martes, 28 de febrero de 2017

ZENIT 28: En la dificultad, ¡contento!

El papa Francisco durante la misa celebrada este lunes por la mañana en la residencia Santa Marta, comentando el evangelio del día y de la respuesta que es necesario dar a Jesús, aseguró que quien elige a Dios y no a las riquezas, recibirá todo.
En estos días precedentes a la cuaresma la Iglesia “nos invita a reflexionar sobre la relación entre Dios y las riquezas”, en la parábola del joven rico, que elige las riquezas y no seguir a Jesús”. El comentario de Jesús asusta un poco a los discípulos, comentó Francisco: “Cómo es difícil que un rico entre en el Reino de los cielos. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja”.
El Evangelio del día  muestra a Pedro que interroga al Señor sobre aquellos han dejado todo. Como si “Pedro les pasase la cuenta al Señor”. “Este se fue y ¿nosotros?. La respuesta de Jesús es: ‘Yo os digo: no hay ninguno que haya dejado todo sin que reciba todo’, con la medida desbordante con la cual Dios otorga sus dones”.
“No hay ninguno que haya dejado casa, hermanos o hermanas o madres o padres o hijos o campos por causa mía y por causa del Evangelio, que no reciba ahora en este tiempo cien veces tanto en casas, hermanos, hermanas, madres, campos y la vida eterna en el tiempo que vendrá’”. Y el Papa subraya: “Todo. El Señor no sabe dar menos que todo. Cuando Él dona algo, se dona así mismo, que es todo”.
Entretanto hay una palabra en este pasaje del Evangelio, ‘junto a persecuciones’. Esto es otro modo de pensar, porque “la plenitud de Dios es una plenitud aniquilada en la cruz”. Francisco reconoció que “No es fácil, no es fácil esto”.
¿Cuál es la señal que yo voy adelante en este dar todo y recibir todo?, el Pontífice lo indica en la Primera Lectura: ‘Glorifica al Señor con el ojo atento. En cada ofrenda muestra alegre tu rostro, con alegría, consagra tu diezmo. Da al Altísimo según el don de Él recibido y con el ojo contento según tu voluntad’. Ojo contento, alegre en el rostro, alegría, contento”. En cambio al joven rico “se le obscureció el rostro y se fue entristecido”, porque no fue capaz de recibir” esta plenitud aniquilada”.
El Santo Padre citó al santo chileno Alberto Hurtado: “Trabajaba siempre, dificultad tras dificultad. Trabajaba para los pobres… Fue realmente un hombre que creó caminos en ese país… La caridad para la asistencia a los pobres… Pero fue perseguido, tantos sufrimientos. Pero cuando estaba justamente allí aniquilado en la cruz, su frase era: “Contento Señor, Contento”.
Francisco concluyó su homilía pidiendo al Señor que nos enseñe a ir por ese camino de la plenitud aniquilada de Jesucristo y decir siempre y sobre todo en las dificultades. “Contento, Señor, contento”.

28 febrero: Dejarlo TODO

Liturgia
          Final de mes y final de ciclo. Mañana comenzamos la Cuaresma y el ritmo de las lecturas será mucho más salpicado. Hoy tenemos otra entrega del libro del Eclesiástico, o libro de Sirac, con el que actualmente se reconoce más este amplio tratado sapiencial.
          En 35, 1-15 se ha puesto el acento en el valor de la fidelidad a Dios en la guarda de sus mandatos, pues cumplir los mandamientos de su ley es el mayor sacrificio-obsequio que puede ofrecérsele al Señor. es sacrificio de acción de gracias, es sacrificio de alabanza.
          Lo que nos advierte desde el comienzo es que no nos presentemos ante Dios con las  manos vacías; que nuestra ofrenda sea esos mandatos del Señor vividos por nosotros como personas justas, cuyo aroma llega hasta el Corazón de Dios.
          E invita a enriquecer la ofrenda del altar con la adhesión de uno mismo a los proyectos de Dios. Eso no pasara de largo, sino que se convertirá en honra de Dios. Lo que hay que hacer es no ser mezquino en las ofrendas, sino generoso. Y que nunca se intente llegar uno a Dios con ánimo de “soborno” sino con el corazón muy libre. Yo situaría aquí, como poco fino (cuando menos) es modo de dirigirse a Dios con “promesas condicionales”: te doy si me das…, que representarían unas ciertas formas de “soborno” a Dios, que es algo que expresamente se detesta en esta presentación que hace el libro que comentamos.

