martes, 20 de diciembre de 2011

EN LO MÁS ALTO O EN EL ABISMO

EN LO MÁS ALTO O EN EL ABISMO
20 diciembre


Hoy hay lecturas tan bonitas como la de la anunciación a María y la maravilla de la Encarnación del Verbo, desde la conjunción del Espíritu de Dios que viene, y el SÍ incondicional de María. Pero quizás se pase más de largos sobre la profecía-promesa de Dios a Acaz: Pide una señal en lo más alto o en el abismo…, allí donde no vale ni es posible la intervención de un poder humano. Y esa señal que da Dios por su cuenta es la virgen que concebirá y dará a luz un hijo, cuyo NOMBRE será: ENMANUEL. (Dios en medio de los hombres).



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Tenemos dos escenarios simultáneos: en Belén, aquella joven pareja que vive cada segundo, cada aliento, sin casi moverse: los ojos puestos sobre ese Niño que ha quedado depositado en el “sagrario” de un pesebre. Yo podría y querría ser allí lámpara que indicase que allí está Dios. No nos movemos nadie. Escuchamos la leve respiración del Niño, que ya duerme.


Al otro lado, entre las ovejas, los pastores que están sentados en el suelo, casi inmóviles mientras cantan el gran villancico de la vida: A Dios, Gloria en el Cielo, porque es el que tiene el honor y el poder; en la tierra, PAZ a la humanidad entera, a la que ama el Señor…, a la que ha venido, donde ha querido establecerse. Los cánticos resuenan por loa aires, y los pastores se miran: - Nos han invitado; nos ha nacido EL MESÍAS, debemos ir. Y empiezan a levantare, y van dando sus ideas… Tenemos que llevarles algo. Un madre que da a luz donde hay un pesebre, debe tener necesidad… Y el un o pienso en llevar leche de sus ovejas (le vendrá muy bien a la madre); otro piensa en su mejor zalea, porque el Niño puede necesitar calor, aunque tenga sus pañales y ya puedan haberlo abrigado… El otro, ese requesón… Fueron saliendo ideas. Sobre todo, salía una energía del alma: NOS HA NACIDO…

Ya están casi en plan de marcha… Pero, es evidente que alguien tiene que quedarse vigilando los rebaños Y nadie quiere dejar de ir. Tienen que acabar por echarlo a suertes, y al que le toca, le tocó, con harta pena de su alma.
Los demás, buenos conocedores de cada palmo del terreno, cortaron por veredas en dirección al lugar de donde había surgido el primer resplandor…


En Belén, María descansa como descasan las madres: que no duermen durmiendo sino velando. José se salió a su puesto de vigía, cruzó el bastón en la puerta (como era costumbre de pastores para que nadie entre o salga sin ellos enterrase, y se quedó en el duermevela típico de una situación así. No lo dejé solo. Y aunque reconozco que yo no me paraba entre la puerta y el pesebre, y entraba y salía, También llegué a dormitar.
José levantó de pronto la cabeza y aplicó el oído. Venía alguien. Y más de uno. Escuchaba conversaciones e intuía un grupo. José se puso de pie. No podía estar sentado como si nada. Tenía que hacer acto de presencia, a la vez que cuidó no avivar la pequeña hora que le calentaba. Era mejor pasar desapercibido.
Pero quien fuera, venía derecho a ellos. Tuvo miedo y pidió ayuda a Dios. Cuando llegó el primer ante él, vio un humilde pastor que tímidamente se interesaba por un Niño envuelto en pañales y puesto en un pesebre. Y se juntaron varios hombres y contaron a trozos lo que les había sucedido. Del fondo del lugar emergió la figura de una muchacha a la que había despertado la conversación… Sea acercó. Escuchó. Y vio rápidamente que Dios no los había dejado solos en aquella su aparente soledad. Que Dios se había buscado compañía y fiesta entre aquellos hombres sencillos… Los saludó; José se hizo a un lado. Los hombres le iban entregando a los dos aquellas cositas que habían recogido. Tímidos y respetuosos. Toscos, pero con belleza de la “necedad de Dios”. Y los llevó hasta el pesebre. María y José observaban detrás, y ellos rodearon el pesebre con enorme emoción y ternura…, hechos “flanes” (que diríamos…) Uno de ellos se arrodilló. Le siguieron los otros como llevados de un sentimiento más profundo, y no le quitaban ojo al Niño…, como no fuera para mirar -admirados- a aquellos padres.
A mí me pareció que rezaban. Que no hablaban nada. Que no tenían nada que decir. María se adelantó, sacó al Niño del pesebre y se lo dio a besar… Ni se atrevían a tocarlo. Uno le cogió un piececito y lo tuvo un rato entre las manos. El hombre lloraba. Y daban gloria a Dios por todo lo que habían visto y oído.

No sabían despedirse, pero acabaron por hacerlo. Uno de ellos depositó con toda delicadeza un beso en la frente del recién nacido… Y salieron muy calladitos.


La noche, estaba visto, no era para dormir… Pero se fue tranquilizando, y fue el momento sublime en que María abrió el cofre sin fondo de su corazón… Allí donde iba dejando entrar cada hecho, cada instante… Y lo guardaba. No se podía ni asimilar de pronto, ni comentar. Necesitaba ese silencio del alma en donde Dios va luego “explicando”…, donde el alma “se deja tocar” por esos susurros e incluso inmensas voces misteriosas de Dios que habla en el secreto del alma.

1 comentario:

  1. ANA MARÍA8:51 p. m.

    Padre, me ha gustado mucho “la NOCHE TOLEDANA”… del NACIMIENTO de JESÚS en BELÉN… El Niño durmiendo…la venida del Ángel a los pastores, el GLORIA. María dormitando… José vigilando… y la llegada ruidosa de los pastores con todas sus Ofrendas… y MARÍA, con el COFRE de su CORAZÓN ABIERTO… ENTREGANDO SU NIÑO A TODOS Y guardando TODO en su corazón…

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