Cuarto ejercicio: EL RESUMEN
Es un ejercicio poco conocido porque sólo se puede utilizar
en el MES completo de Ejercicios. Presupone los tres ejercicios anteriores y
hace nueva parada en el tema de ellos. Ahora estamos en el pecado y el “Resumen”
viene a detenernos sobre las experiencias que hemos tenido en esos tres
ejercicios. Dice expresamente el texto que ·resumir
es que el entendimiento, sin divagar, va repasando asiduamente los recuerdos de
las cosas contempladas en los ejercicios anteriores. Y se hacen los tres
coloquios”. Se trata, pues, no de meditar sino de ir asentando lo que ya
está meditado.
No es extraño que el ejercitante deseara dejar pronto atrás
estos temas. Que para alguno puede ser una pesadilla estar pensando en su
pecado. Y sin embargo San Ignacio nos dice que hay que tener la madurez de
detenerse ahí, y dar oportunidad a adentrarse más y más en esos recovecos profundos
del alma en los que se albergan esas “sabandijas” de Santa Teresa, y que es un
cúmulo de detalles enmarañados que no llegaremos a corregir mientras no se deshaga
esa madeja. La parada que nos pide San Ignacio no es una parada masoquista para
darnos golpes de pecho sino el descubrimiento de algún nuevo pecado (nuevo
porque no se había descubierto, pero estaba ahí), y que debe constituir un
verdadero gozo porque en la medida en que el pus aflora es como se puede desinfectar.
San Ignacio llega a escribir que del pecador rezuma un pus asqueroso… Pero
ahora, detenidos sobre la infección, podremos aplicarle el “antibiótico”.
Antes, cuando no estaba descubierto, no se le podía curar.
Por eso el RESUMEN es una gracia de Dios. Y advierto que San Ignacio ya plantea en el
frontispicio de los Ejercicios que hay ejercitantes IDÓNEOS, que son capaces de
adentrarse en esta plena experiencia; y que los hay NO IDÓNEOS para los que
aconseja que se les den unas breves meditaciones “de alivio” y se les despida,
porque no valen para una experiencia como ésta de unos Ejercicios serios.
El Examen de la
oración
A todo esto hay un tema profundamente ignaciano y que es
indispensable para que la oración tenga un efecto práctico: es el EXAMEN DE LA
ORACIÓN.
¿Cuántas veces hemos hecho oración? ¿Cuántas veces nos
hemos hecho conscientes de lo que hemos tenido en la oración?
San Ignacio no quiere que la oración se quede en mero
ejercicio mental. Y con ser parco en sus concreciones prácticas (prefiere dejar
abiertos los temas para no encerrar nunca al alma), al hablar del Examen de la
Oración le señala expresamente 15 minutos. Porque no se trata de saber si se
hizo bien o se hizo mal (que también es importante para corregir para la vez
siguiente), sino que hay que recopilar los frutos de la oración. Como el
labrador que siembra, riega, cultiva, siega y almacena, el ejercitante ha hecho
su oración y ha trabajado por espacio de una hora. Le toca recoger, medir, pesar, almacenar. Y eso es lo que debe
hacer en el examen de la oración:
-¿Qué me toco el alma? ¿Qué momentos más vivos? ¿Dónde
experimenté más la mano de Dios? ¿Hacia dónde me inclinaron?
-¿Dónde estuve más seco, más displicente, más deseoso de
acabar? ¿Quizás me sentí alejado de Dios? ¿Qué sentimientos negativos se me han
producido?
Todo esto es lo que recoge este examen. De todo eso es de
lo que hay que hablar con el que acompaña los Ejercicios, porque es esencial en ejercicios ignacianos el
contacto con el que da los ejercicios o acompaña en ellos para que ayude a
apoyar todo lo que va en buena dirección, o a descubrir posibles desviaciones y
engaños. Es lo que va llevando a un discernimiento para hallar el camino de
Dios.
Como cosa mía personal (que no dice expresamente San Ignacio,
aunque puede intuirse), el ejercitante aprovechará con ir tomando notas de
estos movimientos de su alma. De otra manera se volatilizan.
Y porque habrá un momento de ejercicios en que le va a
hacer falta tener recopilado todo este fruto.
Liturgia del día
ResponderEliminarEntre cortes de luz, llego a una tercera intentona de hacer el comentario de la liturgia del día (que ya he perdido por dos veces).
La frase final de la 1ª lectura – Gn 44, 18-21, 23-29, y 45 1-5- es la clave de toda esa lectura y de la historia: no os preocupéis de haberme vendido aquí; para salvación me envió Dios delante de vosotros. Toda la historia humana tiene muchas anécdotas y sucesos. Todo eso se puede ir dejando a un lado para hallar el hilo conductor esencial de toda la Biblia y toda la historia. Mientras los hombres llevan “su historia”, Dios va tomando en su mano todos esos renglones torcidos y está yendo derechamente a otra historia, que es la historia de la salvación.
Es una clave para leer la Biblia. Hay que ir desbrozando todo lo anecdótico y todo lo meramente humano, y buscar siempre la línea recta, que es la que sigue Dios. Y es línea de salvación.
Útil también a nosotros en la realidad de la vida y de la historia que nos toca vivir: Dios siempre escribe derecho. Pero la vida encierra muchos recovecos, muchos zigzag, en los que los humanos nos liamos: son nuestros renglones torcidos. Pero “para esto me envió Dios delante de vosotros: para salvación, ¡siempre para salvación!, pase lo que pase y sea lo que sea.
En el Evangelio (Mt 10, 7-15) los Doce elegidos son enviados a ir delante de Jesús a ciudades y aldeas para anunciar el Reino de Dios que está cerca…, tan cerca que Jesús viene detrás. La condición que pide esa predicación del Reino es LA PAZ: que los que van a recibir el Reino estén en paz consigo mismos y en paz con los demás. Los apóstoles van desprovistos de toda ayuda o soporte humano. Sólo llevan la paz y el anuncio del Reino. Donde haya gente de paz, se quedarán. Donde no hay gentes de paz, ellos no pierdan su paz…, no se alteren…, no se dejen llevar de celos espirituales… Que se retiren a otro lugar.
Otra vez una gran enseñanza para nosotros, que hemos de desenvolvernos en paz, y no alterarnos por ninguna contradicción. Donde no seamos acogidos, donde el mensaje no es acogido, nos retiramos adonde haya paz y acogida del Reino. Merece la pena trabajar allí.
No es necesario prepararse mucho para el camino: sólo somos unos humildes instrumentos disponibles para que el Señor nos conduzca; queremos anunciar el Reino de Dios, sencillamente, con palabras veraces y sencillas; queremos evangelizar con gestos adecuados y palabras oportunas. Queremos ofrecer un mensaje creíble, un mensaje evangélico que llegue a los corazones de quienes nos escuchen; es importante para ello que nos conozcan por nuestra vida ejemplar. Pongámonos en actitud de servicio; no pretendamos nunca nuestro propio interés, sino tender la mano a los demás, compartir, llevar confianza, gozo y esperanza, y amor, mucho amor, para crear hogar allí donde nos encontremos. Somos IGLESIA, somos todos hijos de Dios. Somos todos hermanos, porque somos todos hijos del Creador de cielos y tierra, el UNICO PADRE, EL ÚNICO DIOS VERDADERO.
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