          El evangelio (Mc 10, 28-31) es renglón seguido al evangelio de ayer, con el hombre que se viene a preguntar a Jesús…, seguramente pensando en seguirlo yéndose con él, pero al que Jesús le sale al paso presentándole el REINO DE DIOS, que hay que afrontar en pobreza y desprendimiento. El individuo era muy rico y en consecuencia no es capaz de aceptarlo y se va. Y Jesús tiene un desahogo con sus discípulos, advirtiéndoles que es más difícil que un rico entre en el Reino que pasar un camello por el ojo de una aguja.
          Más se espantan ellos y optan por afrontar el tema directamente con el Maestro. Y Simón, siempre curioso y hablador, presenta el grupo de los Doce a Jesús y le pregunta: Maestro: a nosotros que lo hemos dejado todo, ¿qué nos toca? Y Jesús no entra en otros detalles y da doctrina: A quienes lo han dejado todo: padres y hermanos y campos, hijos e hijas, les tocará en esta vida el ciento por uno y después la vida eterna. La única diferencia es que todo eso se dará “con persecuciones”, no sencillamente como trofeo meritorio sino que crecen en el tajo de la vida.
          Fue muy comprensivo Jesús y no quiso entrar en detalles de aquel “haberlo dejado todo”, como hoy sigue siendo tan condescendiente con quienes “lo dejan todo”…, y en el fondo no hemos dejado todo con esa radicalidad que debiera expresarse en un desprendimiento más verdadero. Quiero decir que la realidad en Simón y en los compañeros, como la realidad nuestra (en el mejor de los casos) es que hemos dejado mucho, y quizás hemos dejado aspectos fundamentales de personalidad y libertad y dominio de las cosas más importantes. Y sin embargo nos estamos conservando posesiones diarias en las que no hemos cedido y en las que vamos intentando recuperar parte de lo que dimos.
          La vida del cristiano que quiere serlo de verdad, tiene muchos pasos importantes dados de dominio de sí, de mortificación de aspectos de su vida. Pero conserva un YO de fondo que no se cede con facilidad, y que parece querer siempre conservar intacta la cabeza. Simón y los compañeros dieron mucho, dejaron mucho…, pero conservaron arraigado el intento de ser “el mayor” el “de la derecha”, el “más importante”… Habían dejado todo pero llegaron los tiempos del sufrimiento y huyeron y negaron… En realidad no habían dejado TODO. Y así nos hemos de analizar nosotros, que puede ser que estemos aún muy aferrados a posiciones muy nuestras de las que no hemos dejado todavía apenas nada, o muy poco. Y bastaría echar una mirada seria a nuestro desenvolvimiento diario para ver cuán aferrados estamos a “nuestras cosas”, y cómo nos quedamos en ese “ser yo mismo” sin que se produzca el desprendimiento verdadero que distingue al santo.

          Jesús fue y es muy condescendiente y no le ha corregido a Simón. Ha preferido dejar las cosas como estaban y anunciarles lo mucho que corresponde a quienes LO DEJAN TODO o en están en vías de irse desvistiendo de tantas capas de cebolla como cubren el YO.

lunes, 27 de febrero de 2017

27 febrero: Ricos en el Reino

Liturgia
          Seguimos con el Eclesiástico, que hoy insiste en la actitud de perdón (17, 20-28) en sus dos vertientes: la petición de perdón por parte de la criatura y el perdón otorgado de parte de Dios: a los que se arrepienten, Dios los deja volver, y reanima a los que pierden la paciencia. Dios está ahí siempre, detrás, y empuja al bien a todo el que lo necesita y no ha dejado el camino del bien, aunque se haya desanimado o incluso caído.
          El autor exhorta entonces a volver al Señor, a abandonar el pecado y a suplicar la presencia de Dios, que con sólo hacerse presente ya disminuye la fuerza la falta.
          Los muertos ya no alaban a Dios. Lo importante es no dejarse perecer en el desánimo, no llegar a la “muerte” en el seguimiento de la bondad. Los vivos son los que pueden dar gracias y alabar a Dios. Y ¡grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que vuelven a él!
          Es un canto al valor del arrepentimiento de la propia falta. Faltar es siempre posible. Pero que la criatura sepa acercarse a Dios con ánimo de pedir perdón y confiar en la misericordia, porque a Dios no le va a faltar nunca esa capacidad de perdonar a quien se dirige a él.

