LITURGIA
.Estamos ante un texto específicamente mesiánico en la historia de
David. (2Sam.7,4-17). David tiene la idea de construir un templo para el Arca
de Dios. Considera que no está bien que él habite en un palacio y el Arca esté
en una tienda. Pero el profeta Natán, de parte de Dios, le hace saber que no
será él quien construya ese templo.
Él, David, va a tener todas las bendiciones de Dios, pero
no va a ser él quien construya ese templo. Porque ese templo vendrá a
construirlo el mismo Dios cuando aparezca en el mundo el Mesías, un
“descendiente de David” que construirá ya un trono para siempre.
Es una profecía muy clara de la llegada de Jesús, verdadero
Templo de Dios, que durará para siempre.
En el evangelio (Mc.4,1-20) tenemos la exposición de la
parábola del sembrador y su explicación, dada expresamente por Jesús para que
sepamos qué quería enseñar.
Caminaba Jesús por el Lago. La muchedumbre se le agolpaba
de tal manera que tuvo que subirse en una barca para desde ella hablarles a las
gentes. Jesús se sienta en la barca, y la multitud se sienta en la orilla. Y
les expone la realidad de la Palabra de Dios, cuya acogida o no acogida es cosa
tan importante, que determina un género u otro de personas.
Decía: Salió el
sembrador a sembrar. Era la viva imagen de él mismo, que ha salido a
enseñar y tiene delante a la multitud. Pero todo el mundo no responde igual:
Hay gentes de corazón duro, semejante a la tierra del camino, plenamente
apisonada. Por eso la semilla que cae en ellos, queda baldía. Vienen los pájaros y se la comen. O
explicándolo más adelante, viene Satanás
y se lleva la palabra sembrada en ellos. La tendencia del mundo moderno es
negar la existencia de Satanás (o darle demasiada cancha). El hecho es que
Jesús da por supuesto su existencia, y que su labor es enemiga del hombre y
enemiga de la Palabra de Dios: la arrebata del corazón de la persona.
Otra simiente cae en lugar con poca tierra, terreno pedregoso, de tal manera que la
Palabra la escuchan con alegría…, pero sin raíces porque falta tierra, falta
acogida verdadera, son inconstantes, y
cuando viene la dificultad o persecución por causa de la Palabra, enseguida
sucumben. La palabra actúa de fogonazo: gusta, es bella…, pero exige. Y
sucede entonces que el buen deseo brota enseguida, pero no había tierra
suficiente para arraigar y en cuanto sale el sol, la agosta. ¿Ocurriría algo de
eso con aquellas gentes que escuchaban? ¿Oirían la Palabra como novedad que no
les dejaba nada de fondo? Al menos tenían motivos de preguntarse, no fuera que habían
venido a escuchar y todo se quedara en la hojarasca.
Otro grupo escucha con atención y buena fe. “Quisieran”
vivir aquello. Lo que pasa es que no se salen de sus propios intereses y
aficiones. “Quisieran” que Dios les hiciera el milagro…, pero ellos no ponen de
su parte. Ha caído la buena semilla entre un campo de matorrales y cardos…: afanes de la vida, seducción de las
riquezas, deseo de todo lo demás… No se apartan de las ocasiones. Pretenden
vivir con una vela encendida a Dios y otra al diablo…, vivir a dos aguas (nada
de arrancar el ojo que es ocasión de pecado, o de cortar la pierna y el brazo
que conducen a él). Y evidentemente la semilla que sembró Jesucristo queda
ahogada y baldía y estéril. Y esto no es hablar “en parábolas”; esto es entrar
a saco en la realidad de la vida de los hombres. Las zarzas crecieron y ahogaron la semilla.
Otra parte de la semilla cae en tierra buena y crece y
madura y da fruto, y la cosecha es suficiente, o buena o excelente (que eso va
mucho con la capacidad de respuesta de los que acogen la Palabra. Los hay que
dan el 30, los hay que dan el 60 y los hay que granan la espiga en un cien por
cien.
¿Y por qué Jesús habló eso en parábola cuando tenía
explicaciones tan claras? Porque aquellas gentes orientales son muy dadas a lo
gráfico e imaginativo. En ideas se pierde, y oyendo no se enteran y viendo no
ven. En cambio en parábolas se quedan con el cuentecillo y lo rumian y le sacan
provecho. Máxime como ocurre aquí que Jesús les ha contado el cuento y les ha
explicado la moraleja.
Desde nuestra experiencia particular lo que nos toca no es
hacer de trinchantes que apliquemos a las personas uno u otro tipo de la
parábola, sino que nos miremos a nosotros y clarifiquemos qué hay EN MÍ de cada
una de esas realidades. Porque en unas materias podemos estar en un tipo, y en
otras en otro tipo diverso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!