'Cuando nos equivocamos,
Dios corrige la historia'
En la homilía de este jueves, el Santo Padre recuerda que el
Señor nos salva en la historia y camina con su pueblo
18 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - La historia de Dios con nosotros
es siempre historia de salvación. Y debemos fiarnos de Dios también en los
momentos oscuros, aún cuando no entendemos. Así lo ha indicado esta mañana el
santo padre Francisco esta mañana en la homilía de Santa Marta.
“Dios ha querido salvarnos en la historia”, nuestra salvación “no
es una salvación aséptica, de laboratorio”, ha advertido. Por eso, el Papa ha
recordado que Dios “ha hecho un camino en la historia con su pueblo”. De este
modo, “no hay una salvación sin historia. Y para llegar al punto de hoy ha
habido una historia larga, un historia muy larga”, ha afirmado Francisco.
El Papa lo ha explicado de este modo: “y así, paso a paso, se hace
la historia. Dios hace la historia, también nosotros hacemos la historia; y cuando
nosotros nos equivocamos, Dios corrige la historia y nos lleva adelante,
adelante, siempre caminando con nosotros”. Si nosotros no tenemos esto claro
--ha indicado el Pontífice-- nunca entenderemos la Navidad. Nunca entenderemos
la Encarnación del Verbo.
Y ha añadido: “es todo una historia que camina. ‘Padre, ¿ha
terminado esta historia con la Navidad?’ ¡No! Ahora aún el Señor nos salva en
la historia. Y camina con su pueblo”.
Así, Francisco ha recordado que en esta historia están los
elegidos de Dios, esas personas que Él elige para ayudar a su pueblo a ir
adelante, como Abraham, Moisés, Elías. Para ellos “hay algunos momentos
difíciles”, “momentos oscuros, momentos incómodos, momentos que molestan”, ha
observado el Papa. Personas que quizá quieren vivir tranquilas pero que “el
Señor incomoda. ¡El Señor nos incomoda para hacer la historia! Nos hace ir
muchas veces sobre caminos que nosotros no queremos”, ha exclamado el Santo
Padre.
Por otro lado, Francisco ha recordado que el Evangelio del día
habla “de otro momento difícil de la historia de la salvación”, en el que José
descubre que su prometida, María, está embarazada. A propósito, el Pontífice ha
explicado que “él sufre, ve las mujeres del pueblo chismorreando en el mercado;
pero él sufre. ‘¡Pero esta es buena, yo la conozco! Es una mujer de Dios. ¿Pero
qué me ha hecho? ¡No es posible!’ Si la acusa, la lapidarán. Pero no quiere,
aún si no entiende. Sabe que María es incapaz de ser infiel”. Y de este modo el
Papa ha señalado que “en estos momentos difíciles estos elegidos de Dios, para
hacer la historia deben cargar el problema a sus espaldas, sin entender”. Así,
“el Señor hace la historia”.
Francisco ha proseguido indicando que “así hace José, el hombre
que en el momento más feo de su vida, el momento más oscuro, toma sobre sí el
problema. Y él se acusa a sí mismo a los ojos de los otros para cubrir a su
esposa”. Quizá --ha observado-- algún psicoanalista dirá que este sueño es el
condensado de la angustia, que busca una salida… que digan lo que quieran. Pero
lo que José hizo después del sueño, tal y como ha recordado el Papa, toma
consigo a su esposa. “No entiendo nada, pero el Señor me ha dicho esto y este
aparecerá como mi hijo”.
Y así, ha proseguido la homilía indicando que “hacer historia con
su pueblo significa para Dios caminar y poner a prueba a sus elegidos”. Pero al
final los salva: “recordamos siempre, con confianza, también en los momentos
más difíciles, también en los momentos de enfermedad, cuando nos damos cuenta
que debemos pedir la extrema unción, porque no hay salida, decir: ‘Pero Señor,
¡la historia no ha comenzado conmigo ni terminará conmigo! Tú ve hacia
adelante, yo estoy dispuesto!'” Y así, “ponernos en las manos del Señor”.
