LITURGIA
Otra vez la 1ª lectura
(Rom.5,12.15.17-19.20-21) está para copiarla y para irla leyendo
meditativamente, pues la idea es una sola pero desarrollada de diversas
maneras. Se puede reducir a esto: El pecado de Adán ha cogido a toda la
humanidad. La redención que ha traído Cristo también abarca a toda la
humanidad. Y eso se va expresando de diversos modos: la muerte entra por el
pecado; la vida por Cristo y su obra de salvación; el pecado mata a todos; la
sangre de Cristo da vida a todos. El pecado de uno condena a todos; la justicia
de otro salva a todos. La desobediencia de uno causó la muerte; la obediencia
de otro, Cristo, es causa de la vida. Donde abundó el delito, sobreabundó la
gracia.
No he dicho nada nuevo. Es la lectura puesta en paralelos
que se hacen muy comprensibles. Léase y saboréese.
Evangelio muy trillado (Lc.12,35-38) y quizás eso mismo nos
demuestra la necesidad de orar para que no acabemos diciendo superficialmente
que “ya nos lo sabemos de memoria”. La Palabra de Dios es viva y por tanto cada
vez que se acude a ella, aun en temas repetitivos, nos dice algo que debe
entrar dentro de nuestro corazón.
En aquel tiempo dijo
Jesús sus discípulos: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas;
vosotros estad como los que aguardan a que su señor llegue y llame. Lucas
no ha escrito la serie de parábolas finales que trae Mateo, pero ha sintetizado
en dos palabras el mensaje: “ceñida la cintura” como quien está para emprender
un viaje, es decir: dispuestos y preparados. “Encendidas las lámparas”, que nos
remite fácilmente a la parábola de las 10 jóvenes que esperan al novio. Y que
está suponiendo que la lámpara encendida es señal de atención y preparación, de
modo que nunca nos pueda coger a oscuras la salida al encuentro del Señor, o el
momento en que el Señor decide venir a nosotros.
De ahí: estad como
los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas llegue y
llame. Ésta es la lección: la llegada del Señor a cada uno es una realidad
cierta pero de tiempo imprevisto. No puede ser que se deja para última hora la
disposición del alma para que esté adornada de la Gracia de Dios. Tiene que
estarlo YA. [Eso, por otra parte tan moderno, que pretende todo “YA”. Pues
apliquémoslo al negocio de la vida, que es el más importante de todos los
negocios que se nos pueden presentar]. “Abrir apenas llegue y llame”: es el
secreto.
Dichosos los criados
a quienes su señor, al llegar, los encuentre en vela. Y con una palabra muy
típica de Lucas, varía la terminación del caso con un detalle cordial: os aseguro que el señor se ceñirá, los hará
sentar a la mesa y les irá sirviendo. Mateo dice que el amo, que vuelve, se
sienta a comer y los criados le sirven. Lucas nos presenta a ese amo que paga
la fidelidad de los criados ciñéndose él y poniéndose a servirles. En realidad
es lo que va a suceder: al morir en gracia de Dios, ya no queda a las criaturas
nada más que servir ni que hacer. Sólo les queda que dejarse llevar por el
abrazo de Dios, “que se pone a servirles”. ¿No es digno de considerar
expresamente esta variante de Lucas? Una novedad que nos presenta la Palabra en
este día.
Es evidente que el Señor no se nos presenta ahí a la vuelta
de la esquina, y que él no se ha ausentado para irse a la boda. Lo evidente es
que nos ha dejado aquí a nosotros el desarrollo de cada día y la relación con
los semejantes. Y es ahí donde el Señor se nos presenta: en el servicio que
prestamos a nuestros hermanos. En el buen talante con que los servimos. En
saber, si es posible, adelantarnos a una necesidad ajena para estar ahí al
quite. Y todo eso es lo que va tejiendo el entramado de nuestra vida para estar
con la cintura ceñida y la lámpara encendida. Y lo que va a contar el día que
se presente el Señor y nos llame, y nos encuentre en vela, preparados,
dispuestos, sin necesidad de ir entonces a buscar el aceite para las lámparas.
La anécdota que se cuenta de San Luis Gonzaga: estaba
jugando en el patio de recreo y un compañero le preguntó píamente qué haría si
le anunciasen que iba a morir ese día. Esperaba el interlocutor que el santo de
Luis diría que se iría a la Capilla a orar. Pero Luis, que estaba haciendo en
aquel momento lo que tocaba hacer, le contestó: “seguiría jugando”. Estaba
preparado.
Que bueno el comentario de San Luis Gonzaga, me da paz y confianza.
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