Liturgia
Creo que 1Sam 4, 1-11 es uno de los pocos textos del A.T. en los que
queda desligado el triunfo o el desastre de una batalla al hecho religioso. Los
filisteos, enemigos viscerales de los hebreos, ganan la batalla a Israel. Tan
novedoso es el caso que los ancianos y jefes se reúnen para deliberar por qué nos ha pasado esto… Pretenden
solucionarlo trayendo el Arca al campamento, y eso provoca la euforia del
pueblo que se promete ahora buenos resultados. Los mismos filisteos piensan que
ahora les llegará la derrota porque los israelitas han llevado el arca al
campamento. Pero se arengan y salen en nueva embestida y vuelven a derrotar a
los hebreos.
Por consiguiente, el hecho religioso no está ligado a
cuestiones de la guerra. Con el Arca o sin el Arca, la batalla se pierde o se
gana por otros motivos.
Y creo que es una lección importante para que no demos la
eficacia y éxito de nuestras empresas puramente humanas (y en este caso, la
guerra) a una razón religiosa. Creo que hay mucho que aprender. Siempre me
acuerdo de aquella pía fémina que atribuía a la acción de Dios lo magnífica que
le había salido la sopa. Y yo le respondí: “la sopa ha salido buena porque Vd
le puso los ingredientes y le dio la cochura que debía de tener. ¡No meta a
Dios en la sopa!”.
Porque es arma de doble filo: el día que la sopa salga
mala, ¡la culpa no es de Dios! Y porque Dios nos ha dejado a los humanos una
amplia zona humana en la que somos nosotros los que agenciamos lo que tenemos
entre manos. Que detrás de cada respiración del hombre está Dios, es otra cosa.
Pero la sopa es la sopa y que salga en su punto no es una acción que ha hecho
Dios. Y mucho menos está Dios cuando la acción es mala, como la guerra. ¿Y de qué
parte se pone Dios para que venzan unos u otros, cuando los dos que guerrean se
creen hacerlo “en nombre de Dios”?
En Mc 1, 40-45, un leproso que se atreve a acercarse a
Jesús y le suplica de rodillas: Si
quieres, puedes limpiarme. La lepra es una de las enfermedades que mejor
representan al pecado: piel sucia, carne que se pudre, harapos y exclusión… La
solución no puede dársela a sí mismo el leproso. Ha de pedir ayuda. Y Jesús
LIMPIA con su solo acto de voluntad aquella carne que se deshace: Quiero: queda limpio. Como en el
Sacramento de la Penitencia el pecador se confiesa tal y la voluntad de Dios se
traduce en la absolución del sacerdote que expresa la misma realidad: “Quiero;
queda limpio”.
Jesús pretendía siempre que sus acciones extraordinarias no
fueran las que determinaran la aceptación por parte de las gentes. Quería que
se le reconociera por su Palabra y su obra mesiánica. Y pretende que el leproso
no diga nada a nadie. Sólo ha de presentarse al sacerdote para que el sacerdote
certifique la curación.
Intento inútil el de Jesús, porque sus obras son tan
llamativas que gritan por sí mismas, y el leproso –que se ve de nuevo persona y
miembro de una sociedad (de la que estaba excluido)-, promulga a los cuatro
vientos la maravilla de su curación.
Y Jesús tenía que andar casi yendo de incógnito porque las
gentes se le venían encima entre grandes ponderaciones. Y aun así acudían a Él de todas partes.
Ojalá que las obras de Dios, realizadas a través nuestro
(por nuestras ejemplares actuaciones), provoquen en quienes nos miran una
reacción que, al menos, sea de admiración: ¿qué bicho le ha picado a este
hombre o mujer para que su vida y sus acciones no sean la burda manera de
desenvolverse el común de los mortales: ni roba, ni se aprovecha del débil, ni
miente para medrar, ni escurre el hombro cuando se equivoca, ni se aprovecha
fraudulentamente de su posición social, ni elimina a los hijos, ni rompe el
matrimonio, ni se deja dominar por su egoísmo, ni deja abandonados a sus
mayores… Y así podríamos continuar, expresando –como dice la carta a Diogneto-
que ni somos seres extraterrestres ni tan terrenales que nos dejemos manchar
las manos con la injusticia. Somos gente honrada que vamos por la vida con la
mente alta porque en nosotros hizo un milagro de limpieza interior la acción
sanadora de Jesús.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Continuación)
ResponderEliminarLA LIBERTAD DEL HOMBRE
¿Hay que dejar al hombre actuar según su voluntad aunque de decida por el mal?.
El ejercicio de la libertad es un derecho original de la dignidad humana; la libertad del hombre sòlo puede ser limitada por las leyes civiles, cuando mediante bel ejercicio de su libertad lesione la dignidad y la libertad de los demás.
La libertad no sería libertad si no incluyera la libertad de elegir también el camino equivocado. Se atentarìa contra la dignidad de la persona si no se respetara su libertad. Una de las tareas centrales del Estado es proteger los derechos de de libertad de todos sus ciudadanos ( libertad de religión, de reunión y asociación, de ejercicio profesional...etc).La libertad de cada uno es el lìmite para la libertad del otro.
Cristo quiere que nosotros, liberados para la libertad(Gal 5,1) seamos capaces de amar fraternalmente. Por eso nos da el Espíritu Santo, que nos hace libres e independientes de los poderes de este mundo, y nos fortalece para un vida de amor y de responsabilidad.
Continuarà
"Quiero, queda limpio". La voluntad de Jesús coincide con la necesidad del leproso. Seguramente, la situación de aquel hombre le llega al corazón. También le habrán conmovido su fe y su humildad. Jesús lo toca con la mano y lo declara puro. Jesús ha iniciado un camino de sanación que ahora ha de continuar el agraciado: se presentará al sacerdote para iniciar el proceso de reinserción en la vida comunitaria y social y, también, el amor y la gracia de Dios deben hallar una entrega que movilice todas las potencialidades de su persona.
EliminarLa libertad del hombre no es una disposición, es un don incomparable que tenemos que guardar permanentemente si no queremos despresciar nuestra dignidad. Las Tentaciones de Jesús en el Desierto, son el paradigma de nuestras tentaciones contra la libertad.Su respuesta, el modelo supremo de la insobornabilidad de la libertad.
ResponderEliminarCreo que cuando un hermano, desde su libertad, va a cometer un delito, como cristianos, con delicadeza, debemos tratar de evitarlo a como dé lugar. Dios respeta la libertad del ser humano; pero la libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que se debe.
El Estado debería respetar los derechos humanos, como el derecho a la vida de todo ser humano y por respetar la libertad de una mujer que ha decidido abortar, permite que se cometa el asesinato de un nasciturus que ya es un miembro de la familia...