Liturgia
1Sam 15, 16-23 es una gran lección para todos los tiempos. Samuel
reprocha a Saúl que se haya tomado parte del botín, siendo así que el Señor
había dicho que no lo hicieran. Saúl dice que él ha obedecido y que la tropa
tomó lo mejor de las ovejas y vacas para ofrecerlas en sacrificio de acción de
gracias a Dios. La respuesta del profeta es muy clara: ¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos o quiere que le obedezcan? Obedecer vale más que un sacrificio; ser
dócil más que la grasa de carneros.
He ahí uno de los más importantes argumentos para saber que
la adoración y servicio a Dios no se ha de hacer “a nuestra manera” sino “a la
manera de Dios”. El humilde y el sencillo puede parecer que se queda corto
haciendo sólo lo que Dios manda; el endiosado llega a ser “más papista que el
Papa” y quiere llevar las cosas a la exageración. Pretende ser así “más fiel”.
Sin embargo Samuel le tilda de “pecado de
adivinos”, que provoca el rechazo de Dios.
No sé si muchas de esas tendencias exageradas de quienes
quieren ir más allá de lo que la Iglesia ha puesto como forma de comunión,
posturas litúrgicas, etc., pudieran estar adorando más al propio yo que a Dios.
Que quiere más el Señor que le obedezcan
que otros sacrificios y holocaustos.
Samuel anunció a Saúl que Dios lo rechazaba como rey
No anda lejos de este tema el evangelio de Mc 2, 16-22: los
discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos vienen a preguntarle a
Jesús por qué no ayunan sus discípulos,
siendo así que los de Juan y de los fariseos sí ayunan. Jesús respondió que
sus discípulos estaban de fiesta y en la fiesta no se ayuna. Ya tendrán momento
de ayunar… Y Jesús ahora ha dado un salto mental enorme y se ha puesto en la
perspectiva de su muerte: cuando un día
se lleven al novio. Ese día será día de sacrificio en el que sus discípulos
tendrán que estar a la altura: “ayunarán”.
Pero donde Jesús pone la fuerza de su argumento viene
después en forma de parábola breve pero muy honda. Lo que lleva a los ayunos, a
los sacrificios externos…, es algo que ya se ha pasado: es un “odre viejo”, un “vestido
viejo”. Lo que él trae es nuevo: el vino que trae es un vino de muchos grados.
No le valen los odres viejos porque no tienen ya la consistencia para soportar
esa fuerza diferente que trae su nuevo planteamiento. Desde la mentalidad de
una religión de obligaciones externas, no puede encajarse una religión que va a
lo profundo de la persona: a sus pensamientos y sus intenciones, a una forma de
adoración “en espíritu y en verdad” y no “en mover la cabeza como un junco”.
Por eso, para que los discípulos de Juan y de los fariseos entiendan este nuevo
panorama, necesitan cambiar la mentalidad. Con la mentalidad antigua –con sus “vestidos
viejos”- no pueden ni captar LA FIESTA que trae Jesús.
Hace falta un cambio de mentalidad. Y posiblemente sigue
valiendo la advertencia de Jesús en el momento presente nuestro, porque el ser
humano es muy dado a tocar y palpar, y aun en la fe, sigue queriendo hacer las
cosas muy tocando y palpando. Sigue, en el fondo de su sentir, con la idea de
que es la persona la que escala el cielo… No llega a admitir que es Dios quien
viene a la criatura. No “se gana” el Cielo. Dios lo ofrece gratuitamente. No
necesitamos hacer méritos. La Gracia de Dios se nos da por iniciativa de Dios.
Y ha de llegarse a esa convicción en la mentalidad del creyente para vivir el
la fiesta de Jesús.
Con un mínimo de “pesqui” se observa frecuentemente en el
lenguaje y en las formas concretas de los cristianos un “sí pero no” en esto de
la gratuidad de la gracia. Queremos decir que sí…, y nos surge el “PERO” a la
palabra siguiente y no acabamos de aceptar en toda su dimensión la enseñanza
que tanto se está esforzando el Papa por trasmitir. Su insistencia en la misericordia no es una palabra bonita
que dé matices a la doctrina de la Iglesia. Lo que se está esforzando es por
hacernos llegar en toda su fuerza que por pura gracia estáis salvados, y
que la Sangre redentora de Jesucristo es la que salva.
Todo lo demás está ahí como ayuda, pero no como
suplantación de la doctrina. Las prácticas en tanto ayuden a caminar, serán las
muletas útiles. Pero sólo muletas. Y tienen el valor condicional de la muleta.
Hacer de “cosas” o “formas” un absoluto (y estar peleando por ello) es no haber
llegado al odre nuevo, al vestido nuevo, al “obedecer que vale más que los
sacrificios”.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÒLICA (Continuación)
ResponderEliminarLA CONCIENCIA MORAL.
En lo màs profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que èl no se da a si mismo, sino a laque debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y hacer el bien y a evitar el mal.
Dicho de otra forma: la conciencia es la voz interior en el hombre, que exige hacer el bien y evitar el mal. Es, a la vez la capacidad de poder diferenciar el uno del otro. En la conciencia, que es testigo de la Verdad, Dios habla al hombre.
La conciencia es comparada con una voz interior en la que Dios mismo se muestra dentro de hombre. Es Dios quien se hace perceptible en la conciencia. Cuando decidimos:" Esto no puedo conciliarlo con mi conciencia", para un cristiano quiere decir:"Esto no lo puedo hacer en presencia de mi Creador".Por fidelidad a su conciencia muchas personas han sido martirizadas.
Todo lo que sucede contra la conciencia es pecado.
Continuarà
La vida cristiana exige sacrificio; lo mismo si es personal como si es comunitaria...conoce muchas dificultades; pero la salvación y las garantías que nos ofrece Jesucristo nos reportan una gran paz y nos sosiegan, nos libran de cualquier desánimo y de la tristeza que en un momento dado, debido a las tentaciones del maligno, pudieran aparecer. Jesús es el Novio que sella la Alianza para siempre entre Dios y los hombres. Si vivimos en Cristo, si creemos en Él,el amor con que Dios nos ama será una fuente de renovación constante para nuestras vidas.No tenemos ni que morir para experimentar ya las dulzuras eternas.
ResponderEliminar