del día de hoy.
Y si aquí en Roma conocemos a Jesús, y si la fe cristiana es
parte viva y fundamental del patrimonio espiritual y de la cultura de este
territorio, se lo debemos al coraje apostólico de estos dos hijos de Oriente
Próximo.
Ellos, por amor de Cristo, dejaron su patria y sin poner
atención a las dificultades del largo viaje y de los riesgos y desconfianzas
que habrían encontrado, llegaron a Roma. Aquí se volvieron anunciadores y
testimonios del Evangelio entre la gente, y sellaron con el martirio su misión
de fe y caridad.
Pedro y Pablo hoy vuelven idealmente entre nosotros, recorren
las calles de esta ciudad, llaman a la puerta de nuestras casas, pero sobre
todo a nuestros corazones. Quieren traer nuevamente a Jesús, su amor
misericordioso, su consolación, su paz. Tentemos tanta necesidad de esto.
Recibamos su mensaje, guardemos su testimonio como un tesoro. La
fe sincera y sólida de Pedro, el corazón grande y universal de Pablo nos
ayudarán a ser cristianos alegres, fieles al Evangelio y abiertos al encuentro
con todos.
Durante la santa misa en la basílica de San Pedro, esta mañana
he bendecido los palios de los arzobispos metropolitanos nombrados este último
año, provenientes de diversos países.
Renuevo mi saludo y mi deseo a ellos, a sus familiares y a todos
quienes les han acompañados en esta peregrinación. Y los animo a proseguir con
alegría su misión al servicio del Evangelio, en comunión con toda la Iglesia y
especialmente con la Sede de Pedro, como expresa justamente
el símbolo del palio.
En la misma celebración he recibido con alegría y afecto a los
miembros de la delegación que vino a Roma en nombre del patriarca ecuménico, el
querido hermano Bartolomeo. También esta presencia es signo de las fraternas
relaciones existentes entre nuestras Iglesias. Rezamos para que se refuercen
cada vez más los vínculos de comunión y el testimonio común.
A la Virgen María, Salus
Populi Romani, confiamos hoy el mundo entero y en particular esta ciudad de
Roma, para que pueda encontrar siempre en los valores espirituales y morales de
los cuales es rica, el fundamento de su vida social y de su misión en Italia,
en Europa y en el mundo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!