El “concreto”
y mucho más
La amplia lectura de la
carta de San Pablo a Tito (2, 1-8, 11-14) me hacía pensar esta mañana. ¿Cómo
acogerían hoy nuestros fieles cristianos a un predicador que fuera haciendo
referencias tan concretas como esta carta hace a los ancianos (que sean serios y sobrios) a las
ancianas (que no sean chismosas”; a las
jóvenes (“que amen a sus maridos…,
moderadas y púdicas”), a los jóvenes (sean de ideas justas y modelos de buena conducta)?
¿Cómo se acogería hoy, en la era del endiosamiento (incluso
en lo “espiritual”) que hubiera quien dijera las cosas tan directas y tan a las
claras y concretas? ¿No es que preferimos las formas de “mantequilla” y que
nadie se meta en cosas de nadie? Y sin embargo tenemos la misma Palabra de Dios
que actúa de otra manera.
¿Y por qué de otra manera? Porque ha aparecido la gracia de
Dios, que trae la salvación para todos los hombres enseñándonos a renunciar [¡que palabra más poco “moderna”!] a la vida sin religión [sin referente superior que sirva de
metro-patrón…; Dios y los principios de Dios], y renunciar a los deseos mundanos [¡…!],
y a llevar ya desde ahora una vida
SOBRIA, HONRADA, RELIGIOSA [en conexión directa con Dios, como
punto de referencia esencial]… Realmente
Pablo no está “en este mundo”… ¿Cómo se puede decir eso ahora, que hemos
llegado a “supremo Siglo XXI?
Pues lo dice con toda fuerza porque aguardamos la dicha que esperamos:
la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, JESUCRISTO. Él se entregó por nosotros para
rescatarnos de toda impiedad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a
las buenas obras. Experimenta uno una ráfaga de oxígeno en medio de la
realidad que vivimos. Y se experimente también como una nostalgia o un temor de
si hoy hay muchos que entiendan esto y estén dispuestos a vivirlo y hacerlo
realidad, o si un mundo actual ha metido la cabeza bajo el ala para no
enterarse siquiera de la misma Palabra de Dios –del camino de Dios- que sigue
vigente y exigente.
El evangelio (Lc 17, 7-10) es enseñanza directa de Jesus en
una parábola para expresar que subirnos al carro de estas actitudes cristianas
y evangélicas no es ningún heroísmo que necesite de premios, porque lo que toca
es sentirnos constreñidos por el servicio al amo en cualquier momento que sea.
Porque no sería propio que el amo que encuentra a sus subordinados, bien
preparados para servirle cuando Él llega, fuera a darles el premio de sentarlos
a la mesa y ponerse él a servirles.
Y apostilla Jesús: cuando habéis hecho lo mandado, decid: somos unos pobres siervos, que hemos hecho
lo que teníamos que hacer. Y eso no necesita una gratificación especial.
Porque podemos tener la tentación de aquel cuento de Juan
Soldado que, por haber estado en el ejército y haber seguido los rigores y los
peligros, luego iba quejándose por las calles porque a él –Juan soldado, héroe- no le iban premiando con agasajos y llenando
sus caprichos.
El cristiano que
bien lo sea, hace lo que sabe que tiene que hacer; acepta los sacrificios como
parte de su vida (e incluso de su premio), y no reclama “derechos”. Se sabe “pobre siervo”, muy satisfecho y pagado
con haber hecho lo que tenía que hacer.
"El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. "
ResponderEliminarDel capítulo 2 de la Carta de San Pablo a Tito.
Querido hermano:
En cuanto a ti, debes enseñar todo lo que es conforme a la sana doctrina.
Que los ancianos sean sobrios, dignos, moderados, íntegros en la fe, en el amor y en la constancia.
Que las mujeres de edad se comporten como corresponde a personas santas. No deben ser murmuradoras, ni entregarse a la bebida. Que por medio de buenos consejos,
enseñen a las jóvenes a amar a su marido y a sus hijos,
a ser modestas, castas, mujeres de su casa, buenas y respetuosas con su marido. Así la Palabra de Dios no será objeto de blasfemia.
Exhorta también a los jóvenes a ser moderados en todo,
dándoles tú mismo ejemplo de buena conducta, en lo que se refiere a la pureza de doctrina, a la dignidad,
a la enseñanza correcta e inobjetable. De esa manera, el adversario quedará confundido, porque no tendrá nada que reprocharnos.
Porque la gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado.
Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad,
mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús.
El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.
y lleno de celo en la práctica del bien.
y lleno de celo en la práctica del bien.
y lleno de celo en la práctica del bien.
Querido P. Cantero:
ResponderEliminarReciba mi filial saludo de buenos días en la gracia de Dios.
He venido como la cierva del salmo a buscar corrientes de agua limpia y transparente en su homilía de hoy martes. Y me he dado el gran gozo de beber... y beber de esta agua -que es la que salta hasta la vida eterna-, y ahora es de buen nacido ser agradecido, dejo mi comunicado de gratitud a usted y acción de gracias a Dios que nos concede estos bienes.
Quiero mencionar especialmente los dos primeros párrafos de su homilía... son como los aldabonazos que nos abren las entendederas y en corazón para no perdernos en el resto de la homilía.
Reciba un filial abrazo
E Evangelio de la Misa de hoy ,el Señor nos sitúa en la realidad de nuestra vida.No debemos olvidar que hemos sido elevados gratuitamente,sin méritos propios a la categoría de de hijos de Dios,pero por nosotros mismos no sólo somos siervos sino"siervos inútiles",incapaces de llevar a cabo lo que El Padre
ResponderEliminarnos ha encargado,si ÉL no nos da su ayuda.
Somos instrumentos en manos de Dios y hay que procurar que estos instrumentos estén en buen estado para que el Señor pueda utilizarlos.
En este mundo "light", podemos caer en la tentación de adulterar el Evangelio, de adaptarlo a nuestros intereses, de moldearlo a nuestras circunstancias, a poner y quitar según queramos (por mero antojoinmaduro)...y me ha hecho reflexionar mucho esa simple exhortación de Pablo, "Habla de lo que es conforme a la sana doctrina...". Deberíamos cambiar el "hablar" por el "vivir"... y plantearnos, ¿vivo conforme a la sana doctrina? Sería elemento básico esta cuestión para una introspección sincera, honesta y constructiva a la luz del Evangelio
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