miércoles, 6 de abril de 2011

COMIENZA EL EVANGELIO DE JESUCRISTO

Me estremece siempre este versículo: “Comienza el Evangelio de Jesucristo, hijo de Dios” (Mc 1). Comprendo que puede ser tan simple como un enunciado del evangelista, y hasta que el propio evangelista no pretendiera decir más que lo que dice. Sin embargo siempre me inspiró una catarata de pensamientos exigentes en la vida. Porque puede decir que siempre estamos en el “comienzo del Evangelio de Jesucristo”. Que no pasamos de ese comienzo. Que nos quedamos en la superficialidad de un comienzo. Que no nos adentramos por los secretos más hondos que quiere suscitarnos el Espíritu Santo cuando estamos meditando el Evangelio. Que somos (cuando lo somos) “devotos piadosos” del Evangelio, pero que preferimos “no saber más”..., y mucho menos “dejarnos tocar”, dejarnos exigir por ese “Evangelio de Jesucristo, hijo de Dios”, que no nos fue dado como libro de meditación sino como llamada a un seguimiento de Jesús, por los caminos y el modo de Jesús.

“Comienza el Evangelio de Jesucristo, hijo de Dios” cuando comienza un día y lo ofrecemos a Dios para que todo ese día sea en nosotros un tributo de amor y servicio, de poner en sus manos alegrías y pesares, gozos y dolores, familia y trabajo, cónyuge e hijos o padres, o abuelos..., etc. Pero queda el día por delante, y en el desgranar de las horas y los momentos se nos van metiendo otros pensamientos, otros sentimientos, otras reacciones, otras pasiones..., donde uno se queda luego descubriendo que se ha quedado en el “comienzo”. Que Jesucristo avanzó más a través de su llamada, pero que nos fuimos quedando aturdidos por la vorágine de tantas cosas y el estrés del trabajo y aun de las mismas ideas, bajo ese molinillo de todo lo que tuvimos que hacer.

Por eso me estremece: porque ahí hay una continuada llamada de Dios a mi alma. Y porque es evidente que en cada alma hay soplos de Dios para hacer sentir que Dios es un Dios vivo que no se acaba cuando uno ha pasado de la edad de los sueños, ilusiones e ideales de color de rosa. Que mientras vivimos hay siempre una nueva oportunidad en la que de pronto yo puedo sentir que hay un campo nuevo en mí, en la relación familiar, en las posibilidades de mi vida, en mi proyección hacia otros, donde el comienzo del Evangelio de Jesucristo, hijo de Dios, está llamando a que yo piense que me toca continuarlo, darle vida, hacerlo avanzar en mí..., y así hacerlo avanzar en la influencia positiva en el Cuerpo Místico de Cristo; los que me rodean, los cercanos a mí.

2 comentarios:

  1. Anónimo10:46 a. m.

    Yo me acuerdo ahora mismo de aquel joven rico que quería seguir a Jesús, pero que no pudo pasar del mero cumplimiento de los mandamientos que guardó desde su juventud. ¿Y porqué? Porque le faltó una cosa que a mi me ha tocado siempre el corazón, y que sin merecerlo, el Señor me ha mostrado. El desprenderse de todo lo que te impide seguir a Jesús más allá de ese "comienzo del Evangelio". Lo que pasa es que yo no puedo hacerlo por mi mismo, porque soy muy débil, pero amando a Dios con todas mis fuerzas, dejándome llenar de El, todo lo demás es lo que se va convirtiendo en supérfluo e innecesario. Mi anhelo no realizado aún es poder decir como San Pablo: "Ya no vivo yo, es Cristo el que vive en mi". O dicho con mis palabras. Ya no actúo yo, sino que es Cristo el que actúa por medio de mi.

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  2. El evangelio debe ser muy importante en nuestra vida y acogerlo con amor y fe, por otro lados las oraciones ayudan mucho para poder sentirnos bien protegidos por el camino de Dios.

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