14ª.- “EN
GALILEA” (Mt 28, 16-20)
¿Estaban en Galilea? ¿”Galilea”
para San Mateo expresa lugar favorable,
más que geográfico? Porque hemos estado
todo el tiempo en Jerusalén y volveremos a Jerusalén de nuevo. Entronca San Mateo con el encuentro del ángel
con las mujeres la madrugada de aquel
primer día, donde acaba con el recado a los discípulos, diciendo: irá delante de vosotros a Galilea; allí me veréis. San Marcos, cuya descripción tiene sus puntos
de coincidencia con ese “Galilea” del primer evangelista, lo cuenta como
continuación de la síntesis que hace de la “aparición a los Once”, que ha sido
en Jerusalén. Y dice: Y les dijo…” Un “y” copulativo, y nada
dice de que haya un traslado a la región
de Galilea.
Dos puntos comunes en Mateo y
Marcos son el Bautismo y el envío, tan esenciales, que dicen mucho
de que se trata de la misma aparición. Estamos en un momento de enorme
trascendencia para la Religión naciente. El bautismo en toda religión y cultura
–con el nombre que sea- supone una consagración,
compromiso o pertenencia a una nueva situación. Jesús vuelve a poner delante el supremo poder recibido en el Cielo y en
la tierra (por tanto es poder que sólo viene de Dios), y con ese poder envía,
da la misión a sus apóstoles. Y con un
imperativo ID, les lanza al mundo
entero, a todas las gentes, para bautizarlas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo. “El Nombre”, definitorio de la persona, no
es sólo un “nombre”; es la persona misma.
Y entonces “bautizar” es dedicar
en exclusiva a esas gentes para el
Padre, para el Hijo y para el Espíritu Santo. Expresa así una
señal indeleble por la que las gentes que reciban ese bautismo quedan marcadas para siempre con esa señal de
pertenencia definitiva a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La palabra que se ha usado para
indicar esa “marca” es el griego “jaracter”, la misma palabra que expresa la
marca a fuego de las reses para que sean siempre identificadas como pertenencia
de un determinado dueño. De ahí el “carácter
bautismal”, con el que queda definido el sentido indeleble del bautismo
cristiano.
¿Y adónde lleva? A “enseñarles
a practicar todo lo que os he mandado”.
Mi bautismo llena, por tanto, una consagración de plena pertenencia a
Dios…, de exigencia de fidelidad mía a Dios, al que pertenezco.
Mi bautismo, que me viene desde
Jesús mismo y su renacer de nuevo por el
agua y el Espíritu anunciado a Nicodemo, me ha sumergido en un mundo nuevo
del que yo no soy dueño, sino en el sentido sublime de mi libre aceptación y
voluntaria elección de ese don que he recibido.
Con mi bautismo –puede decirse-
inicio cada Eucaristía en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y la acabo con el envío imperativo final del IR EN PAZ.
Se ha tratado de relegar la
palabra MISA para designar la celebración eucarística, y sin embargo “misa” es
una forma castellanizada de “missa”
en latín, perteneciente al verbo ENVIAR.
De ahí que se haya descafeinado el “Podéis ir en paz” como una
“despedida”, cuando en realidad es un MANDATO es el propio ID de Cristo, enviando… Y
cuando la Celebración parece haber acabado, en realidad lo que el celebrante
hace es espolear a los fieles –bautizados- a cumplir su misión de ir trasmitiendo la paz y el buen hacer de
Cristo por dondequiera que vayan.
De ahí que las palabras con las
que el evangelista cierra su Evangelio, son las que dan permanente actualidad a
ese Evangelio: Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo. En efecto: esta es la
experiencia sublime del CREYENTE: que no
es un individuo particular, aislado… Es miembro de la familia de Dios, y en
quien se está repitiendo día a día la propia presencia del Señor Jesús.
LITURGIA DEL DÍA
Destaca en la primera lectura
cómo las hostigaciones que han venido sufriendo los apóstoles, van cuajando en
una persecución mucho más abierta, centrada ahora en la persona de Esteban, un
hombre recto y recio, que va con la verdad por delante, y sus enemigos (ya ha
tomado parte el pueblo…; quien siembre
vientos, recoge tempestades), y llegan a la calumnia para acabar con él.
En el Evangelio, surge la
extrañeza de que Jesús esté en Cafarnaúm, siendo así que no se había embarcado
con los discípulos (y sólo había una lancha). A la pregunta extrañada de las
gentes, Jesús les advierte que lo buscan más por haberles dado el pan que por
buscarlo a El. Pero en realidad Jesús está preparando el terreno para emprender
su otra línea de enseñanza sobre el nuevo
pan que Él les va a dar.
Dos lecturas que aún no están en
el centro de sus correspondientes temas, pero los están preparando.
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