LITURGIA
Me resalta la repetición del término Sabiduría, muy expresamente en la
1ª (Ecclo 24, 1-4. 12-16) y luego en la 2ª y en el Evangelio bajo la expresión:
Lleno de gracia y de VERDAD, viendo en esa “verdad” la expresión máxima de la
verdadera sabiduría.
Por otra parte estamos
en período litúrgico navideño. Entonces “Sabiduría” y “Verdad” son la
traducción más exacta de ese Niño que ha nacido en Belén, y que en su
desvalimiento humano, y en toda esa carencia que supone no haber habido para él
un lugar en la posada, nos está traduciendo el pensamiento SABIO de Dios, con
esa otra y extraña SABIDURÍA con la que Dios se dirige a los humanos y les
enseña otro camino diferente para vivir en acuerdo con Él.
Desde el principio, antes de los siglos ya existía el Verbo de Dios
y era expresión de la Sabiduría el Padre. Pro existiendo antes de los siglos,
Dios establece en Jacob la morada para esa Sabiduría. Ya estamos “aterrizando”
en la referencia por la que esta lectura está escogida para la Navidad: Jesús
moró en Israel, en la familia de Jacob; echó raíces n un pueblo glorioso,
heredad del Señor.
La 2ª lectura es uno
de los himnos solemnes de San Pablo. (Ef 1, 3-6. 15-18) en el que –presentado
Jesús, Hijo de Dios, con toda solemnidad, concluye: que Dios os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e
ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a
la que os llama.
La navidad ya no está
tratada desde el aspecto idílico de la nochebuena, con ángeles y pastores y
admiración de unos y otros, sino sublimando la idea y llevándola a una altura
de enseñanzas supriores que se han encerrado en el hecho de la Navidad. Lo que
debe desprenderse de todo lo vivido en los misterios navideños es que
adquiramos la nueva sabiduría que va encerrada en ellos.
Y para acentuarla
hasta el máximo el Evangelio nos vuelve al Prólogo de San Juan, la pieza más
sublime de todos los evangelios: el culmen de la Sabiduría de Dios es que el
Verbo o Palabra eterna de Dios, y Dios como el Padre, se ha hecho hombre, ha
plantado su tienda entre nosotros. Y nosotros, desde entonces, tenemos un
segundo nacimiento porque a cuantos le
recibieron les dio el poder ser HIJOS DE DIOS, no nacidos e carne y sangre sino
de Dios. Hasta ahí nos ha llevado el nacimiento de Jesús, la Palabra hecha carne, lleno de gracia y de
VERDAD. He ahí la nueva Sabiduría.
Pero esa sabiduría ha
de convertirse en realidad en la acogida que hagamos nosotros de esa Palabra
encarnada en nuestro mundo. Constata San Juan que la Palabra al mundo vino y en el mundo estaba, vino a su casa, a los
suyos, y los suyos no le recibieron. Y esa realidad debe sernos revulsivo
para comprender que junto a la Sabiduría se da también la necedad, y esa
necedad cierra las puertas a la entrada de Jesús. Y las fechas que hemos vivido
y cómo las ha vivido un gran porcentaje de personas…, y en qué se ha dejado
caer este misterio de Dios, nos muestra bien a las claras que realmente se ha
entrado en un período de necedad. Es muy posible que si peguntáramos a la gente
qué le ha movido a tantas celebraciones, nos encontráramos con que muchos ni
tienen una lejana referencia al hecho religioso.
¿Y los niños?
Enredados en regalos y árboles, sin un fondo familiar que les conduzca al
centro del misterio, ¿qué entenderán que son “las navidades”? A los niños que
–en Colegios públicos- se les niega la visión del “Belén” –por supuesto mucho
más se les oculta la historia- ¿qué les quedará del inmenso misterio de la
Redención, que tuvo sus comienzos en el “portal de Belén”?
Quiera Dios que las
familias conduzcan a los niños a visitar “belenes”…, y sobre todo en las
Iglesias. Y mucha mayor fuerza tendrá esa “catequesis” cuando se les sepa unir
la figurita representativa con el Jesús de la Eucaristía. Todo lo plástico de
un “belén” tiene su realidad profunda en Jesús de la Sagrada Hostia Consagrada.
EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO.
ResponderEliminarLA FAMILIA ES UNA IGLESIA DOMÈSTICA.
Lo que la IGLESIA es en lo grande, es la familia en lo pequeño; una imagen del amor de Dios en la comunión con las personas. Todo matrimonio se perfecciona en la apertua a otros, a los niños que son don de Dios, en la acogida mutua, en la hospitalidad, en la dispon ibilidad para otros.
Nada en la Iglesia primitiva fascinaba màs a los hombres en el "nuevo camino" de los cristianos que las "iglesias domèsticas". Con frecuencia alguien " crey+o en el Señor con toda su familia; también otros muchos corintios.....creìan y se bautizaban")Hch 18,8).En un mundo no creyente surg+ian islotes de fe vivida, lugares de oración, de compartir, de hospitalidad cordial.Roma,Corinto,Antioquìa, las grandes ciudades de la Antigüedad,quedaron pronto inundadas de iglesias domésticas como si fueran puntos de luz.Tambien hoy en dìa las familias en las que Cristo se encuentra en su casa, son el gran fermento de renovación de nuestra sociedad.
Hoy es un día muy propio para meditar sobre la humildad y el abajamiento de Dios en la Encarnación del Hijo.
ResponderEliminarCuando reflexionamos sobre Dios, miramos hacia el cielo y nos imaginamos todas las grandezas que lo rodean; pero, resulta que ahora sabemos,¡tantas cosas..!La Palabra eterna y la Luz verdadera, que estaba con Dios desde el principio, por Quién todo fue hecho; y, que sin Él nada ha sido hecho, se ha hecho hombre y se ha quedado a vivir con los hombres. Juan, su primo, testigo privilegiado, muy humilde, dice:"El que viene detrás de mí, pasa delante de mí".
Situémonos en nuestro lugar, pidamos los unos por los otros, como San Pablo, el don de una comprensión profunda del misterio de la Encarnación: saber reconocer la Presencia de Dios a ras del suelo, su gloria en la pequeñez de un niño. Que Dios ilumine la mirada interior de nuestro corazón para que seamos capaces de percibir la majestad divina en las pequeñas cosas de cada día y no olvidar que tenemos un Reino reservado con los Santos. Ojalá que seamos buenos transmisores de estas verdades para que nuestros hijos también se sientan muy felices al contemplar al Niño que yace entre las pajitas del Pesebre y al compararlo con el Jesús de la Eucaristía, al comprobar cuánto nos ama el Señor...