          El evangelio es el muy conocido del “joven rico” (que Marcos: 10, 17-27) no señala como “joven” sino como “uno que se acerca corriendo” y se arrodilla ante Jesús y le pregunta”. Por los otros evangelistas sabemos que era un muchacho. Sabe a quién viene y sabe a lo que viene. Viene a un Maestro que le inspira confianza porque es un “Maestro Bueno” que no lo va a desviar del pensamiento que trae el individuo. Y le plantea una cuestión: ¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna? Y como el que suplica es un judío, Jesús le responde “en judío”: Guarda los mandamientos. Y le va poniendo delante los mandamientos que hacen relación a las demás personas. Se podría suponer lógicamente que quien pide heredar la vida eterna, tiene ya más que vivida su relación con Dios. Jesús le quiere insistir en su relación hacia los demás: los padres, el prójimo, la mujer, los bienes ajenos, el juicio sobre los demás…
          No deja de ser interesante pararse ya en ese tema, porque revela que la “vida eterna” no se cuece en las alturas sino en la realidad de aquí abajo, donde nos relacionamos los unos con los otros. Y si nosotros nos acercamos a Jesús más de una vez, de esas en que sentimos como el deseo de “más”, lo primero que tenemos que calibrar es LO CONCRETO de lo que podemos hacer. Y lo concreto está la mayoría de las ocasiones en nuestras relaciones de aquí abajo, más que en la espiritualidad de allá arriba. Sin descuidarla, sin quitarle importancia, pero sin irnos a la estratosfera. De hecho fue en eso en lo que Jesús fijó la atención de aquel hombre.
          La verdad es que era una persona muy fiel y pudo decirle a Jesús con humildad y verdad que todo eso lo había guardado desde pequeño. Lo que provocó en Jesús una mirada llena de afecto y cariño hacia una persona íntegra.
          Pero a su vez, aquello levantaba una propuesta mucho más honda; si lo que iba buscando era el Reino que predicaba Jesús, entonces le faltaba UNA COSA “ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres y luego vienes y me sigues”. No era poca cosa la que faltaba. Y ahí estuvo la clave de la verdad del ofrecimiento. Porque el problema estuvo en que era un rico –“muy rico”- y eso le impedía dar el paso que le ponía delante Jesús. El gesto del hombre fue muy expresivo: frunció el seño…, y el hecho lo decía todo: se marchó. Se le había caído el sombrajo. Lo que él pretendía era un imposible: mantenerse en su status y al mismo tiempo seguir a Jesús.
          A Jesús le produjo dolor y consternación, y se volvió a sus discípulos para decirles los sentimientos que se le levantaban: ¡qué difícil es que un rico entre en el Reino de Dios permaneciendo rico! Y como los discípulos se extrañaron de tanta rigidez, Jesús les recalcó con énfasis que es más difícil a un rico entrar en el Reino que pasar un camello por el ojo de una aguja. Es imposible, ¿verdad? –Pues así de imposible es ser rico y entrar en el Reino de Dios.

          Más espanto les produce a los apóstoles, que llegan a la conclusión de que nadie puede salvarse de esa quema. Y Jesús atempera y explica: Mientras se es rico es así. Lo que queda en esperanza es que actúe Dios y provoque en el rico la experiencia de la pobreza. Y entonces, lo que es imposible a los hombres, es posible a Dios, porque Dios lo puede todo.

