Liturgia del Domingo 27 B
Al principio fue de esta manera… Gn 2, 18-24 muestra el proyecto de
Dios en relación con la especia humana. Dios crea al varón. Pero el varón está
solo y aunque dueño de toda la creación (=pone nombre a todas las criaturas;
toma posesión de la Creación), ve que no hay otra persona igual a él para
hacerla su compañera. Dios lo sume en un letargo y forma una mujer, de la misma
especie del varón (=salida de él, “de su costilla”). Con lo cual se encuentran
varón y mujer con gran satisfacción porque cada uno se siente parte del otro: carne de mi carne y hueso de mis huesos.
Y en adelante varón y mujer serán una
sola carne, un solo sentimiento, un solo espíritu. Formarán una unidad
irrompible. Salidos ambos de la misma mano de Dios, tienen igual dignidad y
recíprocamente han de tratarse con el mismo amor, con el mismo respeto, a la
misma altura.
Cuando los fariseos vienen a Jesús a plantearle el tema del
divorcio (Mc 10, 2-16), Jesús se ratifica en el proyecto inicial de Dios: que lo que Dios ha unido no puede separarlo el
hombre. Los fariseos objetan que Moisés permitió el acta de repudio por la
que el varón podía dejar a su esposa. Y Jesús les responde que fue por vuestra terquedad, porque al
principio no fue así. En el proyecto de Dios hay una fusión total en la
pareja humana que queda unida entre sí con soldadura autógena. De tal manera
que un divorcio (separación de la
convivencia, que puede producirse por causas comprensibles), no deja camino
abierto a una nueva pareja. Porque el que [la que] se divorcia y se casa con
otra [con otro], comete adulterio.
El Papa ha tocado este punto bajo dos aspectos. El (la) divorciado/a
y que han unido sus vidas en nuevas parejas, han de ser acogidos como parte de
la Iglesia, como cualquier otra persona que tuvo su fallo en cualquier otra
materia. Ni están, ni nunca han estado excomulgados
por la Iglesia, aunque ellos mismos se han situado al margen de la ley de
Dios, y por esa causa no pueden acercarse al Sacramento de la Comunión. Como
cualquier otra persona que –en el tema que sea- no ha resuelto su problema de
conciencia.
La Iglesia no margina a los divorciados vueltos a “casar”,
y debe ofrecerles todas las ayudas que están en su mano. Incluso contar con
ellos en determinadas situaciones. Son miembros de la Iglesia aunque no pueden
participar de todos sus bienes espirituales.
Esto lleva de la mano al otro tema que ha abordado el Papa:
el de los procesos de nulidad del
matrimonio. Obsérvese –y téngase en cuenta la palabra: proceso de nulidad,
que no significa de anulación, porque
la Iglesia no anula nada de lo firmemente ligado en un matrimonio válido.
Lo que el Papa quiere es agilizar los procesos de nulidad…,
la realidad de muchas parejas que realmente no llegaron al matrimonio con las
debidas disposiciones para contraer matrimonio. Somos conscientes cualquiera de
nosotros de hay muchas parejas a las que ya de antemano las vemos tan poco
maduras, tan poco serias, tan inestables en sus respectivos noviazgos, que
decimos: esto no puede salir bien. Lo que el Papa quiere ahora es agilizar esos
procesos de declaración de nulidad (¡que aquel matrimonio fue nulo…, no
existió), de tal manera que no queden colgados los procesos por años y a costa
de muchos gastos civiles, que provocan la mayoría de los casos esos “adulterios”
de los hable Jesús en el Evangelio. El Papa pretende que sean procesos que se
estudien y resuelvan en el ámbito eclesial, con muy inferiores costes, y sin alargarse
intencionadamente las presentaciones de declaraciones y pruebas.
Por tanto el Papa no facilita las “anulaciones” porque no
se anula lo que no existe. El Papa quiere agilizar los procesos verdaderos en
los que no hubo condiciones de compromiso matrimonial. Basta un dato: hoy día
hay un terror a lo que es permanente. En la “cultura” del usar y tirar, muchas parejas plantean para sus adentros: mientras nos dure “el amor”. Con sola
esa condición interior, el matrimonio ya es nulo. Con solo poder demostrar que
fueron así a la boda –mintiendo las dos veces en que se les solicitó
previamente y ante testigos ese dato- el proceso de nulidad ya ha ahorrado
mucho tiempo y dinero. Eso es lo que el Papa quiere agilizar.
Con las lecturas ante nosotros, y tratando de hacer
práctica la homilía, ya tenemos en los datos bíblicos una base de reflexión y
juicio sobre esa facilidad con la que hoy se justifican las anomalías
matrimoniales, sobre todo si toca vivirlas en nuestras familias.
Llevado a terrenos aplicables a nuestra realidad práctica,
sería un momento de ejercicio de adhesión a la Iglesia, al Papa, y que no se
produzca un divorcio entre nuestra fe y la fe de la Iglesia. Se entiende mal
pretender estar por encima de sus enseñanzas.
Unidos a toda la Iglesia en nuestra Eucaristía dominical, ponemos nuestras peticiones ante el Corazón de Dios.
ResponderEliminar- Que el matrimonio sacramental sea respeta-do y no se tome como una fiesta pagana, Roguemos al Señor.
- Que los divorciados que se han unido en nuevas parejas, hallen en la Iglesia una acogida que les ayude a solucionar su situación, Roguemos al Señor.
- Que se llegue al matrimonio con la madurez y la seriedad de una realidad para toda la vida, Roguemos al Señor.
- Que no nos permitamos vivir “divorciados” con las enseñanzas de la Iglesia y del Papa. Roguemos al Señor.
Concédenos, Señor, la humilde actitud de fe para acoger el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia, y vivir nuestros sentimientos de misericordia hacia todos nuestros hermanos.
Por Jesucristo N. S.
Puede pasar desapercibido el final del evangelio de hoy; hasta puede que no lo lean en todas las Misas. Pero es algo básico para poder acoger el evangelio y la doctrina de la Iglesia y las enseñanzas del Papa: "El que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en la casa de mi Padre".
ResponderEliminarY lo llamativo es que son algunos de los "católicos apostólicos romanos" los que más dificultad tienen para acoger como niños ese Reino de Dios, que no es un monolito de piedra sino una realidad viva que avanza y se desarrolla y se perfecciona.