Voy
a viajar.
No
debe –por ello- faltar la meditación diaria.
Pero
si faltare, ya sabéis…
PRESENTACIÓN
DE JESÚS
La vida de Belén transcurrió
sin novedades especiales y aquella familia se acomodó a costumbres y estilos,
sabiendo –además- que su estancia allí era ya más por conveniencia de ellos
antes de presentar al niño en el Templo de Jerusalén.
A los 40 días,
“purificada María” (salida de su
cuarentena) según las costumbres, Ella, con el niño en sus brazos, y José
llevando la borriquilla, marcharon a Jerusalén donde cumplirían la ley de
Moisés con la presentación y ofrecimiento
del varón, y el rescate correspondiente con unas tórtolas o pichones.
Pero conforme entraban en el Tempo se encontraron con la
sorpresa de un anciano que se dirigió a ellos resueltamente, como quien viene a
tiro hecho. Era Simeón, que había pedido al Señor no morir hasta que sus ojos
pudieran ver al Mesías. Y Dios se lo concedió. Y aquel día el Espíritu le
señaló al buen hombre que aquel niño, en brazos de una muchacha joven, era el
Mesías de Dios.
Bien podemos imaginar lo sorprendidos que quedaron María Y
José, que se creían unos desconocidos totales y sin embargo Dios les había
señalado como los portadores del gran acontecimiento mesiánico. María depositó
al Niño en brazos del anciano, que dio gracias a Dios y ya ofreció su vida
puesto que se habían cumplido sus deseos.
Pero profetizó dos cosas: que ese niño sería bandera discutida ante la que situarían los seres
humanos. Otra: que eso mismo
supondría para la madre una espada de dolor que le atravesaría el alma. Dos
profecías muy duras y a la vez muy reales. De la primera, la historia ha sido
buen testigo. Y nosotros seguimos siéndolo porque no ha habido persona ni más
querida ni más rechazada que Jesús.
La segunda profecía no necesita explicación, porque la
madre fue ya testigo de aquellos sufrimientos de su hijo en diferentes
ocasiones, que culminaron en la Pasión y la muerte de Jesús.
Luego María y
José, con el niño, se dirigieron a los patios correspondientes. María quedó en
el atrio de las mujeres; José avanzó hasta el patio de los hombres y se acercó
al lugar del sacerdote para cumplir con el ritual. Luego volvió José con el
niño en sus brazos y lo volvió a depositar en los brazos de María, que sentía
el gozo del deber cumplido, y aquel primer pinchazo de la “espada” que había
anunciado Simeón.
Hoy el
evangelio nos relata la existencia de otra mujer anciana que se hace presente acercándose y dando gracias a Dios por
el niño aquel, y trasmitiendo su alegría a
todos los que aguardaban la liberación de Israel. Observo el detalle
evangélico de haber reseñado a un hombre y a una mujer en un momento como éste,
y en una cultura en la que la mujer poco pintaba.
Y aquella sagrada familia regresó a Belén, con la idea –seguramente-
de recoger las cosas y reemprender el regreso a Nazaret. Si seguimos a San
Lucas es así.
La 1ª lectura de hoy es una llamada de atención a todos para que
estén atentos a la acción de Dios y para prevenirse del “mundo” de las pasiones
-dinero, carne y soberbia-, que pasan de largo. El que se queda en eso no
está en él el amor del Padre, porque ese mundo es la antítesis de Dios.
Escrito todo
eso hace 2000 años, podría “fotocopiarse” para la situación que vivimos. Y por
tanto deja mucha tarea de reflexión por delante.
El Hijo de Dios viene a salvar a todos los hombres ,pero algunos no lo reciben. "Por Él fue hecho el mundo", dice San Juan, pero el mundo no le conoció. Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron,¡Cuánta tristeza para Jesús! Es el misterio de la libertad humana
ResponderEliminarPara poder descubrir a Jesús es necesario estar bajo el influjo del Espíritu Santo que es el que nos da la intuición necesaria para captar las cosas divinas y nos pone en los Brazps de Jesús que nos habla con Palabras adecuadas a cada uno. Para reconocer al Señor, tenemos que ser movidos interiormente por el Espíritu, como Simeón y Ana. Tenemos que ser personas "justas" y estar preparados para su venida.