LITURGIA
Salomón subió al trono de Israel cuando todavía era muy joven. Empezó
ofreciendo holocaustos al Señor en gran cantidad para honrar al Señor y obtener
su beneplácito. Estaba muy agradecido por los beneficios concedidos por Dios a
su padre David, y por lo que él recibe siendo tan joven y teniendo por delante
una labor tan ingente como la dirección de un pueblo numeroso.
El Señor le ofreció concederle lo que le pidiera. Y Salomón
pidió un corazón dócil para gobernar a
ese pueblo, para discernir el mal del bien. Agradó a Dios aquella petición
porque no había pedido una vida larga, un éxito en sus empresas, la victoria
sobre sus enemigos, sino el acierto para gobernar, y Dios le concedió esa
sabiduría, cual no la ha habido antes ni
la habrá después, y le añadió otra serie de favores en riquezas y fama que
sobrepasarían las de cualesquiera otros reyes.
(1Reg.3,4-13).
Una pauta de oración nuestra puede ser ésta de Salomón.
Podemos tender a pedir cosas muy concretas y a veces muy personales, que hacen
de nuestra oración una oración egoísta. Y no
es que no valga, y no es que Dios no la escuche. Jesús no ha puesto
condiciones al “pedid y recibiréis”. Pero de la oración de salomón y de la respuesta de Dios, se sigue que hay una
oración más agradable a Dios por ser más altruista, más desprendida, más de
miras abiertas. Cuando menos nos hace reflexionar.
Ni la vida está para echarse basura encima como si todo lo
propio fuera deficiente, ni para buscar que lo único que hay que pedir es por
uno mismo y sus situación. Dios nos quiere más humanos, como Salomón que, de
una parte presenta su juventud como un hándicap para el gobierno acertado de la
nación, y por otra parte pide el acierto y la prudencia para saberlo gobernar.
Ambas cosas están planteadas en positivo.
Los apóstoles regresan de la misión a la que habían sido
enviados por Jesús, y vuelven pletóricos de entusiasmo por todo lo que han hecho,
y con unas ganas inmensas de contárselo al Señor. No era lugar oportuno aquel
en que estaban, al que acudían muchas gentes y no dejaban sosiego para
explayarse aquellos hombres. Y Jesús decide irse a un lugar apartado y
tranquilo. Se tenían así dos fines: uno, quitarse de en medio y del ojo del
huracán que suponía en aquellos momentos la muerte del Bautista y los
pensamientos de Herodes. La otra razón, dar a sus discípulos la oportunidad de
contar sus aventuras apostólicas. Y se fueron en barca a un lugar apartado y
tranquilo.
Lo que nos dice el texto es que muchos vieron dónde se
dirigía y se fueron con él en otras barcas, aparte claro está, de los que lo
buscarían de otro modo, yendo a pie por la ribera del Lago.
El hecho es que de tranquilidad y lugar apartado poco
pudieron disfrutar. Eso era para el grupo de los Doce una contrariedad porque
ellos venían ilusionados en ese poder estarse a solas con el Maestro y poder
contar sus experiencias de aquella misión.
Para Jesús no era sino un momento más de la realidad de su
vida, en la que no podía planificar por su cuenta porque dependía de las
gentes, que era –en definitiva- depender de la voluntad de Dios. Por eso lo que
a Jesús se le suscita no es la idea de un plan fracasado sino el pensamiento
mucho más alto de ver un mundo de gente ansiosas que andan como ovejas sin
pastor. Y lo que experimentó en su alma fue lástima
de ellos. Y olvidándose ya del descanso y la tranquilidad, se puso a
enseñarles con calma. Era lo que le salía del alma.
El texto en cuestión no dice más. Lo que dice nos debe
entrar en el corazón porque expresa la actitud de plena disponibilidad para
hacer el bien dondequiera que se presente. Había parecido que lo bueno era
aquel descanso en sitio apartado. Pero las circunstancias han dicho lo
contrario. Y sin hacer más problema, Jesús se ha dejado llevar del sentimiento
de su corazón, que traduce la voluntad de Dios. Es la lección. Nosotros hacemos
nuestros planes, y tenemos que hacerlos, pero luego surge el bien mayor, la
necesidad más inmediata y tenemos que estar por encima del proyecto. Porque
primero es el hombre y sus necesidades.
Como decía Santa Angela de la Cruz, "yo no pido nada más que se haga tu voluntad". Ojalá pueda saber en todo momento, que la mejor oración carece de egoísmo.
ResponderEliminar