Liturgia
Esta semana va cerrando el ciclo que comenzamos en el Adviento pasado,
y lo hace con el libro de Daniel, uno de los profetas que más han retratado la
escatología (o el paso hacia el encuentro con la salvación, a través de las vicisitudes
de la historia).
Lo que hoy nos ha dejado la 1ª lectura (1, 1-6. 8-20) es el
hecho original de toda esa situación. Nabucodonosor, rey de Babilonia, invade
Israel, expolia el Templo y comete la profanación de llevarse los utensilios
sagrados al templo de su falso Dios. También se lleva consigo a jóvenes
agraciados, que quiere poner a su servicio. Y acabará por deportar a todo el
pueblo, llevándoselo a Babilonia.
Detrás de todos estos hechos se va dibujando el proyecto de
Dios, que aun de loas males saca bienes. Entre todos los jóvenes que están
preparando para que el rey escoja a los que él quiera, vendrán a ser 4 judíos
los que mejor aspecto presentan. Y eso, a pesar de que no han aceptado ellos
los manjares del rey sino que han logrado congraciarse con el encargado de su
custodia, para que sólo les sirvan legumbres y agua. ¡Pues al final tienen
mejor aspecto que los otros, tratados con manjares del rey!
Todo va mostrando una acción de la providencia que
desemboca en la elección de ellos, y en las cualidades de Daniel para resolver
enigmas.
Adelantándome a todo lo que está porvenir, hay finalmente
un efecto de trascendental importancia en toda la historia del exilio del pueblo
hebreo, que vive mucho tiempo en ese estado de migración, perdida su nación, profanado
su templo, y en un ambiente pagano y hostil a su fe. Y es que allí se decanta
la verdad de la fe de cada uno, porque se va produciendo una relajación de
costumbres, una violación de las leyes religiosas que identificaban a Israel, y
una apostasía de una buena parte del pueblo, que acaba emparentando con las
mujeres babilónicas, y perdiendo la fe en el Dios Yawhé.
Pero al mismo tiempo se acendra la fe de los verdaderamente
fieles, que constituyen un resto (así se les llama, aunque son
muchísimos), que permanecen en su fe y sus costumbres en medio de un ambiente y
una cultura extranjera.
No deja de ser un espejo para nuestros tiempos. ¡Cuantos
que fueron ejemplares en su expresión religiosa en tiempos de bonanza, se
dieron la vuelta cuando cambiaron las tornas y “emparentaron” con las costumbres
paganas…! ¡Y cómo ahí es donde se vio a los verdaderos creyentes y fieles, que –aun
en ambiente contrario- mantienen su fe y su fidelidad a los principios y
exigencias de su fe!
Aquel resto es el
que acabó llamándose pobres de Yawhé, porque –desposeídos
de toda otra seguridad- se echaron confiadamente en los brazos de su Dios, y
conservaron su religión, y fueron los trasmisores a nuevas generaciones de
aquella fe que recibieron de sus padres, Abrahán, Isaac y Jacob. A este grupo
de los pobres pertenece María,
esclava del Señor, que acepta todo el misterio que Dios le pone delante, y que
ella acoge sin dudar, porque toda su
confianza está puesta en el Señor.
El evangelio de hoy, Lc 21, 1-4, nos presenta un caso
concreto de POBRE DE YAWHÉ en aquella viuda, pobre económicamente, pero sobre
todo POBRE que todo lo da a Dios…,
pobre que vive en toda su intensidad la fe de Israel, y que atrae la atención
de Jesús porque no es la persona que hace su ofrenda porque puede hacerla y aun
le sobra, sino porque ha dado en ofrenda
lo que tenía para su sustento. Ella ha comprendido lo que es el valor de
desposeerse de sí misma si eso ha de ser en ofrenda a Dios.
Otra vez, sin más remedio, volvemos la mirada sobre
nosotros: nuestra vida espiritual, nuestras prácticas religiosas, nuestras
limosnas…, pueden ser todo lo profusas que se quiera, pero lo que nos toca
plantear es en qué medida entregamos
nuestro sustento. O sea: si más allá de todas nuestras respuestas espirituales,
hay un desposeimiento del YO, de lo personal, de lo que nos asegura nuestros
pies para nuestra satisfacción y tranquilidad.
Porque la verdad es que estamos dispuestos a mil
sacrificios, pero muchas veces –dicen los autores espirituales- somos como la
serpiente que es capaz de dejar que le machaquen el cuerpo por tal de salvar la
cabeza, porque al final el cuerpo se va a regenerar. Y lo que nos separa de ser
santos y nos deja sólo en “buenos” es que hemos hecho muchas cosas pero hemos
dejado “la cabeza” intacta. O sea: no hemos dado el paso. Nos hemos reservado lo
más íntimo nuestro. Aun no hemos puesto TODA NUESTRA CIONFIANZA EN EL SEÑOR.
Por supuesto que todo eso no es cuestión de “esfuerzos” sino de disponibilidad
a la Gracia de Dios.
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÌA (Continuación)
ResponderEliminarEl Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía :" En verdad, en verdad os digo :si no comèis la carne del Hijo del Hombre, y no bebèis su Sangre ,no tendréis vida en vosotros ".
Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhortaba a un examen de conciencia : "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor .Examínese,pues , cada cual,y coma entonces del pan y beba del cáliz.Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo,come y bebe su propio castigo".
Quien quiera recibir la sagrada EUCARISTÌA , debe ser católico. Si fuera consciente de un pecado grave o mortal debe confesarse antes.Antes de ponerse ante el altar hay que reconciliarse con el prójimo..Tambien hay que guardar el ayuno que manda la Iglesia, así como tener una actitud corporal( gestos, vestidos adecuados) se manifiesta de esta manera, la solemnidad ,el gozo de ese momento en que Cristo se hace nuestro huésped.
Hasta hace pocos años estaba dispuesto no comer nada como mínimo tres horas an tes de una celebración eucariìstica; de este modo se querìa estar preparado para el encuentro con Cristo,en la COMUNIÒN. Hoy dìa la Iglesia pide al menos una hora de ayuno.Repito,un signo de respeto es el"vestido" con el que nos acercamos a recibir al Señor del mundo.
Continuarà
Impresiona el gesto de la viuda pobre. Lo ha dado todo por Dios, su gesto debe alumbrar nuestra vida de fe; porque esta mujer marginada y pobre no ha dado lo que le sobraba, que no le sobraba nada. Abramos bien los ojos, miremos con la mirada de Cristo y obremos con la generosidad de la viuda que lo ha dado todo por Dios.Dios no nos abandonará y se conmoverá por cada pequeño gesto que hagamos por Él o por los hermanos.
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