DOS ASPECTOS FUNDAMENTALES
La Cuaresma
se ha centrado muchas veces en un espíritu de sacrificio, dándole a ese sacrificio
un valor que en ocasiones parecía un valor absoluto. Cuando va uno desmenuzando en el día a día,
ve uno la gran amplitud del mensaje cuaresmal.
Hoy tenemos dos pilares de una verdadera religión: de una parte es la
realidad social: desterrar la opresión la crítica, el gesto amenazador…, y
atender más a quien sufre alguna carencia…
Todo eso se agrada a Dios y uno recibe la compensación dl bien que ha
hecho.
La otra columna de este edificio es
Dios mismo y la relación con Dios mismo: guardar el sábado judío no consiste en
las minucias farisaicas sino el día consagrado al Señor, el día que se
convierte en delicia de la persona porque tiene su oxígeno en Dios y otro oxígeno
de su descanso, de su tomar fuerzas para reanudar la semana. No es día para “aprovecharlo”
en “asuntos propios”, sino como profunda higiene del cuerpo y del espíritu.
Preparar la Pascua
Nosotros estamos ya hechos a pensar
que el jueves aquel era la Pascua. Pero la realidad es que la pascua judía era
el sábado, el Gran Sábado, la Parasceve judía.
Cuando aquella mañana de jueves se
presentaron algunos discípulos para preguntar dónde iban a preparar la pascua,
lo estaban tomando con tiempo, como sería lo normal. Lo que no contaban ni podían contar e con el
nuevo panorama que les presentaba Jesús:
Pues ahora mismo os vais a la
ciudad, y al entrar, hallaréis (u os saldrá al paso) un hombre llevando un
cántaro de agua. Seguido. Y donde entre, le decís al dueño: el Maestro
pregunta: ¿dónde está la sala para comer la Pascua con mis discípulos? Y os enseñará una sala en el piso alto,
adornada, grande, alfombrada? Allí preparáis
la Pascua.
O sea: no hay tiempo de sobra; es
hoy mismo. Y todo está previsto y
dispuesto. Pudo haber extrañeza en
todos. En Jesús había un cuidado enorme de que nadie pudiera estropearle esa
PASCUA, su Pascua, la única verdadera Pascua que va a haber (porque su
celebración invalida ya la pascua judía posterior . Cuando los judíos pretendan
celebrar la “Pascua del Señor”, la evocación sublime de la liberación del Mar
Rojo, eso ya será un rito vacío, porque la Pascua auténtica, el PASO de la
muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, habrá sido la Cena de Jesús
con sus discípulos, con el sello de la Nueva Alianza en sus Sangre.
¿Pero por qué aquel secreto y aquel
misterio de Jesús, que no ha avisado nada, y que se encuentran de sopetón con la
fiesta, y con todos los cabos atados?
Sencillamente porque Judas no debía ni poder barruntar nada, y Jesús
había dejado todo muy bien dispuesto, sin que Judas pudiera estropear la
fiesta. La Pascua aquella, la verdadera
Pascua, la definitiva Pascua, había de poder celebrarse con la mayor
tranquilidad y plenitud. Quedaría ya siempre para la posteridad.
El hecho es que cuando llegaron a
la Ciudad los dos discípulos que hicieron de avanzadilla, todo salió como Jesús
había dicho. No era normal que un varón
fuera quien llevara un cántaro de agua…
Pues allí estaba y
esperaba,,, Y no habló palabra… Echó a
andar y los dos apóstoles detrás. Entró en una casa y los apóstoles cumplieron
al pie de la letra lo que Jesús les había anunciado. Y se encontraron con una
sala lujosa, como para vivir una gran fiesta.
Todo eso lo había llevado en secreto el Maestro, pero realmente aquello
era para los discípulos llamativo y gozoso.
Mientras, habían quedado en Betania
los demás. Y con los demás, Judas, que se encuentra solo, y que –con poco que
piense- le han escatimado unos datos que él esperaba tener, porque necesitaba
saber dónde daba Jesús cada paso, para encontrar Judas su momento… Pero esta
vez Jesús le había ido a la mano. Y lo
que bien puede pensar Judas –que tonto no debía ser- es que aquel proceder
misterioso de Jesús podría muy bien tener relación con la fechoría suya… A Jesús tenía que haberle llegado el
chivatazo… Y mucho más enloquecido se
pone por dentro aquel hombre al que –por el momento- le han ganado la
partida. Los otros ya no soportan los
exabruptos de Judas, y tendrá Jesús que mediar más de una vez para hacer el
quite y evitar el enfrentamiento.
¿Y cómo estaba el Corazón de
Jesucristo? Con mil sentimientos; los
propios del que sabe que ha llegado su hora y que va a dar el paso
definitivo. Y eso lleva dos aspectos muy
contrarios: el gozo de haber realizado el proyecto de Dios. El espantoso dolor
del fracaso humano. Ni los dirigentes judíos han aceptado la misión de Jesús,
ni sus discípulos han llegado a entender nada.
¡Y uno se había convertido en vehículo de la entrega traidora que le iba
a llevar a la muerte! Y sin embargo,
sobrevolando todo, el gran gozo de comer
esa Pascua con los suyos…, los suyos de todos los tiempos… Muchos sentimientos encontrados, y que aquel mediodía
no debió dejarle mucho apetito para comer, cuando sabía que era la despedida de
aquella casa, de aquellos fieles amigos…, emprender el camino sin regreso a
Jerusalén… Se mascaba una tensión,
aunque nadie dijera nada. Pero era un
momento demasiado fuerte, y eso no podía pasar desapercibido.
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