LITURGIA Domingo 3ºA-T.O.
.En el evangelio de San Mateo (4,12-23) se nos cuenta que Jesús dejó
Judea cuando se enteró de que Herodes había apresado a Juan Bautista. La
persecución de Herodes puede llegarle a él, y Jesús se retira y se estable en
Galilea. Primero se va a Nazaret, su pueblo. Pero luego dejando Nazaret, se fue
a vivir a Cafarnaúm, junto al Lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí,
realizando lo que estaba anunciado por el profeta Isaías y que hemos oído en la
1ª lectura. (Is. 9,1-4) en la que se anuncia una luz grande a esas gentes que
andaban en tinieblas, bajo las esclavitudes de imperios vecinos.
Y la luz que les brilla es la predicación escueta de Jesús:
Convertíos, porque está cerca el Reino de
Dios.
La idea es que Jesús había empezado su vida en el
movimiento de Juan Bautista, que predicaba eso mismo. Pero cuando a Juan
Bautista lo encarcelan, Jesús lo continúa en el norte, y en un lugar poco dado
a la espiritualidad, como era la llamada “Galilea de los gentiles”. Y lo hace
en Cafarnaúm, lugar de comerciantes, campesinos y pescadores y gente pobre. A
ellos, los pescadores y campesinos que
viven en las sombras y oscuridad, les lleva el mensaje fundamental de la
conversión. Y la conversión se debe llevar a cabo porque, por encima de las
influencias de imperios poderosos, la solución tiene que venir de Dios, que es
el verdadero rey.
El evangelio de hoy puede ampliarse, según la liturgia, por
las vocaciones de Simón, Andrés, Santiago y Juan, precisamente pescadores. La
llegada del reino de Dios tiene una traducción concreta en esas llamadas que
hace Jesús al pasar por el lago, y encontrar a aquellos hermanos en su faena de
preparar las redes para salir a la pesca. Les va a cambiar el planteamiento y
les va a poner ante un nuevo modo de pescar, que va a ser el de “pescar
hombres”. Es precisamente una forma concreta de conversión.
La 2ª lectura (1Cor.1,10-13.17) es una corrección de Pablo
a los fieles de Corinto porque andan divididos, y les exhorta a vivir unidos
con un mismo pensar y un mismo sentir.
El problema no es extraño: los fieles se agrupan a favor de
uno u otro de los predicadores del evangelio: unos con Pablo, otros con Apolo,
otros con Pedro. Y Pablo les hace caer en la cuenta de que ninguno de ellos ha
dado su vida por los fieles. Que el único al que siguen es a Cristo, y Cristo
no está dividido.
Es un problema viejo y siempre nuevo: las gentes se hacen
admiradores y seguidores de una persona determinada de la que han recibido una
instrucción o una atención, y parecen depender de esa persona, muchas veces
–incluso- con crítica respecto de las otras. Y Pablo les dice claramente que no
dependan de nadie, porque sólo deben seguir a Jesús, que es el Salvador.
La conversión ha de llegar a nosotros a manos de la
EUCARISTÍA, porque los que nos unimos a Jesús en la Comunión, tenemos que
hacerlo nuestro rey. Y en la Eucaristía estar unidos y sólo dependiendo de ese
Jesús que es el que ha dado su vida, su palabra y su alimento.
Jesucristo predica la conversión. Pidámosla como gracia que
necesitamos.
-
Por la Iglesia, necesitada de continua conversión en personas e
instituciones. Roguemos al Señor
-
Para que seamos fieles a las llamadas que hace el Señor. Roguemos al Señor
-
Para que vivamos en unión con un mismo pensar y un mismo querer. Roguemos al Señor
-
Para que la Eucaristía nos purifique de nuestras tensiones y sólo nos
haga depender de Cristo. Roguemos al
Señor
Concédenos, Señor, las gracias que necesitamos para vivir
con eficacia nuestra vida cristiana. Lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
AMÉN
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