AL LLEGAR A LA TARDE observo que no quedó puesto el tema del domingo. Aquí lo brindo.
Liturgia, Domingo 3 C, T.O.
Liturgia, Domingo 3 C, T.O.
El tema al que nos lleva hoy la pedagogía litúrgica es LA PALABRA DE
DIOS. Desde la 1ª lectura, del libro de Esdras (8, 2-10), el protagonismo lo tiene
el LIBRO DELA LEY. Y es un capítulo de la Biblia que merecería leerse y
pensarse en particular, con una reflexión sobre la acogida que hacemos nosotros
a la Palabra que Dios nos trasmite. De aquella situación que nos narra el libro
de Esdras nios queda clara la atención, la reverencia, el respeto y la emoción
que levanta en el pueblo aquella lectura que hace el sacerdote. Al principio
los fieles se ponen en pie para recibir el Libro de la Ley; luego, cuando han
escuchado, se postran de rodillas. Y escuchan llorando por la emoción.
Si se me permite una digresión reflexiva,
yo me fijo ahora en la actitud de muchos fieles cristianos ante la lectura que
se hace en la Misa de esa Palabra de Dios. Y observo, primero, los que llegan
tarde y ni escuchan la Palabra, y por tanto ni se enteran. Pero lo peor es que
no le dan importancia, y se repite una y otra vez esa llegada retrasada a la
participación en la Misa.
Me fijo también en quienes están
físicamente presentes, pero no atienden. Parecen como estar dejando pasar ese
momento de la proclamación de la Palabra. Y no digamos de los que están en
otras cosas: otras lecturas, otros rezos…
Verdaderamente no se está a la
altura de aquella devoción con que aquella comunidad judía estaba asistiendo a
la lectura de la Palabra de Dios. Y esto es revisable y necesariamente
corregible.
En el Evangelio (Lc 1, 1-4; 4, 14-21) esa Palabra de Dios,
que Jesús lee ante la sinagoga de Nazaret, es una Palabra que queda personalizada
en Jesús mismo. Porque una vez que ha leído de pie aquel trozo de Isaías, se
sienta y afirma: Esta palabra que acabáis
de oír se cumple hoy ante vosotros. En efecto: ya no es sólo una Palabra
que se proclama sino Jesús mismo que la encarna y la hace realidad en él: él va
a ser esa persona sobre la que ha llegado el Espíritu Santo, y así ha sido
enviado a sanar los corazones destrozados.
La palabra no se queda en Palabra: se personaliza. Y así
acoger la Palabra es acoger a Cristo; no acoger la Palabra es no acoger a
Cristo. Y acoger a Cristo es tomarse tan a pecho lo que él hace y dice que
nuestras vidas tienen que captar severamente el mensaje de esa palabra para
sentirnos llamados a vivirla en sus grandes o sus pequeñas aplicaciones a la
vida práctica.
Incluso se nos acentúa la importancia de esta Palabra del
Evangelio que se nos ha dado, cuando Lucas expresa el interés que se ha tomado
para informarse de los hechos reales, a través de testigos fidedignos, que le
han manifestado eso que ahora él puede trasmitirnos. Por tanto, con la garantía
de que Dios ha sido quien se ha hecho presente en LA PALABRA. Y la Iglesia nos
sirve de garantía y de vehículo para recibir nosotros el mensaje de vida que
contiene la Sagrada Escritura, por otra parte tan desconocida por muchos
creyentes que quieren vivir de acuerdo con Dios, pero sin conocer la Palabra
que Dios nos ha dejado como tesoro.
Aunque fuera del tema, la 2ª lectura nos aportaría un dato
importante: que –en la Iglesia- no somos personas independientes unos de otros
sino que nos hemos de apoyar y ayudar mutuamente, pues Cristo nos ha instituido
en Comunidad eclesial: Él queda como la cabeza de ese cuerpo total. De él
recibimos la vitalidad pero somos nosotros –unos y otros- los que hemos de
sentirnos unidos y ofrecidos a ayudarnos entre nosotros. Algo que muchas veces
nos quedamos esperándolo de Dios, y no nos movemos a ser nosotros quienes
ofrezcamos esa ayuda, a sabiendas de que cada miembro del cuerpo humano
necesita de los otros. Pues así es también este Cuerpo Místico del Señor.
Todo esto que tenemos hoy por delante se concentra en la
Eucaristía, que es ya la Palabra hecha carne y hecha Hostia de Comunión para
hacer posible que todos vivamos la Palabra y la vivamos como miembros unidos
porque todos participamos del mismo Pan.
Los que hemos escuchado tu Palabra, sentimos la necesidad
de pedirte, Dios y Padre nuestro.
-
Para que tengamos inmenso respeto a tomar la Palabra de Dios como
mensaje que Él nos dirige a cada uno, Roguemos
al Señor.
-
Para que atendamos a la proclamación de la Palabra de cada domingo, Roguemos al Señor.
-
Para que sintamos que “la Palabra” está personalizada en Jesucristo, Roguemos al Señor.
-
Por la situación actual española, que puede redundar muy negativamente
en la vida de la Iglesia y de la del pueblo, Roguemos al Señor.
- Porque las diferentes confesiones religiosas se unan en un sólo y único Cuerpo de Cristo, Roguemos al Señor.
- Porque las diferentes confesiones religiosas se unan en un sólo y único Cuerpo de Cristo, Roguemos al Señor.
Te rogamos,
Padre nuestro, que los creyentes en Jesucristo vivamos el misterio de nuestra necesidad
de mutuo apoyo en el único Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Por Jesucristo N. S.
ZENIT del domingo está a continuación
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