LITURGIA
Entramos en el profeta Malaquías, y vamos al
capítulo 3,14 a 4,2. Hay una queja de algunos contra el Señor. El Señor les ha
echado en cara que son arrogantes contra Él. Y ellos se vuelven en contra y
preguntan en qué son arrogantes: Decís: «En qué levantamos la voz contra
ti?».
Y
el Señor les responde
En que decís: «No vale la pena servir
al Señor. ¿Qué sacamos con guardar sus mandatos, haciendo duelo ante el Señor
del universo?; Al contrario, los orgullosos son los afortunados; prosperan los
malhechores, tientan a Dios, y salen airosos». Fijémonos que este argumento es el que
utilizan hoy día también algunas gentes: los malos corren mejor suerte que los
buenos. Lo que les hace justificarse en no vivir rectamente.
Por el contrario, Los
hombres que temen al Señor se pusieron a comentar esto entre sí. El Señor
atendió y escuchó. Ante él se escribió un libro memorial, en su presencia, en
favor de los hombres que temen al Señor. Las obras buenas no se pierden.
Están escritas en la presencia de Dios. Ese
día que estoy preparando, dice el Señor del universo, volverán a ser propiedad
mía; me compadeceré de ellos como se compadece el hombre de su hijo que lo
honra. Volveréis a ver la diferencia entre el justo y el malhechor, entre el
que sirve a Dios y el que no lo sirve. Dios hace justicia y quedará patente
en su momento la diferencia entre el hombre malvado y el que es justo.
Y continúa el discurso del Señor, poniendo las cosas en
su sitio: He aquí que llega el día,
ardiente como un horno: en el que todos los orgullosos y malhechores serán como
paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no
les dejará ni copa ni raíz.
Pero a vosotros, los que teméis mi
nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra; saldréis
y brincaréis como terneros que salen del establo. Vuelvo a repetir, como siempre, que no
es el temor lo que enseña Dios. En la Biblia constantemente se pone en paralelo
el “temor de Dios” con el “amor a Dios”. Se trata de un amor reverencial, el de
un hijo hacia su padre –y padre bueno-, que nunca es miedo al padre sino
respeto amoroso. Que San Pablo nos lo hace patente en la carta a los Romanos
cuando nos dice que no hemos recibido un
espíritu de esclavos para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos para
sentir a Dios ABBA (Padre).
El
evangelio de Lucas (11,1-4) incidiría en esa idea del amor, queriendo
presentarnos Jesús a Dios como el Padre o el Amigo bueno que siempre nos
escuchará y atenderá nuestras súplicas.
Jesús,
en su estilo que se va a los extremos, nos pone la contraposición del amigo que
no quiere molestarse en levantarse a dar a su amigo los panes que le pide, pero
al que el amigo le insiste hasta que finalmente se levanta y se los da.
Y
advierte Jesús: si vosotros, que sois
malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? Precisamente el
Espíritu del amor.
Y
pone Jesús ese grado de insistencia que debemos tener en nuestra oración: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis,
llamad y se os abrirá, porque todo el que pide, recibe, el que busca, halla y
al que llama se le abre.
Que
Dios siempre escuchará favorablemente. Si ya un padre en la tierra no le va a
dar una piedra a su hijo que le pide pan, Dios es más generoso todavía y más
bondadoso y siempre dará cosas buenas. En concreto San Lucas habla de pedir el
Espíritu Santo, petición que nunca fallará. “Pedir el Espíritu Santo” es pedir
los dones espirituales que nos han de conducir a Dios. Pero no deja a un lado
la petición de otros bienes. Lo que pasa es que lo que no falla es la petición
que se hace de los bienes del Señor, porque esos siempre serán según la
voluntad de Dios. Los otros dones que pedimos frecuentemente pueden ser
verdaderos bienes para nosotros o no serlo, aunque lo creamos. Y –como dice en
otro lugar- Dios dará COSAS BUENAS a los que le piden. El ejemplo que
siempre se pone: un niño pequeño se emperra en querer un cuchillo para cortar
el pan. Y su padre le corta el pan pero no le da el cuchillo porque no sería un
bien para el niño. Así ocurre con nuestras peticiones en muchos casos: creemos
ser un bien para nosotros pero no lo son. Y Dios sustituye la petición por
“cosas buenas”.
Nos alegramos por su recuperación.Hemos echado en falta sus sabios y útiles comentarios.Que Dios le bendiga.Abrazos
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