Liturgia
El evangelio de hoy es una llamada a la buena disposición con la que
tenemos que vivir, de modo que la llegada de Jesús a nosotros nos encuentre
preparados. Lc 12, 32-48 es una de esas parábolas que miran a la sinceridad de
la conciencia. No se puede vivir jugando con la conciencia sino que de una vez
hay que plantearse cómo está uno esperando la llegada de Jesús. Lo voy a decir
de una manera muy gráfica: ¿Cómo se resistirían los malos movimientos y
tentaciones si quedara la certeza de que tal como estamos nos vamos a presentar
al Señor? Lo digo más claro todavía -¿Cómo resistiríamos a nuestras malas
tendencias si nos constara que la muerte acecha a la vuelta de la esquina, y
que con esa realidad que tenemos delante con esa nos vamos a presentar ante la
eternidad.
Eso es lo que Jesús ha planteado con esta parábola: tened ceñida la cintura y encendidas las
lámparas; vosotros estad como los que aguardan a que su amo vuelva de la
fiesta, para abrirle apenas llegue y llame.
Y Jesús hace el juicio y da el veredicto: Dichosos los criados a quienes su amo al
llegar los encuentre en vela… Y si llega a medianoche o de madrugada y los
encuentra así, dichosos ellos. Y poniendo Jesús una nota de delicadeza,
dice que en ese caso el amo los hará
sentar a la mesa y el mismo amo los servirá.
Es una traducción preciosa de la realidad de la persona
fiel a Dios y fiel a su conciencia, que sabe que Jesús mismo es su premio, y
que Él se pondrá a servir con sus dones al que ha sabido vigilar y estar
preparado y atento al momento de la llegada de Jesús.
Cabría abrir el objetivo y no sólo enfocarlo al punto de la
muerte sino a las múltiples visitas con las que se nos quiere hacer presente el
Señor a lo largo de nuestra vida. Para los que viven en esa espera atenta al
bien…; para otros, que deben estar más atentos a ese momento en que –en la vida
normal- se quiere hacer visible Jesucristo en la vida de una persona, la
parábola de hoy es de sumo valor. Y Jesús concluye la parábola advirtiendo: Vosotros
estad preparados porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del hombre.
Todo ese sentido de atención amorosa a la llegada del Señor
es el que ha reflejado la 1ª lectura (Sab 18, 6-9): Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de
los culpables… Los hijos piadosos vivían acordes con la llamada que habían
recibido y se imponían una ley sagrada, en la que se sentían solidarios para
hacer el bien, y empezaron a entonar himnos tradicionales de alabanza. Para el
Antiguo Testamento esos himnos, esos sacrificios, eran elemento demostrativo de
su fidelidad.
Para nosotros hay un salto cualitativo por el que esos
“himnos” y “sacrificios” han de notarse en las disposiciones interiores de la
conciencia, y en las exigencias que tenemos que imponernos para vivir
preparados y preparándonos a la llegada de Jesús.
La 2ª lectura es un canto a la fe. Pero no la fe mental por
la que “creemos” sino la fe práctica por la que actuamos, y mostramos en los
hechos la verdad de lo que creemos. Una fe que se muestra en las obras, en el
proceder de cada momento. Porque se queda desmochada la fe de quienes están
repitiendo los mismos fallos y las mismas caídas y no viven preparados al
momento inmediato en que se han de encontrar con el Señor.
La Eucaristía es VIÁTICO o bolsa de viaje que nos alimenta
de una Misa a otra, de un momento eucarístico al otro momento familiar; de una
piedad espiritual a un modo de proceder en la vida diaria; de los momentos en
que estamos rodeados y en los que estamos solitarios; de los tiempos buenos en
que parece que todo marcha sobre ruedas a los otros tiempos en que el alma
parece venirse abajo. La Eucaristía no es un momento “religioso”: es todo un
acto divino sacramental que tiene vigor para proyectarse en la vida real.
La liturgia de hoy nos ha puesto ante la verdad profunda de
nuestra vida. Por eso necesitamos pedir a Dios nuestro Padre.
-
Que tengamos la valentía de enfrentarnos a nuestra sinceridad de
conciencia: Roguemos al Señor.
-
Que lleguemos a cada noche con la conciencia recta de haber agradado a
Dios. Roguemos al Señor.
-
Que los pensamientos, las miradas, las acciones y las actitudes, estén
bien dispuestas para cuando llega el Señor. Roguemos al Señor.
-
Que nuestra participación en la Eucaristía se note en nuestra vida y
obras. Roguemos al Señor.
Sea este
viático de hoy una preparación al encuentro con Dios, preparados a abrirle la
puerta en cualquier momento en que él puede presentarse.
Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)
ResponderEliminarCREO EN DIOS PADRE.
"Jesucristo es la verdad hecha persona, que atrae hacia sí al mundo. La luz irradiada por Jesús es el resplandor de la verdad.Cualquier otra verdad es un fragmento de la Verdad que es él y remite a él" (Benedicto XVI).
¿QUÉ QUIER DECIR QUE DIOS ES LA VERDAD?.-"Dios es la Luz y en él no hay tiniebla alguna"(1 Jn 1,5). Su Palabra es Verdad (Prov 8,7;2 Sam 7,28), y su ley es verdad (Sal 119,142). Jsús mismo garantiza la Verdad de Dios, cuando declara ante Pilato:"Yo para esto he nacido y para esto vine al mundo:para dar testimonio de la Verdad"(Jn 18,37).
No se puede someter a Dios a un procedimiento probatorio, porque la ciencia no puede convertirlo en un objeto verificable.Sin embargo Dios mismo se somete a un procedimiento probatorio algo especial.Sabemos que Dios es la verdad por la absoluta credibilidad de Jesús. El es el "Camino, la Verdad y la Vida". Esto lo puede descubrir toda persona que se compromete con él . Si Dios no fuera "verdadero", la fe y la razón no podrían entablar un diálogo recíproco. Pero ellas pueden entenderse, porque Dios es la Verdad y la Verdad es divina.
Continuará
Nuestra estancia en la tierra es una espera no muy larga hasta que venga de nuevo el Señor. La fe nos ofrece la certeza de dos verdades fundamentales: estamos destinados al Cielo y, por eso todo lo demás es relativo, todo está subordinado a este fin supremo. No estamos solos; el Señor quiere ayudarnos y tiene abundancia de medios.Nada nos puede desanimar en nuestro camino hacia la santidad porque nos apoyamos en estas tres verdades infalibles: Dios es omnipotente. Dios nos ama infinitamente. Dios es fiel a todo lo que promete. Es Él, todo Misericordia quién nos anima a sentirnos seguros, implicados en un destino de salvación eterna. Dios no nos abandona nunca en nuestro peregrinaje y espera nuestra conversión sincera y nuestra correspondencia cada día más generosa y nos pide que estemos atentos, vigilantes, impacientes esperándolo, que puede llegar de un momento a otro ...Somos hijos, administradores, no somos propietarios y tenemos que rendir cuentas. Como hijos, debemos de amar mucho y esperar su regreso con impaciencia.
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