EL AYUNO ES SABER AMAR
Las lecturas
del Viernes de ceniza se pueden concretar en esa sola palabra; el ayuno que agrada a Dios es SABER AMAR
“Saber amar” presupone doblegar el
amor propio. Hasta evitar el prurito de
querer saberlo todo, tener explicación de todo y querer poder tener la
explicación de los reductos inescrutables que se encierran en el cofre de los
misterios de Dios. Todos esos aspectos
que se pueden pretender hacer “a gloria de Dios”, no son de Dios ni agradan a
Dios. Porque lo que Dios quiere es la inmensa libertad del alma que no se esclaviza ni
siquiera a las dudas que uno no puede resolver. ABRIR TANTOS CEPOS
interiores y exteriores que nos esclavizan y desaniman, para vivir un AMOR
LIMPIO que no intenta saber más allá. Y se queda en el AQUÍ ESTOY, humilde ante
Dios.
Lo mismo que Jesús repite a las
dudas de los discípulos de Juan ante el no ayunar de los apóstoles.
Sencillamente ellos están viviendo el AMOR DE UNA FIESTA DE BODAS, y eso –dice Jesús-
no se lo voy a negar… Ya les llegarán tiempos de soledad y sufrimiento, sin
buscarlo. Que vale mucho más que el
añadido postizo de un ayuno. [La Iglesia
lo está viviendo, y más duro cuando surge de dentro que el que viene de fuera. Así
lo ha dicho el Papa. Y esto es para aplicárnoslo todos. Pero todos].
LA VENTA DE JUDAS
Podemos calcular el día que
correspondería a nuestro miércoles santo, que era el día de reunión del consejo
secreto del Sanedrín. Algunos autores suponen que Judas se presentó al acabar
esa reunión. La libertad de movimientos del “administrador” del grupo le
facilitaba aquellos “apartes” sin llamar la atención. Y como su alma envenenada
huía ya del grupo, la verdad es que no caía en falta. Casi que se liberaban cuando no estaba
Judas. Osco, huidizo, como fiera herida porque su orgullo era excesivo, lo preferían
más lejos que cerca.
Otra cosa son los sentimientos de
Jesús. Aquí se pone en activo el dolor
del pastor bueno al que se le va una oveja…, a la que Él quisiera traer al
redil sobre sus hombros, a la que por nada quisiera perder. Pero esta oveja no se deja coger.
Por otra parte, los amigos de Jesús
en el Sanedrín o Consejo de ancianos judío, han prevenido a Jesús del encuentro
de Judas con los sacerdotes. Y que Judas
ha acudido como hombre despechado a buscarle un escarmiento fuerte a Jesús, a
ver si lo retira de la vida pública e influyente. Judas, en su ofuscación, puede no haber
calibrado la gravedad de su acto, pero lo que los sacerdotes han urdido bajo
aquella compra de treinta monedas, ha sido la prisión de Jesús con la seguridad
de que no se le escapa ahora. Y que en el
corazón de los sacerdotes lo que hay es una decisión tomada de llevar a Jesús a
la muerte.
Cuando aquella tarde se reúnen
todos en el retiro de Betania, Judas parece esconderse. No está su conciencia
en paz, y su terror es que le puedan descubrir su fechoría. Los demás lo están viendo tan raro, tan osco,
que casi no le hacen caso. Lo que están es hartos de un hombre que amarga la
convivencia.
Jesús no lo deja solo y se va
directamente a él: Judas: estás
preocupado; te pasa algo. Entiendo que vienes así desde aquel día del banquete.
No había nada contra ti; sólo quería que
se valorara la acción de María..
Judas no parece oír. Lo único que
desea es estar solo y, si le fuera
posible, huir. Jesús no quiere dejar a
aquella oveja que se empeña en despeñarse, y le vuelve a preguntar: ¿Te pasa algo? ¿Estás preocupado por algo?
¿Te puedo ayudar en algo? Para un
hombre que llevaba ya dentro a Satanás…, que estaba encendido en odio… (aunque
habría que pensar si no era odio a sí mismo), más se envenenaba cuanto más
cariño ponía Jesús y más deseo de ayudarle a desembuchar su veneno almacenado…,
aquellas monedas que llevaba en su faltriquera y que le tenían que quemar más
cuanto que más cercano se le ponía Jesús.
No hay peor sufrimiento que el del gusano de la conciencia, que roe y
roe…, pero ni se muere ni mata. San Ignacio en sus Ejercicios llega a expresar
el tormento del infierno como el gusano
de la conciencia que no acaba. Ese
infierno lo estaba sufriendo Judas. Lo que pasa es que no quiso liberarse,
teniendo tan a la mano a un pastor que quería recogerlo sobre sus hombros y
reconducirlo al redil. Pero él ya había
cometió su fechoría y en su soberbia, no tuvo ya agallas para dar marcha atrás.
La tarde noche de ese miércoles
debió ser un infierno para él, un profundo dolor para Jesús (que veía perderse
sin remedio a aquel hombre que Él mismo había elegido para tan alta misión). Seguro que Jesús ya no pretendía su propi
liberación; aunque Él fuera ya a la muerte, quien le preocupaba era aquel
apóstol que se perdía… Y debió ser en los compañeros una mezcla de despecho,
irritación y dejarlo ya como cosa perdida.
El jueves es el día que se ha
venido señalando tradicionalmente para la Cena de Jesús con sus apóstoles. Y
por tanto ya estaba encima. Y la
situación no facilitaba demasiado.
Incluso habría ya que tener precauciones para dificultar a Judas la
realización de sus planes en ese Jueves.
Jesús ya las había tomado a través de aquellos amigos que le
advirtieron, y cuando llegó el momento…
Ese ayuno de "saber amar", lo entiendo en mi caso como un desnudar el propio ego para integrar (empapar nuestro ser) en nosotros ese Amor de Dios, un Amor que ha de llevarnos a renunciar a todo lo superficial, a lo superflúo, pues lo nuclear está en el auténtico y verdadero encuentro del hombre con un Dios que lo ama y que da sentido a nuestra vida (en ese Amor, la Cruz debe hacernos crecer). El sentirnos amados por Dios, debe hacernos humildes con los demás pues la gratuidad de ese Amor que el Padre nos da sólo se entiende desde la pequeñez del corazón. El despojarnos del "yo" para abrirnos al Amor de Dios, ha de ser nuestro propósito de Cuaresma. Sólo desde ese Amor podemos sembrar el Reino de Dios.
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