14º domingo B, T.O.
Hoy nos ponen las Lecturas ante una necesidad de reflexión.
Desde la 1ª lectura (Ez 2, 2-5) se plantea el caso de la resistencia a la
Palabra de Dios. Ha de ir el profeta a enseñar al pueblo, pero el pueblo es
rebelde desde las generaciones anteriores, y no hará caso. Pero el profeta debe
presentar la Palabra de Dios: Esto dice
el Señor, para que conste que hubo un profeta que mostró al pueblo la
verdad de Dios. Escucharán o no, pero quedará patente que la Palabra de Dios se
mostró al pueblo.
Un caso práctico lo tenemos en el Evangelio: (Mc 6, 1-6):
Jesús predica en su pueblo, Nazaret, donde se había criado. Las gentes se
admiran de que aquel paisano que estuvo 30 años entre ellos, venga ahora con
esos conocimientos y enseñanzas. En el primer momento hay admiración y acogida.
Luego llega el reventador de turno para sembrar las dudas: ¿no es éste uno de nosotros?; ¿no es el hijo del carpintero y no es su
madre María, y sus parientes los que conocemos? Y desconfiaban de Él. Ha llegado el profeta, han escuchado al
profeta. Y desvirtúan su enseñanza y degradan a su persona.
Jesús expresa su dolor: Un
profeta no es reconocido en su tierra, entre sus familiares y en su casa. Y
apostilla el texto evangélico: no pudo
hacer allí ningún milagro.
Bien: hemos escuchado lo “que pasó”; hemos ido con la
imaginación a Nazaret y su dureza; al pueblo de corazón rebelde. ¿Y nos
quedamos ahí? ¿No proyectaremos todo eso en este momento nuestro, y en nosotros
en concreto? Porque esa es la fuerza de la Palabra de Dios: que hoy hay que
hacer presente lo que hemos escuchado.
La realidad en la que nos desenvolvemos es bastante
parecida al “pueblo rebelde”, al rechazo de Nazaret porque hay unos que gritan
más… Pero sea como sea, conste que ha
venido un profeta. Un profeta desde la voz de la Iglesia, desde la Palabra
y los gestos y el ejemplo del Papa. Desde la homilía en que se predica la
Palabra de Dios. Desde los mismos acontecimientos. Desde los hechos que nos
pone delante la historia que nos llega cada día en un telediario. Hay mucho
pueblo rebelde pero hay UN PROFETA, y la palabra de Dios está ahí. Me llega. Me
llama. Me toca a mí en particular. Y la pregunta es: ¿cómo me está tocando?,
¿cómo me siento yo interpelado por esta palabra?, ¿cómo acojo el anuncio
profético, de manera que me toque en mi vida misma?
Y si no me ha impactado aún, ¿qué pasos debo dar para que
ese anuncio influya en mi vida? ¿De qué medios me debo valer para completar mis
conocimientos y vivir el mensaje? Porque de otra manera, nos dice el evangelio
de hoy que no puedo esperar milagros de Jesús.
Podremos aducir nuestra pobreza humana, nuestras edades,
nuestra menor capacidad para captar en profundidad el mensaje. La 2ª lectura
nos presenta a Pablo en su debilidad, en la debilidad de su carne, en su
petición a Dios para que le libere…, y en la respuesta de Dios: Te basta mi Gracia. Y Pablo concluye que
se gloría en su debilidad y sus carencias, porque en ellas actúa la fuerza de
Dios.
Queda el paso esencial de la homilía: Hoy Jesús viene a
cada uno. Viene y quiere actuar, Quiere hacer milagros. Lo que va a depender de
las posturas que adoptemos. Cabe admirarse y quedarse quietos, como aquellas
gentes de Nazaret. Cabe replegarse en justificaciones para no dar pasos nuevos.
Cabe pensar en la propia carencia. Y cabe plantearse que Jesús va a actuar, y
hasta a hacer milagros, cuando haya una actitud activa que, ante la acción de
Cristo, da pasos adelante. Y dejar constancia de que entre nosotros HA HABIDO
UN PROFETA y hemos asumido esa palabra de Dios para imprimir un mejor ritmo en
nuestra respuesta cristiana.
Debe quedar constancia de que un Profeta ha venido entre nosotros.
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Necesitamos escuchar dentro, en nuestro corazón que “Esto, a mí, lo ha
dicho el Señor”. Roguemos al Señor.
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De una u otra manera Jesús se está haciendo presente, como en Nazaret.
Sepamos admirarnos y acoger su Palabra. Roguemos
al Señor.
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Necesitamos milagros del Señor en un mundo tan alejado de la fe. No nos
hagamos sordos a los diversos modos de hablarnos al interior. Roguemos al Señor.
-
No nos quedemos admirando al Papa. El Papa está enseñando muy a fondo,
y cada cual debe sentirse aludido. Aprender y actuar. Roguemos al Señor.
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Nuestra debilidad no es una justificación para dejar de hacer. Sintamos
la fuerza de Dios en esa debilidad. Roguemos
al Señor.
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La eucaristía nos acucia. Hagamos viva en nosotros la constante llamada de Dios. Roguemos al Señor.
Que no nos
contentemos con lo que sabemos y somos; danos deseos de ahondar nuestros
conocimientos y de vivir nuestra fe, y haznos así profetas de la verdad en
medio de nuestro mundo.
Por Jesucristo N. S.
"ME FUE CLAVADO UN AGUIJÓN EN LA CARNE,UN ANGEL DE SATANÁS, PARA QUE ME ABOFETEE."
ResponderEliminarParece como si San Pablo sintiera sus limitaciones de una forma muy viva,junto a las ocasiones en que ha contemplado la grandeza de Dios y de su misión de apóstol. También nosotros hemos entrevisto en la vida "metas de generosidad, metas de sinceridad,metas de perseverancia......" y sin embargo tenemos metida en el alma,en lo más hondo de lo que somos una especie de raíz de debilidad, falta de fuerza de impotencia i decimos " no puedo"
.En esta situación ,lo que el Señor espera de nosotros en esas situaciones,es que tengamos presente siempre las palabras que el Señor nos dirige hoy a cada uno de nosotros "TE BASTA MI GRACIA "para que nos llenemos de fortaleza y esperanza ante las pruebas que tenemos delante. Nuestra debilidad nos llevará a amar y sentir la necesidad de estar siempre cerca de Jesús.