LITURGIA
2Co.4,7-15.- Ha hablado Pablo del Evangelio,
que sigue velado para los que van en vías de perdición, pero que muestra a
Cristo como Señor y a nosotros como siervos suyos. Éste era el tema que no se
leyó ayer. Hoy arranca con una referencia a esa realidad: Llevamos
el tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan
extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.
En lo humano hay mucha carencia y dificultad. Y sin
embargo de todo ello se sale triunfante: Atribulados
en todo, más no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no
abandonados; derribados , mas no aniquilados, llevando siempre y en todas
partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestro cuerpo. Participar en el dolor y la muerte de Cristo
es anunciar ya en nosotros mismos la vida de Jesús, que se manifiesta incluso
en nuestra debilidad.
Pues mientras vivimos, continuamente
nos están entregando a la muerte por causa de Jesús; para que también la vida de
Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De este modo la muerte actúa en
nosotros, y la vida en vosotros.
Pero teniendo el mismo espíritu de fe,
según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y
por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos
resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él. Pues
todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia,
mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios. Ha hecho saber a la comunidad de
Corinto que el sufrimiento no tiene la última palabra; que en la tribulación
también se está anunciando ya la resurrección, y que –por tanto- es para
nuestro bien la misma realidad que parece ser negativa. Y todo se convertirá en
bien y gloria de Dios.
El
evangelio es ya ese llevar a plenitud la ley y los profetas: Mt. 5,27-32 es un
salto cualitativo enorme en lo que hasta entonces se había reducido el
mandamiento sexto. Hasta entonces se reducía a una materialidad: no cometer adulterio
real. Ahora hay un paso nuevo muy superior: yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola,
ya ha sido adúltero en su interior. Jesucristo se expresaba en la realidad
social de su tiempo. Hoy hubiera dicho exactamente la misma palabra de la mujer
que hubiera deseado a un hombre casado. El tema está en la falta de respeto
hacia la persona casada, en cuyo campo no se debe entrar porque tiene dueño. Y
porque en el fondo de todo, la sexualidad no es un jardín donde se puede bucear
sin más, sino que tiene un sentido de donación y entrega personal en totalidad
y exclusividad.
El
tema se repite más adelante cuando Jesús sentencia: el que se divorcie de su mujer, induce al adulterio, y el que se case
con la divorciada, comete adulterio. O la mujer que se divorcia de su
marido y el que se case con el divorciado. La verdad que estamos en un terreno
en el que el mundo actual ha perdido los papeles y se salta a piola un tema que
Jesús dejó muy explicitado.
Por
eso Jesús se eleva ahora a lo general y da unas pautas de conducta que no son
precisamente para tomarlas en su materialidad al pie de la letra sino para
indicar un modo de conducta: Si tu ojo
derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser
echado entero en el abismo. ¿Entendido? No pretende Jesús hacernos tuertos
pero sí pone una norma de vida que tiene que evitar a toda costa el daño de una
mirada que induce al pecado.
Y
lo que dice del ojo lo dice de la mano y lo dice del pie… Es decir: la persona,
la actitud. Lleva al tema de las soluciones sinceras para evitar ocasiones que
están ahí al alcance la mano, o a dos pasos del abismo. Ese “córtatelo y
tíralo” está expresando lo drástico de determinados propósitos ante situaciones
claras de peligro de pecado. Que éste es el tema de muchos “propósitos” que
carecen de la firmeza y concreción que nos son necesarios para evitar esas
caídas, a veces repetitivas en la misma piedra.
El
evangelio se dio para los que quisieran seguir a Cristo. Es cierto que no se
obliga a nadie a seguirlo y que él mismo lo puso en condicional: Si alguno quiere venir en pos de mí…
Pero lo que hoy encontramos con mucha facilidad es la doble moral de la vela
que se enciende a Dios y la que se enciende al mundo, a la sociedad, y que
encontramos con demasiada frecuencia a los “creyentes” que están viviendo al
margen del evangelio. Que esto nos haga reflexionar a quienes queremos
permanecer fieles al pensamiento de Jesús.
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