MES DEL
CORAZÓN DE JESÚS
HE VENIDO A DAR TESTIMONIO DE LA
VERDAD.
La
VERDAD es una palabra sagrada que designa al mismo Dios y que Cristo se aplica
a sí mismo como testigo de la verdad,
o todavía más decididamente: YO SOY LA VERDAD.
¿Cuándo
pronuncia Jesus su afirmación: “he venido
a dar testimonio de la verdad”?
Cuando Pilato lo interroga en la Pasión, precisamente en medio de tantas
pasiones humanas y tantas mentiras. Cuando Jesús está ante Pilato, al que está
viendo flirtear de un lado a otro, según sus conveniencias políticas y
sociales. Entonces Jesús pronuncia su
afirmación: Yo he venido para ser testigo
de la verdad. Dijo Él mismo en otra
ocasión a los judíos que la verdad os
hará libres…, porque los veía apresados entre los barrotes de
medias verdades y enormes mentiras, con las que -¡era lo peor!- pretendían
estar dando gloria a Dios.
La
verdad es muy delicada y muy
arriesgada. A Jesús le costó la vida. Y tras Jesús, a miles de mártires que
derramaron su sangre por dar testimonio de la verdad. La verdad
es muy sutil, aun siendo tan robusta cuando es una auténtica verdad.
Luego
están las verdades, con su esencial debilidad, puesto que hay muchas
verdades sobre una misma realidad. Y no
es que haya mentiras. Hay carencias, hay verdades parciales, que no se
contradicen –y que siguen siendo “verdad”-, pero que no abarcan toda la verdad
sobre un determinado punto o tema. De
ahí que si alguna otra verdad más
absoluta pudiera añadirse, sería la de la capacidad de saber dudar (eso es precisamente un componente de LA
FE). Y es la realidad evidente de que la
finitud y limitación y naturales carencias de cada persona, no pueden abarcar
la verdad completa. Y como en las piezas de un puzle, la verdad se va completando
en la medida que mi duda y la del otro, son capaces de saber añadir a “su
parcela de verdad”, la otra pieza que aporta el vecino…, sea de “mi misma
cuerda”, sea contrincante, sea enemigo y aún ateo.
LITURGIA
El contenido de la 1ª lectura es complemento de
lo que decía ayer Pablo a los fieles de Corinto. Ayer recordaba a los
macedonios, que habían hecho una colecta substanciosa, y exhortaba a los
corintios a no quedarse atrás. Hoy (2ª,9,6-11) insiste en la línea de la
generosidad en el dar, porque el que
tacañamente siembra, tacañamente cosecha, y el que siembra generosamente,
generosamente cosechará. Baja a lo concreto y anima a que cada uno dé
conforme a sus posibilidades, no por compromiso sino de buena gana, porque al que da de buena gana, Dios lo ama. Tiene Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que
teniendo siempre lo suficiente, os sobre para obras de caridad. No pretende
Pablo que den más allá de lo que pueden dar. Pero quiere que den limosna a los
pobres, y Dios, que da la semilla para sembrar, os multiplicará la cosecha de
vuestra caridad.
El evangelio sigue amplificando el sentido de la ley, según
la versión propia de Jesucristo. Mt.6,1-6.16-18 se va expresamente a insistir
en la necesidad de una vida de relación con Dios que se vive en la intimidad y
en la verdad, y no en apariencias y manifestaciones meramente externas. La
“justicia” (bondad, fidelidad) no está para practicar unas obras a la vista de
todos para que todos admiren tal actitud y alaben al autor de esas obras. Dice
Jesús que la bondad y la fidelidad se viva en el interior, en el secreto, en lo
íntimo, ahí donde sólo ve Dios. Y Dios Padre, que está en el cielo, lo
recompensará. Lo contrario es quedarse en la “paga” ridícula de las alabanzas
humanas.
Se concreta en tres cosas: La limosna no se da a bombo y
platillo para llamar la atención. La limosna auténtica se da en lo secreto,
privadamente y como quien no hace la cosa. Dios ve ese hecho llevado a la
práctica casi sin que se advierta, y Dios acaba premiando. Por el contrario, la
limosna dada a voces, no recibe más paga que la de los aduladores.
Digamos lo mismo con la oración. La oración no necesita de
propaganda ni aspavientos. No hay que mascullarla entre dientes y que todos
soporten molestamente a quien así reza. Ni eso es rezar mejor. El
verdadero rezo se vive en lo íntimo del
alma y en la presencia de Dios, donde los
verdaderos adoradores adoran en espíritu y verdad. La oración, cuanto más
íntima, más verdadera. Que sólo tenga que atenderla Dios.
Finalmente el ayuno, que no debe aprovecharse para buscar
reconocimientos de otros, sino que hay que lavar la cara y perfumarse para que
no lo descubran los de fuera. El ayuno tiene validez cuando se hace de cara a
Dios y por amor a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!