Tercer ejercicio: La “REPETICIÓN”
Uno de los “modos de oración” que presenta San Ignacio en
los Ejercicios Espirituales es LA REPETICIÓN. Consiste en no ir a una nueva
materia sino volver sobra la materia pasada. En este momento es volver sobre el
primero y segundo ejercicios, cosa indispensable para que no sean materias que
se quita uno de encima.
La REPETICIÓN va a tomar como puntos de oración aquellos
que más han marcado en cada ejercitante sus meditaciones anteriores: las que le
produjeron mayor consuelo al alma; las que le provocaron más desconsuelo… Lo
que más tocó sus sentimientos espirituales. Ahí hay que pararse y en vez de
tomar nueva materia, ahondar mucho en las anteriores. Y descubrir así con más
verdad lo que hay dentro del alma.
Y San Ignacio propone acabar con TRES COLOQUIOS, que son su
recurso más importante para indicar que esta parada es de suma trascendencia, y
que ante la dificultad humana para ser plenamente sincero, hay que suplicar la gracia de Dios. ¿Cómo?
Primero es poner a la Virgen para que Ella sea quien nos
ponga con Jesús y nos conecte con Él, Que la Virgen pida para nosotros y nos
alcance de Jesús la gracia que necesitamos. El 2º coloquio, un paso más: con
Jesucristo, para que Él nos alcance del Padre. Él, mediador que presenta su
aval en sus llagas padecidas por nosotros. Y un tercer coloquio directamente
con el Padre, para que nos conceda esa gracia que necesitamos.
¿Y qué gracias concretas pedimos como final de la oración
de repetición?
Conocimiento interno de mis pecados, para ABORRECERLOS. San Ignacio sabe que no
basta arrepentirse. Que muchos se arrepientes del pasado pero siguen en su
órbita, y antes o después “el perro vuelve a su vómito”. Por eso hace falta que
esos pecados propios provoquen repugnancia, rechazo instintivo, asco profundo,
nausea… Y mientras no sea así, no se sale de tal pecado.
“Sentir” el desorden de mis actos. “Sentir” es un sentir
interno, un experimentar el daño de esos DESÓRDENES. [“Desorden” es todo lo que
no va derechamente a Dios]. Y aquí hay un profundo pozo de aquellas “salvandijas”
de que hablaba Santa Teresa para expresar la maraña de cosas sutiles que
desordenan a la criatura. Conocer internamente mis desórdenes: todo eso mío
diario que lleva otros objetivos o se desenvuelve en los límites para no pecar…,
pero que son amenaza inminente de posible pecado. Pedir gracia para que, aborreciéndolos,
me
enmiende y ordene.
Y un tercer paso, enormemente serio: conocimiento del MUNDO para
aborrecerlo. El “mundo” es ese conjunto de máximas, de costumbres, de
actuaciones, de criterios, de medias verdades, de lobos con piel de oveja…, que
rodean por doquier y que nos vamos tragando fácilmente, y hasta con gusto. Una
víbora que trepa por nuestras vidas disimuladamente y que se mete en los
entresijos de personas y ambientes. El “mundo” hostil al evangelio, y por el
que Jesús no pide. Pero EL MUNDO que ha trepado en nosotros y nos ha
anestesiado… Pedir seriamente que lo sepamos descubrir en nuestro mismo
interior, y que lo aborrezcamos, para no caer en las cosas mundanas, vacías
y peligrosas.
Concluido el primer Coloquio con la Virgen, rezar
sosegadamente un AVEMARÍA.
Luego vuelve uno al principio de la materia del Coloquio y
se dirige a Jesús. Y al concluir, rezar el ALMA DE CRISTO.
Y dirigirse finalmente al Padre, repetir esas tres peticiones,
y acabar sosegadamente con el PADRENUESTRO.
