LITURGIA
.Comienza el reinado de David. 2Sam.5,1-7.10 nos narra cómo vinieron a
él los ancianos y representante de Israel para pedirle que él fuera su rey. Y
David reinó en Israel 40 años.
Una tribu díscola que habitaba Jerusalén, la de los
jebuseos, se oponía a que David reinara. David fue contra ellos con sus
hombres. Los jebuseos, haciéndose fuertes, le decían a David que no llegaría a
entrar allí, porque lo rechazarían los ciegos y los cojos. Ésta es la razón por
la que quedó en la mente del pueblo una aversión particular a ciegos y cojos, y
una de las razones por las que Jesús, en el evangelio, tiene especial atención
hacia ellos.
David los venció y conquistó Sión, por lo que se llamó
“Ciudad de David”. David crecía en poderío y Dios estaba con él.
Mc.3,22-30 nos presenta ese momento en que unos doctores de
la ley afirman que Jesús tiene dentro a Belzebú y echa los demonios con el
poder del jefe de los demonios.
Jesús les arguye que eso no es posible porque el demonio no
va a echar al demonio pues una familia dividida no puede subsistir.
Y les hace la reconvención profunda de que el pecado de
atribuir al demonio las obras que hace en nombre de Dios, es un pecado de
blasfemia contra el Espíritu Santo, que no puede tener perdón, y que el que tal
pecado comete, carga con su pecado para siempre.
¿Es más grave ese pecado que otros? –Es la postura que
cierra el camino de convertirse. Porque en cualquier pecado, la persona puede
recurrir a Dios y suplicar su perdón. Y Dios perdonará.
Pero la persona que niega a Dios o no recurre a él, esa
persona se cierra las puertas para recurrir a Dios y suplicarle el perdón.
Yo no sé si se podrá afirmar rotundamente que el pecado de
nuestro mundo actual es el pecado contra el Espíritu Santo. Toda la vida ha
habido pecados pero se mantenía el sentido religioso de la vida. Como aquel
conde que se fue, espada en mano, contra el Obispo que lo había excomulgado,
porque no podía soportar verse excluido de los sacramentos. Hubiera cometido un
pecado mayor pero su sentimiento era el de no soportar verse alejado de la vida
de la iglesia. Hoy sencillamente se prescindiría, y lejos de buscar la
reconciliación, se pasa olímpicamente sobre el tema de la fe y de la
pertenencia a la Iglesia. Por tanto, esos que se han apartado, ya no buscan el
perdón. Y ese es el pecado que no puede perdonarse porque no hay
arrepentimiento.
Por eso concluye el relato evangélico de hoy afirmando que
al hablar Jesús del “pecado o blasfemia contra el Espíritu Santo”, se refería a los que decían que tenía dentro
un espíritu inmundo. Por tanto no era un pecado especial contra el Espíritu
Santo sino una negativa a reconocer la verdad de Jesús.
Apreciado padre Cantero: Bajo mi pobre punto de vista, y después de meditar hoy sobre es este punto del pecado contra el Espíritu Santo, entiendo que pecar contra el Espíritu Santo, es blasfemar contra Dios. Pero veo algo más que no me había percatado antes. Blasfemias contra Dios puede haber de muchos tipos, y concretamente el Evangelio cita una en este día. Pero veo más y aquí viene lo peor: los que blasfeman en el Evangelio de hoy eran unos "escribas", y esas personas tenían una creencia en Dios y una técnica instrucción en la materia religiosa de los judíos, la Ley.
ResponderEliminarDe modo que si mi entender en este momento es que blasfemias puede haber muchas, contra Dios, la Virgen o los santos, pero es imposible saber el grado de culpabilidad voluntaria que tiene una persona hoy inmersa en un mundo que tiende hacia el mal de forma acelerada. Pienso especialmente en los más jóvenes.
Si se interpreta al pie de la letra, cualquier persona que diga una blasfemia contra Dios similar, estaría condenada de facto a vivir hasta la última hora en su pecado, y luego, el juicio. Pero si atendemos a que Dios es bueno y justo, y siempre está dispuesto a perdonar al que se arrepiente, pienso que no todo el que blasfema contra Dios en un momento de su vida, entraría en este cupo de pecadores sin remedio.
Lo que si creo con casi total certeza, es que no hay peor pronóstico que el que tiene un "instruido" en las cosas de Dios, que blasfeme contra Dios. Porque el "instruido", el "religioso". El ateo no tiene fe, pero puede tenerla, pero el instruido y religioso en su engreimiento, puede llegar al extremo que nos presenta hoy el Evangelio, empezando quizás por aquellos que no creen en Jesús, no quieren creer en Jesús y se cierran a creer en su propio dios, o tal vez en el dios que les propone su cultura o tradición.
Pido disculpas por los errores de tecleo, pero creo que se me puede entender.
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