El día de
TODOS LOS SANTOS
Es una fiesta de mucha
amplitud a la que se le puede enfocar desde diversos planos. Si una fiesta que
se vivió como fiesta que englobaba a los mártires primeros del cristianismo fue
ampliada a todos los santos no mártires, por las mismas razones podemos hoy
abrir el objetivo de esta fiesta. Así tendríamos diversos niveles de esta
celebración:
1.- Los santos que reconoce
la Iglesia como tales. No sólo los conocidos y expuestos a la veneración en los
altares, sino esa ingente multitud de los no expresamente canonizados pero que
vivieron y murieron en olor de santidad.
2.- Toda esa multitud de
almas santas, que ha pasado por la vida haciendo el bien. Almas anónimas para
el mundo, a veces incluso para los católicos. Personas con quienes hemos
convivido, que nos han servido o a quienes hemos servido. Familiares, gentes
con las que hemos viajado en el mismo autobús, hormiguitas de la santidad que
han pasado desapercibidas a los ojos humanos. O las otras, de las que hemos
tenido ejemplos de santidad, ayudas que casi nos han pasado desapercibidas. Tantas
y tantas personas que han sido profundas y muy serias en su fe, y que hasta
pueden habernos influido en nuestra vida real.
3º.- El grupo de los santos de hoy, los que somos santos por
vivir en gracia de Dios. Santos en el pequeño detalle de la vida, y porque
toman en serio esa vida ante los ojos de Dios. En lucha contra los agentes del
mal, fieles a sus promesas bautismales, servidores de sus hermanos, sin aspavientos
(casi sin que nadie lo advierta). Santos en medio del ambiente actual, y quizás
hasta señalados con el dedo por “anticuados”, “carrozas”, “viejos ignorantes”.
Santos que todavía creen en el Evangelio más que en los mensajes y bombardeo de
los medios de comunicación.
La liturgia sitúa a todos los santos como un ingente
ejército, incontable [¿se salvan muchos o
pocos? preguntaron a Jesús…: ¡pues una multitud ingente!], con sus palmas
en las manos –sus buenas obras-, caminando tras Jesús, y caminando hacia el
Trono de Dios. Por tanto, no sólo quienes ya llegaron sino quienes estamos en
camino, y seguimos aún caminando, y caminando en la buena dirección que nos
marca el Evangelio.
Santos que se saben HIJOS DE DIOS, y su caminar es del agrado de Dios y viven para agradar a
Dios. Y hasta seremos semejantes a Él, no solo porque Él nos hizo a su
semejanza, sino porque rellenamos ese dibujo inicial con suficiente arte como
para que un día podamos ya verle en nosotros mismos como quien ve cara a cara,
y disfruta de ver a Dios sin velos, sin imaginaciones, sino tal
cual es.
Y la gran avenida que hay tras la puerta estrecha es la avenida de las Bienaventuranzas, los grandes carriles que están ahí abiertos para
que la vida en la tierra ya vaya acercándose a la gran autopista del cielo. Partiendo
de la humildad de ser uno quien es (pobreza del corazón), realizar la vida en
medio de la lucha diaria, con sencillez, con lágrimas que no paralizan, con
ansia de acercarse a la bondad infinita de Dios; trabajando por vivir en paz y
trasmitirla por donde se va, con una limpieza de alma que no alberga ni
pensamientos, ni sentimientos, ni recelos torpes, para desembocar en la plenitud
que ha arrostrado persecuciones, ridículos, mofas, humillaciones… En una
palabra: los santos han reproducido la
vida de Jesús.
Me diera la impresión que hoy es un día muy grande para los católicos. Celebramos y recordamos la Victoria final de Dios. ¿Hay gente en el cielo? ¿Son muchos los que se salvan? La respuesta la tenemos en la primera lectura, del poco utilizado libro del Apocalipsis (que significa revelación). ¿No sientes la esperanza? ¿No comprendes que a pesar de las tribulaciones por las que pasas, al final aguarda la victoria?
ResponderEliminarMuchos de los que ahora contemplan el rostro de Dios,a su paso por la tierra,no tuvieron ocasión de realizar grandes hazañas,pero cumplieron sus deberes diarios lo mejor que sabían..Tuvieron errores,falta de paciencia,de prereza,de soberbia....pero amaron la CONFESIÓN y se arrepintieron y recomenzaron.Amaron mucho y tuvieron una vida con frutos,porque supieron sacrificarse por CRISTO.
ResponderEliminar¡Magnífica homilía para una magnífica ocasión!
ResponderEliminarMe complace dejar aquí este breve comentario sobre las sensaciones que me han dejado las explicaciones que, en el ejercicio de su sagrado ministerio de la palabra, nos ofrece usted cada día en este, su Blog, querido P. Cantero.
Y también hoy deseo mencionar la frase o párrafo que más profundamente me ha llegado. Ha sido el párrafo final con la acertada alegoría de la gran avenida formada por los carriles que son las Bienaventuranzas que nos conducen, sin pérdida posible, al reino de los cielos, según las palabras del Divino Maestro.
Unidos en el amor a los Santos del Señor, le saludo afectuosamente.