Madrugada de oración (Mc 1,
35-38)
No había sido
por otro motivo que Jesús se eligiera el lugar más cercano a la puerta, sino el
poder salirse sin ser advertido en esas horas tempraneras en que el alma busca
ese espacio de “desierto” en que se hace más íntima la comunicación con Dios. Jesus salió silenciosamente, se fue hacia el
portón de entrada, procurando que sonara lo menos posible y se salió al
descampado, apartado de cualquier mirada, y allí se puso en oración, explayando
su alma ante Dios.
Cuando se tiene experiencia de
oración, se sabe que ese tiempo es un adelanto de cielo. No hay ruidos, no hay
algo que distraiga. Todo favorece para dejarse caer ante Dios y dejar a Dios
hablar. Porque la realidad de la oración
verdadera es la que el alma va a escuchar
a Dios, a dejar que sea Dios quien lleve la dirección de esas comunicaciones. Por supuesto que uno mismo interviene, pero
no yendo por delante, ni pretendiendo “imponer” el problema propio, “mis cosas”, sino para dejar que Dios
vaya llevando al alma.
Alguien se preguntaba cómo Jesús
era llevado por el Espíritu Santo… Tan sencillo como que Jesús oraba desde su
plena humanidad; que el Evangelio nos muestra muchas ocasiones en que Jesús
estaba haciendo algo y cuando entra en su oración ante Dios, Dios “le cambia el
paso”, porque ESO ES LA ORACIÓN: ponerse a la escucha de Dios, no llevar nada
de antemano en el zurrón, o estar abierto a que lo que uno pensaba hacer, pude
salir por otro sitio absolutamente diverso.
Pongo un ejemplo: José se fue aquel
aciago día a la cama con el pensamiento puesto en huir. No veía otra manera de
salvar la situación. Cuando Dios le habla desde la oración misteriosa “del
sueño”, José sale en la dirección absolutamente contraria a la que él había
concebido. ESO ES HACER ORACIÓN…, o para decirlo bien: eso es dejar que el Espíritu ore en nosotros con
gemidos inefables. Y entonces todo
se cambia en función de la escucha de Dios y la obediencia a Dios.
Jesús, en esta ocasión había salido
a su oración, se había puesto en la presencia de su Dios. No consta si –en sus propios pensamientos- hubiera seguido
allí donde tenía un auditorio propicio, una labor comenzada y abierta a
múltiples posibilidades de su misión mesiánica.
Jesús oró, oró de verdad, dejó que el Dios del Cielo manifestase su plan…
Y Jesús ya se plegó a la nueva realidad.
Cuando Simón lo busca y lo encuentra en el rincón menos visible –mientras
tanto ya se han venido hasta allí las gentes admiradas del día anterior- y le
pregunta cuándo te has venido aquí y
le advierte que ya tiene esperando a muchos que le buscan, Jesús se levanta de
su oración y le dice a Simón: Vamos a
otro lugar, porque para eso he venido.
De seguro que Simón no comprendía.
Si quería hacer el bien y predicar el reino de Dios, ¿por qué no
aprovechar lo que tiene allí ya a la mano, dispuesto, favorable,
preparado? Sencillamente porque la
oración auténtica que se encuentra con Dios, no puede nunca tener cerrado un plan, porque Dios nos cambia el paso a cada momento, porque Dios no busca ni
nuestra eficacia, ni los frutos, ni los milagros, ni las demostraciones mesiánicas. Dios
busca el alma que escucha y obedece, el alma, cuyo sentido de vida es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en
práctica…; no tanto los heroísmos cuanto hacer siempre lo que agrada al Padre.
Así fueron tantas madrugadas de
Jesús. Así tantos momentos de su oración. Así la escucha de la Palabra de Dios…
Que ésta es la “madre”, el núcleo, el punto radical del verdadero
orante.
Yo sé por mí mismo, y lo veo en
muchas personas devotas, que somos unos enamorados de la Palabra de Dios; que la manejamos como “meditación”, y que
acabamos, cerramos el libro…, y ¡hasta mañana, si Dios quiere! Veo quienes tienen la Palabra de Dios como
dardo arrojadizo, defensivo u ofensivo para apoyarse en sus creencias. Y yo mismo me quedo pensando si he escuchado
a Dios para saber lo que debo hacer de acuerdo con Dios, o si he ido a “atrapar”
a Dios para que me sirva de argumento de mis cosas… ¡He aquí una urgencia del discernimiento!, la
necesidad ¡tantas veces! de que alguien
desde fuera pueda calibrar la pureza de mi pensamiento o sentimiento…
Por eso, los ratos de la oración de
Jesús, a solas…, empezando por el misterioso Nazaret, siguiendo por los
primeros pasos que da tras el movimiento espiritual de un “bautismo de
penitencia”…, su paso a Galilea en los comienzos…, la otra ocasión en que –tras
la multiplicación de los panes- despide a sus apóstoles y Él se retira a solas…,
y hasta la misma agobiante oración del Huerto…, a mí me causan una fuente
impenetrable de riquezas espirituales, porque Jesús no está jugando a orar…
Está buscando el encuentro con Dios en las más dispares circunstancias, porque
cada vez necesita que sea Dios quien le marque la dirección del paso
siguiente. ESO ES ORAR.
Fiarse de Dios es fundamental. Es el mejor camino. El más seguro. El problema es que a veces uno no está seguro de si es Dios el que te habla, y entonces se duda.
ResponderEliminarEs necesario tener una relación PERSONAL de tu a tu con el Señor. No basta a veces, sólo el leer la Palabra, sino el ponerla en práctica dentro del contexto de esa relación con Dios, personal e individual.
En Nazatet todos conocen a Jesús.Le conocen por su oficio y por la familia a la que pertenece;es el artesano, el hijo de María."Y LLEGADO EL SÄBADO SE PUSO A ENSEÑAR EN LA SINAGOGA".Las gentes de Nazaret quedaron sorprendidas de su sabiduría.Uno que les ha arreglado los aperos de labranza,que les ha construido muebles y cuanto se estropeaba les habla con autoridad y sabiduría.Sólo ven en Él lo humano,la normalidad más completa.Les cuesta trabajo descubrir al Mesías dentro de esa normalidad.Los habitantes de Nazaret SE ESCANDALIZARON DE ËL.La Virgen,no.Sabe que es el HIJO DE DIOS,su hijo.Ella lo comprende bien.
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