LITURGIA: Virgen del Pilar
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Lc.11,27-28 es un respuesta de Jesús ante una mujer que se
ha emocionado con Jesús por su respuesta a los que le atribuían su poder de
echar demonios a fuerza del mismo demonio, o que pedían una señal nueva.
La gran señal que da Jesús es la del que escucha la Palabra de Dios y la pone en
práctica. Y esta afirmación la toma la liturgia de la fiesta de la
Santísima Virgen del Pilar para resaltar la realidad de lo que fue María.
Grande porque engendró y dio a luz y amamantó a Jesús, pero mucho más grande
porque fue mujer abierta a Dios en todo momento, escuchando su Palabra y
acogiéndola sin cortapisas, aunque su aceptación le suponía entrar en un camino
muy difícil, que ya lo tenía ella sabido por la recitación del profeta Isaías y
el poema del Siervo de Yahwé, que es un anticipo del relato de la Pasión del
Mesías. Y a María se le anunciaba el
Mesías. Aceptar esa realidad era aceptar todo lo que venía con ello.
María, en su advocación de “Pilar” o de “Columna” que
sostiene, está expresando una fuerza, una seguridad para sus hijos, que bien
saben que tienen en ella una protección muy especial. Ella, que asumió la
pasión del Hijo –vislumbrada ya de antemano en el Siervo de Yahwé- es una
columna inconmovible para apoyar a sus hijos, que se encuentran –nos
encontramos- en la lucha diaria y en medio de embates poderosos de las fuerzas
del mal.
La otra lectura –que se puede elegir entre una del Antiguo
Testamento y otra del Nuevo- la vamos a escoger de los Hechos de los Apóstoles
(1,12-14) que nos presentan a María en oración junto a los apóstoles en el
Cenáculo en los primeros momentos de la Iglesia naciente, esperando –según la
promesa de Jesús- la venida del Paráclito, que había de ser la creación misma
de la Iglesia, convirtiendo a aquellos apóstoles medrosos y asustados, en
hombres lanzados en la divulgación del gran mensaje del Cristo muerto y
resucitado, capaces de abarcar el mundo entero en el mensaje salvador de la
humanidad.
Allí estaba María. Ella también en oración y sosteniendo a
aquellos hombres. Y ella recibiendo también el Espíritu Santo y siendo por
segunda vez “madre” en el momento de engendrar la Iglesia de Cristo. Otra vez
bajo la fuerza del Espíritu que la cubría con su sombra.
Por eso es Pilar para nosotros. Por eso la reconocemos
como patrona de la Hispanidad, que ha
fundado una cristiandad en los pueblos de América, como fuerza que se extiende
por España y su labor evangelizadora.
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