PRIMER
VIERNES.- Málaga a 5’30
LITURGIA
La 1ª lectura (Ecclo.47.2-13) es un panegírico de David, que sintetiza
al estilo bíblico la vida y la obra del gran Profeta y Rey de Israel. Desde su
infancia en los apriscos, en que se le presenta hiperbólicamente jugando con
leones, hasta su lucha real con el gigante, removiendo la afrenta del pueblo.
Sus luchas contra los enemigos, que le valió la copla de que David había matado
a diez mil, hasta las otras empresas en
las que así dio gloria a la causa de Dios.
El Señor perdonó su pecado y exaltó su nombre por siempre,
y le concedió el poder real, y el trono de Jerusalén.
David es un personaje venerado por el pueblo israelita, y
lo ha de ser por nosotros, que seguimos ya al Hijo de David.
La fama de Jesús se había extendido (Mc.6,14-29) y llegó a
oídos de Herodes. Las gentes decían que Jesús era Juan Bautista resucitado y
que por eso las fuerzas del cielo actuaban en él. Otros decían que era Elías o
un profeta de los antiguos. Y el propio Herodes pensaba que Jesús era Juan
Bautista al que él había mandado decapitar.
Y comienza la macabra historia de aquella muerte a manos de
Herodes. Este rey andaba su vida viviendo en incesto con la mujer de su
hermano, y Juan Bautista le decía al rey que no le era lícito ese modo de vida.
Herodes respetaba a Juan, pero lo metió en la cárcel.
Herodías –la mujer con la que convivía Herodes- le tomó una
inquina muy fuerte a Juan Bautista, y su pensamiento giraba en torno a la idea
de quitarle la vida, para callarlo y que no aconsejara más al rey.
Y la ocasión llega en un banquete que da Herodes a sus
magnates. A los postres sale Salomé la hija de Herodías que desarrolla una
voluptuosa danza que agrada mucho a Herodes, quien parte por lo atractivo del
caso, parte porque ha bebido más de la cuenta, toma la iniciativa
desproporcionada de prometer concederle a la muchacha lo que le pida, aunque
sea la mitad de su reino.
Salomé se va a su madre y le pregunta qué puede pedir. Y
Herodías ve la gran oportunidad de su vida: Di
que te entreguen en una bandeja la cabeza de Juan Bautista. La muchacha va
y se lo dice a Herodes, que lamenta la situación –se puso muy triste-, pero ya que lo ha prometido ante sus
comensales y lo ha jurado ante la muchacha, da orden a sus esbirros de que
inmediatamente le entreguen a la muchacha, en una bandeja, la cabeza de Juan.
Los discípulos de Juan recogieron el cadáver y lo
enterraron.
El momento era delicado. Si Herodes pensaba que Jesús era
Juan Bautista resucitado, lo mismo podía alegrarse que tomar represalias. Por
ello Jesús se embarcó a la orilla opuesta y se quito de en medio, porque más
valía poner distancia ante aquel monstruo sin personalidad.
La verdad es que Herodes pasa a la historia con el penoso
bagaje de haber decapitado al Bautista y de pretender hacer juego con Jesús en
la Pasión. Esos son los dos emblemas de ese personaje. En cambio Juan Bautista
pasa a la historia como un personaje de enormes valores de austeridad,
fidelidad, consejo y el bautismo de agua anunciadora de una nueva era… Juan, el
mayor de los nacidos de mujer. Juan, que no es una caña agitada por el viento
sino hombre recio y ejemplar.
De Jesús, no digamos, porque pasaríamos las horas
definiendo sus características, su grandeza, su obra, su Corazón abierto a la
misericordia, su arte para presentar el Reino con aquellas sencillas parábolas
que escuchaba la gente con tanta atención… Su poder sobre los espíritus
inmundos, sobre la muerte, sobre las olas y el mar…
Verdaderamente el personajillo Herodes no resiste
comparación con ninguno de estos dos personajes, a los que él menospreció desde
la altura de su poder humano.
Nuevamente me recuerdas que tal vez yo pueda ser un poco, ese Herodes, un personajillo lleno de miedos y temores a que le aparten de su vida mundana, del disfrute, del ego, y del placer, hasta el punto de que cuando alguien está en ese estado, siempre viene otro peor que se une, como Salomé, y llega aún más lejos en hacer lo malo y no lo bueno y justo. Y entonces Jesús, no hace nada, sino que se aparta, porque, como en Nazaret, sin fe no se puede ayudar. Ojalá sea de los que si reconocen a Jesús en toda su grandeza, y no con miedo a que pueda amenazar mi estilo de vida.
ResponderEliminar