LITURGIA Viernes de Ceniza
Una insistencia clara a través de las dos lecturas: lo que Dios pide a
quien quiere servirlo es que comprometa su interior, y que efectúe en su vida
obras de caridad y servicio a sus prójimos. El ayuno, el sacrificio, y toda práctica
religiosa no tienen valor cuando sólo se viven en lo externo: Orar para ser
vistos, mover la cabeza como un junco, acostarse en el suelo… Todo eso no es lo
que agrada al Señor. Así se va desarrollando la 1ª lectura del profeta Isaías
(58, 1-9). Lo que agrada al Señor y lo considera verdadero acto de religión, es
atender al prójimo en sus necesidades. Eso será como luz de aurora en la vida
de quien lo practica. Y la razón clara de todo ello es porque Yo, el Señor, soy
misericordioso. Quien quiera vivir de cara a Dios, tiene que practicar
la misericordia.
El SALMO 50 nos lleva a esa realidad del corazón, que es
donde se alberga la acción de Dios: Un
corazón arrepentido y humillado, Dios no lo desprecia, porque Dios mira al
corazón.
Es también el argumento del evangelio de hoy (Mt.9,14-15)
que en su brevedad nos trasmite el pensamiento y la palabra de Jesús ante
aquella pregunta que le hacen sobre el ayuno de sus discípulos. Es decir, sobre
el no-ayuno de sus discípulos, siendo así que los discípulos de Juan Bautista y
los de los fariseos, sí ayunan.
Jesús responde que sus discípulos, que están con él, están
de fiesta, y en la fiesta no van a ayunar. Estar con Jesús es estar en el
banquete de la boda. Y no es lógico que estando con él, en plan de fiesta, los
discípulos se pongan a ayunar. Tiempo tendrán para hacerlo.
Pero no perdamos de vista lo dicho: el ayuno que Dios
quiere no se queda en lo ritual, en lo externo, en la mera privación de
alimento. Se trata de que el ayuno de unos sirva para dar de comer a otros, en
las múltiples formas que hay de hacer el bien a las otras personas.
¿Por qué conserva la Iglesia días de ayuno o de vigilia?
Como un lejano modo de unirse al sacrificio de Cristo. Cristo padeció, y en
solidaridad con sus padecimientos, la Iglesia pone esas mínimas formas de
participación en el dolor de Jesús. Por eso casi se reduce todo a los viernes,
porque Cristo murió un viernes. Hoy se entiende mejor que antes este
planteamiento de solidaridad, puesto que lo estamos viendo a cada paso en las
reivindicaciones de temas laborales. ¿Por qué no vamos a aplicar al tema
espiritual esos mismos modos de unirnos al que sufre? Ya dijo Jesús que cuando
él se fuera, ya ayunarían sus seguidores.
También es solidaridad con el que sufre. Muchas personas se
encuentran en situaciones precarias de llevarse el bocado a la boca. Yo ayuno o
me abstengo de algo como unión al dolor de mi prójimo, que no es sólo hambre de
comida sino que tiene que “ayunar” de otras diversas cosas que a la gente les
sobra y aun despilfarran. Todavía más sentido si mi ayuno se materializa en dar
de comer a un necesitado.
Por otra parte: ¡qué poco nos pide la Iglesia! Comparado
con las prácticas de otras religiones, lo que nos piden a los cristianos
resulta hasta irrisorio. Posiblemente por eso lo valoramos menos. Si se nos
pidieran mayores privaciones, muy posiblemente las íbamos a valorar (y cumplir)
mejor. Pero lo que se nos pide es tan mínimo que hemos acabado por
minusvalorarlo y con ¡cuánta facilidad se salta!
Yo comparo estos pequeños gestos que nos pide la Iglesia
con el pequeño gesto que es un beso. ¡Y sin embargo cuánto se valora un beso!
Una realidad de saludo que si se analiza, tiene el mínimo valor material. Pero
lo tiene afectivo. Pues así la Iglesia nos pide el gesto afectivo de la
obediencia a estos pequeños preceptos simbólicos con los que nos quiere hacer
presente y tener recordatorio de otras grandes realidades mucho más profundas,
a las que tiende el gesto leve del ayuno y la vigilia. Claro que depende del
espíritu que pongamos en ello. La mera materialidad de “la obligación” o
“precepto” deja sin sentido a la misma Misa. El espíritu y afecto con que se
vive, es lo que da sentido. Y dará más sentido cuanto con mayor amor se una la
persona a la razón de ser que la Iglesia ha querido dar a estos gestos.
¿Dónde venden marcos para enmarcar cuadros? Esta reflexión debería ser enmarcada y puesta cerca para no olvidar.
ResponderEliminarLa Iglesia no ata cargas pesadas sobre sus hijos. Casi da risa cuando dice por ejemplo: "Confesar al menos una vez al año...". ¡Que menos!, y así con todo.
Somos nosotros como personas, las que decidimos a veces complicarnos la vida, pero la Iglesia desde luego, no.