A continuación, Francisco ha preguntado qué nos enseñan los
elegidos de Dios.
“Que Dios camino con nosotros, que Dios hace historia, que Dios
nos pone a la prueba, que Dios nos salva en los momentos más difíciles, porque
Dios es nuestros Padre. Y según Pablo es nuestro Papá”, ha explicado.
Para finalizar la homilía, el Pontífice ha pedido que “el Señor
nos haga entender este misterio de su caminar con su pueblo en la historia, de
su poner a prueba a sus elegidos, que toman sobre ellos los dolores, los
problemas , también la apariencia de los pecadores --pensemos en Jesús-- para
llevar adelante la historia”.
Beato Guillermo de Fenolis, religioso
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En la cartuja de Casotto, en el Piamonte, beato Guillermo de Fenolis, religioso, que antes había sido ermitaño.
El beato Guillermo Fenoglio, nacido en Garessio (provincia de Cuneo, Italia) en 1065, murió probablemente en 1120, en la Cartuja de Valcasotto. Es por lo menos sorprendente que un simple «converso cartujo» (es decir, un «hermano laico») haya disfrutado de tanta fama, no sólo en su región, sino en media Europa, de tal modo que ha sido con frecuencia representado en pinturas y esculturas, tal vez más veces que otros santos mucho más «famosos» pero de iconografía pobre o inexistente. Esto no puede explicarse sólo por su fama de «santo de los milagros burlones» (quita y pone la pata de una mula, disputa con el diablo la construcción de un puente, etc.): Guillermo es una personalidad fuerte, casi magnética, que atrae a la gente por su testimonio de vida, su simplicidad, y por supuesto por la ola de hechos milagrosos que ocurren después de su muerte. Cuando a los 20 años hace su entrada en la Cartuja de Cassotto, ya tiene realizado un intenso camino a la perfección y a la profunda unión con Dios.
Se le pide que organice la comida para el monasterio, allí va, pidiendo limosna en las fincas y pueblos de la zona, yendo incluso hasta Mondovi y Albenga. Es el blanco favorito de los bandidos que poblaban las calles y que más de una vez le quitan todo lo que ha conseguido. Guillermo entra en crisis, y se queja al Prior, que entre serio y burlón le invita a defenderse «incluso con la pata de la mula». El humilde cartujo, que de la obediencia ha hecho meta de su vida, en la siguiente oportunidad en que lo atacan los bandidos, «en virtud de la obediencia» toma la pata de la mula, y la empuña contra los atacantes como un original garrote, que se dan a la fuga aterrorizados por ese gesto. Guillermo pone la pata del animal en su lugar y vuelve a la Cartuja, pero en la prisa la coloca boca abajo, de modo que la mula cojea lamentablemente. El prior se da cuenta, y para verificar qué hay de cierto en lo que se cuenta de los prodigios de Guillermo, lo regaña por su descuido y le ordena que ponga la pata como debe ser, y así, delante del prior y los hermanos y pidiendo disculpas por su error, quita con toda naturalidad de nuevo la pata y la coloca correctamente. Todo esto, por supuesto, sin que el animal pierda sangre ni rebuzne de dolor. De este hecho se ha apoderado la hagiografía del beato, a quien representa siempre empuñando la pata; e incluso en la cartuja de Pavia se lo llama en broma el «santo del jamón».
Cuando Guillermo muere, alrededor de su tumba ocurren milagros, la gente acude, y el monasterio es un torbellino (incluso llueven donativos, como atestigua un regalo exvoto de 1224). Para que la llegada de peregrinos no perturbe demasiado la vida de la Cartuja, a menudo trasladan su cuerpo, milagrosamente conservado incorrupto durante tres siglos, pero periódicamente vuelve a su lugar original. En plena era napoleónica, por temor a una profanación, esconden el cuerpo en una pared del monasterio, tan bien guardado que nunca más se volvió a encontrar. SS. Pío XI, el 29 de marzo de 1860, aprueba el culto de Guillermo, oficializando con el título de beato una veneración que la gente desde siempre le había tenido.