El “baño de
renovación”
La carta de Pablo a Tito
dedicó ayer una parrafada a mirar situaciones concretas y a orientar en
concreto a determinados colectivos. Y ya decía yo ayer que es “una predicación”
que no encajaría fácilmente en nuestras pieles, al final del siglo XXI, tan
sensible y susceptible a todo lo que sea orientación concreta “personalizada”. Es
un hecho que nos gusta más una predicación más aséptica y que nadie se meta en
terrenos de nadie, con ese prurito de “soy libre”, o “tú no tienes derecho”…, y
no digamos ya en lo tocante a la expresión religiosa.
Hoy sigue
todavía enseñando con toda libertad apostólica y lo hace en lo que no sería hoy
“políticamente correcto”, porque toca el tema de los gobernantes y de los
súbditos. Y si fuera en estos tiempos, dirían a Pablo que “se mete en política”.
Mejor que se meta en una sacristía y diga las cosas allí para sus expresos
devotos…, sería el intento de hoy para silenciarlo.
Pero Pablo
habla con la libertad y responsabilidad que le da su misión de apóstol. Y con
la misma misión y la misma responsabilidad entra hoy en terreno muy personal.
El arte de Pablo es que no predica “hacia afuera” sino que se mete de lleno en
el tema expresándolo en plural y sin salirse él de la foto: Antes también nosotros, con nuestra
insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y
placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y comidos de
envidia, y éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. No se ha
quedado corto. Nadie es señalado y todos estamos marcados. El que no cae en un
apartado, cae en el otro. Y el que no está en el “punto 100”, está en el 50 o
en el 15. Lo que nos toca a cada uno es ponernos delante el espejo y no usarlo
de retrovisor. Y sacar la consecuencia que pueda sernos útil, puesto que Pablo
no pretende señalar a nadie pero sí dar materia de reflexión a cualquiera.
Y cuando puede
producirse una sensación incómoda, no es que niega lo anterior sino que da una
salida substancial: Mas cuando ha
aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre (no por las obras buenas que
nosotros hayamos hecho, sino según su propia misericordia), nos ha salvado con el
baño del segundo nacimiento y con la regeneración por el Espíritu Santo, que
Dios lo derramó copiosamente por medio de Jesucristo.
La aplicación
que se hace de esta gracia de Dios va directamente hacia el Bautismo. Pero yo
me atrevo a expresarlo más en personal: la bondad de Dios y su amor al hombre
nos acucian a entrar en un segundo nacimiento y regeneración. Muchas veces he
hablado de la segunda conversión, que
es algo que nos toca responder a nosotros: combatimos
contra Dios los años enteros y por temor a ser infelices, permanecemos siempre
desgraciados. Así lo expresa un autor espiritual. Y no acabamos de dar el
paso personal… Y nos quedamos en ser
buenos, que es la antesala de ser perversos (dice otro maestro de vida
espiritual).
Por eso yo
quiero hoy ofrecer el mismo párrafo de San Pablo en esa dimensión que nos atañe
personalmente, por cuanto que hemos de caminar en una dirección que –ayudada,
por supuesto, por Jesucristo y el Espíritu-, nos haga mirar nuestra verdad
profunda del alma. Y bien sé por mí mismo lo difícil que es. Y lo tengo muy
comprobado en almas espirituales. Pero dejarlo ahí y tener la esperanza de que
una sola persona sea la beneficiaria, ya me consuela. La Palabra va “al voleo”,
y los fuertes la aprovechan.
"El Señor es mi Pastor nada me falta"
ResponderEliminarDada la libertad y la personal responsabilidad humana,de poco sirven los esfuerzos del Buen Pastor y la abundancia de bienes que nos ofrece,si no tomamos en serio la vida cristiana,y más en concreto,la vivencia de los sacramentos,que son la fuente de gracia:el bautismo,la penitencia, la Eucaristía....
Todos los cristianos formamos un sólo rebaño,bajo un sólo Pastor :Cristo y el que ÉL dejó para que cuidara su rebaño:Pedro y sus sucesores.Ahora es necesario cerrar filas alrededor de las directrices y enseñanzas del Papa.