“JUAN ES SU NOMBRE”
23 diciembre
Doy por uno de los momentos más solemnes de esta parte del Evangelio el momento en que Zacarías pronuncia aquellas palabras: “Juan es su Nombre” Y simultáneamente rompe a hablar. No dice que se va a llamar por una especie de capricho del matrimonio. Es que el niño aquel trae ya su nombre. Y eso era muy significativo a un judío. “Juan” es MISERICORDIA DE DIOS. Y Zacarías rompe a hablar. Y los familiares, vecinos y amigos se platean necesariamente: ¿Qué va a ser este niño”. Toda la 1ª lectura es el florilegio de Juan, anunciado desde tiempos atrás: “mi mensajero, el de la alianza que vosotros deseáis”, “quien prepara mi camino”; “al que nadie podrá resistir el día de su venida: lejía que limpia a fondo; fuego de fundidor que refina la plata”, “Elías que convertirá los corazones”, pararrayos del futuro.
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No puedo plasmar todo lo que hoy hallé en ese Niño que acuno en mis brazos… Se abre un mundo en ese elocuente silencio que enseña. Y si ayer se habló de renunciar a, es evidente que el corazón humano no se ha hecho para quedar en vacío. Se renuncia a lo que sobra, a lo que impide, a lo que ocupa espacios inútil o dañosamente.
Ahora viene el caudal nuevo que debe llenar. Y el Niño sigue diciendo en su silencio: ¡mírame!: niño, indefenso, sin palabras, pobre, , por cuna, la frialdad de un pesebre, o ahí dejándome calentar en tus brazos… Y estudia y aprende: a vivir en adelante una vida sobria y honrada. Sobrio supone vivir con lo necesario, y aun así, sobra algo. Desde luego te sobran muchas cosas; puedes prescindir de muchas cosas. Empezando “por dentro”: curiosidades, justificaciones, preocupaciones, “el día de mañana”… Y posiblemente, mucho, ¡muchísimo del día de ayer!.
“Ayer” fue el que fue. A Mí ya se me ha olvidado. Pero hay cosas que producen mal en ti o a tu alrededor: “córtate la mano, córtate el pie, arráncate el ojo”. ¿Qué pareCe que soy un Dios de mancos, tuertos o cojos? Nada de eso. Pero “ayer” hay que borrarlo, ¡pero borrarlo! En toda esa parte que es tu lastre. Sé sobrio, sé persona. Sé dueño. Será el pasado que sea: que Yo no me fijo ya, ni el planteamiento de Belén lleva a volver atrás. Pero, y mañana ¿qué? Ésta es la sobriedad que te pido.
Sobrio que equivale a honrado, con la honra de Dios, el honor a Dios, el estilo de Dios, el tomarse tan en serio a Dios que no se le pretenda simplemente acurrucar en los brazos “dulcemente”, engañosamente, y hasta puede llegar a ser “falsamente”. HONRADO es todo un reflejo del brillo de Dios. Y ahora, ¡aplica! Que las palabras son muy fáciles de pronunciar, pero no tienen valor hasta que no empiezan a traducir ese “esperanto” que los humanos pretendieron inventar (la lengua común para todos y que en realidad no es de nadie ni sirve para nada).
José iba todavía de camino. La Madre, más inteligente que nadie, se ha hecho la distraída y busca disimuladamente un rayo de sol. Pero en realidad me ha dejado a solas con Jesús, el Niño, la elocuencia silenciosa a gritos.
San Ignacio, que no se deja nada atrás, escribe al final de la contemplación del Nacimiento: “Mirar y considerar cómo María Y José han caminado y trabajado para que el Señor nazca en suma pobreza, y al final de tantos trabajos, e hambre y de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz y todo esto POR MÍ”.
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