La historia de JOSÉ
ResponderEliminarCualquier persona mayor se sabe de memoria la historia de José. La lectura 1ª de hoy es un mosaico de textos: Gn 41, 55-57, 42, 5-7 y 17.24: ha dejado la línea esencial, omitiendo detalles laterales. Y nos cuenta el momento en que José ya está en Egipto y ha sido encargado de los graneros del reino. Mientras en Egipto hay trigo en abundancia, en las naciones vecinas hay hambre y carencia de grano. Por eso recurren a Egipto para comprar. Y los hermanos de José (los que lo vendieron a unos mercaderes) tienen que ir a comprar. José los reconoce (ellos no reconocen a José, ni pueden imaginarlo), y José los prueba, les exige, les pone condiciones: uno se tiene que quedar en prenda…, y la vez siguiente tienen que traer a su hermano menor (para probar que no mintieron). José tiene el corazón desecho y hasta se retira a llorar. Y los hermanos comentan en voz alta que todo aquello les viene por su mala acción con José. No saben que José los entiende en su lengua. José se retiró y lloró.
El Evangelio de hoy –Mt 10, 1-7- me conmueve siempre, porque es el momento sublime y decisivo en el que Jesús llama a Doce para que hagan vida junto a Él. No se rodeó de ángeles; no escogió doce personas privilegiadas de conocimientos y santidad. Fueron aquellos Doce, con sus virtudes y sus defectos. Ellos serían LA IGLESIA; ellos darían cuerpo a la Iglesia. Y no me resisto a formar filas interminables tras cada uno de los Doce… ¡Y esa es la Iglesia hoy! Detrás de los DOCE sin excluir a ninguno. Con lo que eso significa. ¡Esa es la Iglesia! Ahí está nuestro papel, nuestro situarnos de corazón tras esos apóstoles y sabernos Iglesia HOY. Y sabernos responsables de esta Iglesia de hoy. Y sabernos miembros de esta Iglesia.
José, hijo de Jacob obtuvo la confianza del Faraón y lo nombró intendente de los graneros de Egipto. Cuando el hambre se sintió en toda la tierra sus propios hermanos acudieron a comprar grano, y no reconocieron a José...Ahora, muchas hambres asolan la tierra; hambre de doctrina, de amor, de piedad; la Iglesia nos recomienda: "Id a José". Ante tantas necesidades que personalmente padecemos , egoísmo, idolatrías,nos dice: acudid al Santo Patriarca de Nazaret.
ResponderEliminarJesús nos recomienda ir a José, cada vez que se nos presente una necesidad urgente; Él lo conoce bien ya que lo cuidó , en compañía de su Madre; los amparó en los momentos difíciles. A San José debemos acudir para pedirle que proteja la Iglesia en estos tiempos tan difíciles. Maestro de vida interior, servidor fidelísimo de Dios en relación íntima con Jesús, con él, el cristiano aprende como se puede ser totalmente de Dios, en medio de los hombres y santificando el mundo. Ninguna cosa me hace tan feliz como sentirme miembro de la Iglesia de Cristo, una hija de Dios, formando parte de esa única y gran Familia de Dios, que es la IGLESIA -Pueblo de Dios.
La misión de la Iglesia es llevar a sus hijos a Dios,a su destino eterno.Para eso ha nacido la Iglesia.La Iglesia como Madre,no se desentiende de la necesidades de sus hijos y por su misma misión espiritual, nos mueve a todos los hombres a que tomen conciencia de la raíz de donde provienen todos los males y urge a que pongan remedio a tantas injusticias, a las deplorables condiciones en que viven gran parte de la humanidad,que constituyen una ofensa al Creador y a la dignidad humana.
ResponderEliminarY ateniéndonos a la lectura de hoy acudamos también nosotros a José ,Maestro de vida interior,trabajador empeñado en su tarea,servidor fiel de Dios en relación continua con Jesús.Con José , el cristiano aprende lo que es ser de Dios y estar plenamente entre los hombres santificando el mundo.