Liturgia
Siguen las imágenes de Ezequiel en un texto amplio y difícil (9, 1-7;
10, 18-22): el Señor llama a los “verdugos de la ciudad”. En medio de ellos, un
hombre vestido de lino con los avíos de escribano. El Señor llama al hombre
vestido de lino y le encarga que marque en la frente a los que gimen afligidos
por las maldades que hay en la ciudad. Los otros personajes deberán liberar de
esos malvados, pero sin dañar a los marcados por el escribano. Luego, la gloria del Señor salió
levantándose del umbral del templo y se colocó sobre los querubines,
sobresaliendo por encima de ellos.
El evangelio sigue enseñando: Mt 18, 15-20 presenta el
difícil “arte” de buscar el bien de uno que está equivocado. Jesús muestra el
modo que se ha de seguir cuando se debe corregir a un hermano. El primer paso
debe ser a solas entre los dos. Si eso basta, has ayudado a tu hermano, dice
Jesús.
Cuando no basta, debe acudirse a uno o dos hermanos que
sirvan de testigos de aquella corrección que necesita alguien. Testigos y
apoyo, siempre en bien del hermano que ha errado, y en bien del asunto del que
ese hermano debe corregir.
Cuando no ha valido ese segundo intento, entonces se hace
partícipe a la comunidad de la actitud errada que tiene, y la comunidad
entonces debe proceder con él no ya con el aviso fraternal sino con la
corrección abierta. De lo que se trata es que no dañe al resto. Y se trata de
una COMUNIDAD, no de sacar el defecto a los cuatro vientos a quien ningún
interés tiene ni en la corrección del sujeto ni en el bien de los otros. Lo que
significa que la crítica que saca a relucir defectos ajenos no es el medio de
ayudar a nadie. El ridiculizar o poner a malas contra un hermano no es el
proceso propio de Jesús.
Pero tampoco el dejar pasar sin más. Y Jesús advierte que
habrá momentos en que hay que prescindir de la persona que hace daño, y que lo que atéis en la tierra quedará atado en
el cielo, y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Es
aquello de alejarse de “las malas compañías” para que la manzana estropeada no
dañe la cesta de manzanas buenas.
Si expreso mi opinión y experiencia, ¡qué difícil se hace
corregir al hermano! ¡Qué difícil es que el hermano acepte la corrección! ¡Qué
pocas veces una corrección –por bien que se haga- es aceptada! Siempre acabará
convirtiéndose en un boomerang contra quien tuvo la osadía de corregir. Aunque
lo hiciera como hermano sobre el hermano. Y no digamos lo mal que se acoge que
se vaya con dos más que hagan de moderadores y testigos.
Claro que el problema es más de raíz: si realmente llegamos
a sentirnos miembros de una COMUNIDAD o piezas independientes y autosuficientes
que no aceptamos, ni de lejos, que nos hemos equivocado. Y si en el fondo
sabemos que nos hemos equivocado, ¡qué poca disposición a que otro venga a
decírnoslo! Aquí tiene entrada la soberbia espiritual, que es la más fina de
las soberbias. Como decía aquella persona: humilde
sí, pero humillada, no.
Pero como Jesús no da por perdida la situación, concluye
este proceso con una invitación a la oración: si dos os ponéis de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi
Padre del cielo. Porque donde dos o tres
estén reunidos EN MI NOMBRE, allí estoy yo en medio de ellos.
Ve ahí la clave; que esa comunidad…, que esos “dos o tres”
estén reunidos EN EL NOMBRE DE JESÚS…, que la actitud con la que buscamos la
verdad sea “en el nombre de Jesús”. Y que, por tanto, la palabra que se dice,
el tono en que se hace, el momento en que se actúa…, corresponda a ese
paradigma: EN EL NOMBRE DE JESÚS.
Que la oración que se hace sea para ayudar al hermano; que
lo que se pide sea para que los corazones se hagan permeables a la verdad de
Dios.
Y que la actitud de acogida, la humildad para aceptar la
corrección, la disposición de la persona que ha errado, sea también vivida EN
EL NOMBRE DE JESÚS.
De lo contrario se caerá en aquel oficio de trinchantes de que nos hablaba un famoso autor de
escritos de formación espiritual: el que lee pensando más en “lo bien que le
viene eso a Fulano”…, pero no se aplica a sí mismo algo de lo dicho.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Continuación)
ResponderEliminarCREO EN DIOS PADRE´
TRINIDAD;Dios es sólo uno, pero existen tres personas.
"Donde está el amor hay una trinidad: uno que ama,uno que es amado y uno que es el amor"(San Agustín).
¿SE PUEDE DEDUCIR POR LÓGICA QUE dIOS ES TRINO?.-No.La TRINIDAD de Dios es un misterio. Sólo por Jesucristo sabemos que Dios es Trinidad.
Los hombres no pueden deducir por medio de su propia razón el misterio de la Trinidad. Pero pueden reconocer la razonabilidad de este misterio, cuando aceptan la REVELACIÓN de Dios en Jesucrito. Si Dios estuviera solo y fuera solitario, no podría amar desde toda la eternidad.Iluminados por Jesucristo, podemos encontrar ya el el ANTIGUO TESTAMENTO ( por ejemplo, Gn 1,2; 18,2;2 Sm 23,2) e incluso en toda la Creación huellas de la Trinidad.
¿POR QUÉ ES DIOS"PADRE"?.-Veneramos a Dios como padre por el hecho de que es el Creador y cuida con amor de sus criaturas.Jesús, el Hijo de Dios, nos ha enseñado además a considerar a su Padre como nuestro Padre y a dirigirnos a él como "Padre nuestro".
Muchas RELIGIONES anteriores al cristianismo conocen ya el trato a Dios como "Padre". Ya antes de Jesús se hablaba en Israel de Dios como el Padre (Dt 32, 6;Mal 2,10) y se sabía que es tambien como una madre (Is 66,13). El padre y la madre son en la experiencia humana la representación del origen y la autoridad, de aquello que protege y sostiene. Jesús nos muestra de qué modo es Dios realmente Padre:"Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre"(Jn 24,9). En la parábola del hijo pródigo, Jesús responde al deseo más hondo que el ser humano tiene de un Padre misericordioso.
Continuará