MAÑANA,
día 21,
tercer
viernes de mes
HAY
ESCUELA DE ORACIÓN
a las
5’30, en el Salón de Actos [Málaga]
PRESENTE Y
FUTURO
Ayer se centraba la 1ª lectura en Dios
creador. Hoy, Apoc 5, 1-10 tiene por centro a Jesucristo.
JESUCRISTO
REDENTOR, llevará a cabo los planes salvadores de Dios. Es EL CORDERO, que vive pero que se
nota que ha sido degollado. Muerte y Resurrección.
Hay
un “rollo sellado con 7 sellos” (=secretísimo), que contiene los
pormenores de la historia humana. Nadie
puede saberlos, y Juan, el vidente, llora porque la revelación no sería
posible.
Uno
de los “ancianos” citados ayer, le anuncia que EL CORDERO sí puede abrirlos. Lleva en su cabeza “7 cuernos” (no
saliendo de la cabeza en forma monstruosa, sino como cascos con cuernos, símbolo
de poder). Diríamos en nuestro lenguaje:
“estrellas de 8 puntas”, indicando el máximo poder.
Los
“24 ancianos” y los “4 vivientes”, cantan de alegría un canto
nuevo de gloria a Dios y al Cordero.
El
libro del Apocalipsis ha establecido así un escenario tan real como el de la
iglesia naciente (los dos primeros días), otro escenario en lo más alto del
Cielo, presentándonos el trono de Dios y su inmensidad misteriosa. Hoy se
detiene en el eslabón esencial de
Jesucristo, quien tiene poder para establecer el puente con la tierra, en
la que van a desenvolverse diversos episodios de la historia contemporánea
(siempre en claves misteriosas y proféticas). Y no dejará de haber, en ese “espacio
terreno” un dragón infernal que pretende atacar lo más sagrado de la Creación,
y que –al no conseguirlo-, se vuelve contra la humanidad y persigue a los hijos de los hombres.
No anda lejos de esa realidad el texto evangélico que hoy nos trae
la liturgia: Lc 19, 41-44. Jesús se acerca a Jerusalén y divisa desde la
vertiente de arriba a la gran ciudad. Y le causa pena ver a esa ciudad impenitente,
que ha despreciado la ayuda que Él ha querido ofrecerle. Él le traía la paz, y
Jerusalén –los responsables y mentores de la fe de Israel- no ha querido
recibir esa ayuda. Se ha anclado en sus modos y formas de vivir la religión, y
con ello no ha admitido la paz –otra forma muy distinta de vida- que Jesús le
traía.
Aquí viene ahora lo
que los especialistas bíblicos llaman “profecía
ex eventu” (que se puede traducir por “profecía a posteriori”). Porque lo
que se narra en esa profecía es exactamente el suceso real que ocurrió en el año
70 cuando los ejércitos de Tito rodearon Jerusalén, la destruyeron y “no quedó
piedra sobre piedra” (un modo de expresar el aplastamiento de la ciudad). Hoy,
el trozo que permanece del muro de las
lamentaciones da cuenta del desastre que sucedió sobre la ciudad aquella,
víctima de una guerra desigual.
Jesús le había
querido traer la paz… Una forma distinta de proceder, no belicosa, no movida
por el odio… Jesús había establecido unos principios muy diferentes en su
discurso programático de las Bienaventuranzas y el Sermón del Monte. Pero
Jerusalén no quiso. Se cegó en sus ideales nacionalistas. No reconoció el
momento de su venida.
Hoy puede ser que
Jesús nos esté diciendo lo mismo ante una civilización tan inculta que se
endiosa sobre el orgullo humano, y rechaza y pretende aplastar la paz de la
venida de Jesús, de la mística cristiana, que no destruye sino que construye.
El texto de hoy es para pensarlo. De alguna manera hay hoy quienes no quieren
dejar piedra sobre piedra de un pasado histórico. ¡Ya veremos…!
siempre que leo el Evangelio que nos muestra a Jesús llorando… (al ver llorar a María por la muerte de su hermano) con sollozos como los nuestros… y en el Evangelio de hoy ante JERUSALÉN… SU CIUDAD que iba a ser rodeada, destruída… me emociona y ¡cómo me hubiera gustado consolarlo y llegar hasta su Corazón…! ¡Cómo lloraría hoy día contemplando la Ciudad Santa en guerra desde hace siglos y… una miradita sobre el mundo entero, (con todo lo que contiene… HOY….! Le pido que nunca le haga llorar, que le sea siempre fiel y que no ‘permita que jamás me separe de Él’…! Hay que ver la “carga” que lleva sobre sus hombros… desde hace siglos… ¿Cómo lloraría Jesús…? ¡Que nos deje consolarlo y estar siempre con Él.
ResponderEliminarEl Anónimo que nos da una cita de la carta a los romanos…. muy buena cita.
ResponderEliminarJesús llora. Jesús llora. Jesús llora.
ResponderEliminarEl llorar es algo totalmente humano, como humano es Jesús. Hoy es de esos días en los que me siento más cerca del Señor, precisamente por ese llanto. Yo no lloro casi nunca, pero casi siempre sufro mucho. No es la única vez que Jesús llora en el Evangelio. Llora con la muerte de su amigo Lázaro, y llora en el huerto de Getsemaní.
"y cantaban un canto nuevo, diciendo: "Tú eres digno de tomar el libro y de romper los sellos, porque has sido inmolado, y por medio de tu Sangre, has rescatado para Dios a hombres de todas las familias, lenguas, pueblos y naciones."
ResponderEliminarProsigue el libro del Apocalipsis, ahora en el capítulo 5. Este pasaje nos habla de que la Iglesia de Jesucristo es Católica, que quiere decir "Universal". Cristo no ha fundado distintas Iglesias, sino UNA sóla. De hecho a Dios no le gusta la división entre cristianos, El quiere la unidad de todos, sin importar razas o lenguas.
Respecto al Evangelio de hoy, veo que Jesús es la solución a los males del mundo, pero el mundo se empeña en seguir con los males, las guerras, las peleas, los enfrentamientos y los celos entre unos y otros. Y llora, porque sabe que el destino final de los que no le aceptan "de verdad", es la destrucción final. Es triste esto, pero una realidad clara. No quedará piedra sobre piedra si no se reconoce a Cristo.
A la persona que cita Romanos 8,15 al parecer ayer, y a la que le gusta tanto, recomendarlas que lean el capítulo desde el principio, a ver si notan algo en el contexto del texto. Una pequeña cosa que han pasado por alto...
ResponderEliminarEl llanto de Jesús sobre Jerusalén es un misterio:Se puede entrever lo que ocurría en su Corazón,cuando hoy nos encontramos con la resistencia de tantos como se cierran a la gracia, a la llamada divina.
ResponderEliminarA veces ,frente a esas almas dormidas,entran ganas de gritarles,de sacudirlas,de hacerlas reaccionar,para que salgan de ese sopor terrible enque se encuentran sumidas.Da pena ver como andan,dando palos de ciego,sin acertar con el camino.
El llanto de Jesús se comprende,como fruto de su caridad.
Pidamos a Nuestra Madre Santa María que nos de un corazón semejante al de su Hijo,que no pernezca indiferente ante la suerte de los que nos tratan cada día.y de los que aún no conocen el CORAZÓN misericordioso de Jesús.
El Martes,18, leíamos en el Apocalipsis: "Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos". (Hay un Poema bellísimo de Lope de Vega, que trata de este tema. Espero que os gustará).
ResponderEliminar"¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel me decía:
Alma, asómate 'ahora' a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!
¡Y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos -respondía-,
para lo mismo responder mañana!