LITURGIA
.Decía ayer Jesús: Creedme: todo
se les podrá perdonar a los hombres y cualquier blasfemia que digan; pero el
que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás; cargará con su
pecado para siempre. Se refería a los
que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Por tanto “cualquier blasfemia”, aun contra Dios, tiene
perdón, si hay arrepentimiento. La “blasfemia contra el Espíritu Santo” no es
una blasfemia concreta que se dirija contra el Espíritu Santo sino la negativa
a aceptar la verdad de Dios que nos inspira el Espíritu Santo, como es ese
decir que Jesús tenía dentro un espíritu inmundo. Esa era la blasfemia, que no
es ninguna otra clase de ofensa blasfema sino la negativa a reconocer la verdad
y a poder arrepentirse de ella.
Por tanto, todo pecado que no se reconoce como tal, y que
por tanto no se arrepiente de él, no puede ser perdonado. Pero no por la
gravedad del pecado sino porque no se arrepiente. Y si no se arrepiente, no
pide perdón. Y si no pide perdón, no puede obtenerlo. Por eso no tiene perdón.
Por eso me quedo muy pensativo sobre la situación actual de
tantas gentes que han abandonado a Dios: que violan, matan, fornican, cometen
injusticias y abusos contra los más indefensos, y sin embargo siguen la vida al
margen de todo reconocimiento de su pecado. Ningunean a Dios. Se mofan de los
mandamientos y han suprimido los sacramentos de su vida, y las verdades de
Jesús. Lo consideran un mito, una invención de la Iglesia. Se burlan del propio
Jesús, de la Virgen, de las cosas santas, y siguen adelante como si tal cosa.
Esa negativa a la verdad, esa ausencia de reconocimiento de su error, les sitúa
al margen de un cambio de actitud. Y entonces no pueden ser perdonados mientras
persistan en tal situación.
De las lecturas de hoy destacamos la devoción de David por
el Arca de Dios (2Sam,6,12-15,17-19), que danza en su presencia de puro gozo
por tener el Arca en su ciudad. Y que hace fiesta e invita a las gentes a comer
como modo de celebración. Luego cada uno marcha a su casa, pero el Arca ha
quedado ya instalada en el centro de la tienda que David había preparado.
El evangelio (Mc.3,31-35) es el ya consabido de los
parientes que llevan a la Madre de Jesús a verlo, y le mandan recado para que
salga a verlos. Pero Jesús está en su labor de enseñanza al pueblo. El pueblo,
muy sensible a lo familiar, es el primero en decirle que tu madre y tus hermanos están ahí fuera y te buscan. Pero Jesús no
deja de hacer la labor que está haciendo y extendiendo la mano y señalando a
aquellos que lo escuchaban, responde: éstos
son mi madre y mis hermanos: todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano
y mi hermana y mi madre.
Es la gran lección que nos deja Jesús. Cuando se está en la
faena que Dios quiere, la familia pasa a segundo lugar. No es un menosprecio
sino una jerarquía de valores…, un poner él en práctica lo que enseñaba: que hay que posponer todo
ante la voluntad de Dios. Posponer incluso la tendencia del cariño, que no es
ser frío de corazón sino poner delante la obligación.
La familia no lo entendería. Al fin y al cabo sabemos que
lo tenían como hombre fuera de sí (nos consta de ello por otro evangelista).
María sí entendía perfectamente porque ella era la primera en colocar la
voluntad de Dios por encima de todos los otros intereses. Que sintiera no poder
ver a Jesús, o que se retrasara el momento de encontrarlo, para ella era lo
propio, sabiendo que Jesús estaba en otro mundo de cosas y obligaciones. Ya lo
supo ella bien a las claras el día que hubo de quedarse sola porque Jesús se
iba para realizar su misión. Lo de ahora era un simple paso más, sin demasiada
trascendencia.
Estoy esperando de un momento a
otro que me ingresen para repararme un poco el tema de mi respiración. Serán
unos días de ausencia en el blog. La espera depende de que el cardiólogo está
ausente y de que yo me encuentre en más peores condiciones.
Gracias padre por incidir en tan importante tema, y por el aviso. Esperamos que sea todo lo más breve posible y que una vez ingresado esté de vuelta recuperado.
ResponderEliminarComo dije ayer en comentarios, y haciendo un paralelismo con el Evangelio de los escribas que acusan a Jesús de algo tan feo, veo que el cerrar el corazón a la posibilidad de buscar la verdad es otro de los problemas de este mundo. Instalados en todo lo que es feo y contrario a todo el bien que Dios ha enseñado, viven inmersas muchísimas personas, incluyendo muchos bautizados. Y dentro de los bautizados, muchos con un conocimiento teórico de fundamentos básicos de la religión católica. Y aún sabiendo, pueden llegar a obstinarse en el pecado y no arrepentirse. Y cuando hablamos de pecado, hablamos de situaciones asumidas y que se realizan contra los mandamientos sin ningún problema.
Luego están, a mi juicio, los ignorantes y que por razones que sólo Dios conoce, viven, siguiendo la corriente del mundo, y que siguen en fila lo que hacen los demás, y puede ocurrir lo de aquella piara de cerdos del Evangelio, de ahí la necesidad de seguir trabajando en la viña del Señor a tiempo y destiempo, quien pueda o como se pueda.