ZENIT 26: No se olvida de sus hijos

El papa Francisco rezó este domingo la oración del ángelus ante la plaza de San Pedro, donde estaban unos 30 mil fieles y peregrinos.
A continuación el texto completo de las palabras del Santo Padre:
“Queridos hermanos y hermanas, la página del Evangelio de hoy es un fuerte llamado a confiar en Dios, no se lo olviden, confiar en Dios, que cuida a todos los seres vivientes de la creación, provee el alimento a los animales y se preocupa de los lirios y de la hierba del campo.
Su mirada benéfica y atenta vigila cotidianamente por nuestra vida. Esta procede bajo las amenazas de tantas preocupaciones que nos ponen en riesgo de perder la serenidad y el equilibrio; aunque esta angustia frecuentemente es inútil porque no logra cambiar el curso de los eventos.
Jesús nos exhorta con insistencia a no preocuparnos por el mañana, recordándonos que sobretodo tenemos un Padre que nos ama, que no se olvida jamás de ninguno de sus hijos: confiarse a él no resuelve mágicamente los problemas, pero nos permite afrontarlos con el animo justo, con coraje. Y soy valiente porque me confío a mi Padre que cuida todo y me quiere mucho.
Dios no es un ser lejano y anónimo, sino nuestro refugio, el manantial de nuestra serenidad y de nuestra paz. Es la roca de nuestra salvación a la cual podemos aferrarnos con la seguridad de no caer; quien se aferra a Dios no cae nunca. Es nuestra defensa del mal, que siempre está al acecho.
Dios es para nosotros el gran amigo, el aliado, el Padre, pero no siempre nos damos cuenta, No nos damos cuenta que tenemos un amigo, un aliado, un padre. Preferimos apoyarnos en los bienes inmediatos y contingentes, olvidando y a veces rechazando el bien supremo, es decir el amor paterno de Dios.
Sentirlo Padre, en esta época de orfandad es muy importante. En este mundo huérfano, sentirlo Padre. Nosotros nos alejamos del amor de Dios cuando buscamos obsesivamente los bienes terrenos y las riquezas, manifestando así un amor exagerado a estas realidades.
Jesús nos dice que esta búsqueda afanosa es ilusoria y motivo de infelicidad y da a sus discípulos una regla de vida fundamental: ‘Busquen en cambio primero el Reino de Dios’.
Se trata de realizar el proyecto que Jesús anunció en el sermón de la montaña, confiando en Dios que no desilusiona como tantos amigos que nos han desilusionado. Trabajar como administradores fieles de los bienes que Él nos ha dado, incluso los terrenales, pero sin actual demasiado, como si todo, también nuestra salvación dependiera solo de nosotros.
Esta actitud evangélica pide una decisión clara, que el paso de hoy indica con precisión: ‘No se puede servir a Dios y a la riqueza’. O el Señor o los ídolos fascinantes pero ilusorios. Esta decisión que estamos llamados a cumplir repercute en todos nuestros actos, programas y empeños.
Es una decisión que debemos hacer de manera neta y que es necesario renovar continuamente, porque la tentación de reducir todo al dinero, placer y poder, nos amenazan.
Hay tantas tentaciones. Aunque honorar a estos ídolos lleva a resultados tangibles aunque fugaces, elegir a Dios no siempre muestra inmediatamente sus frutos. Es una decisión que se toma en la esperanza y que le deja a Dios la plena realización. La esperanza cristiana lleva a cumplimiento futuro de la promesa de Dios y no se detiene delante a ninguna dificultad, porque está fundada en la fidelidad de Dios, que nunca deja de cumplir. Él es fiel, es un padre, un amigo y un aliado fiel.
La Virgen María nos ayude a confiarnos al amor y a la bondad del Padre celeste, a vivir con Él y en Él. Este es el presupuesto para superar los tormentos y las adversidades de la vida, y también la persecución, como demuestra el testimonio de tantos hermanos y hermanas nuestros”.
Después de la oración del ángelus
“Queridos hermanos y hermanas, dirijo un cordial saludo a todos los peregrinos de Roma, de Italia y de los diversos países. Saludo a los fieles polacos de Varsovia y de otras localidades que han realizado una peregrinación mariana. Y de España, a los de Ciudad Real y a los jóvenes de Formentera. Saludo a los jóvenes de Cuneo, Zelarino, Mattarello y Malcesine, Fino Mornasco y Monteolimpino; a los recién Confirmados de Caravengo d’Adda, Almenno San Salvatore y Seravalle Scrivia; a los fieles de Ferrara, Latina, Sora, Roseto degli Abruzzi, Creazzo y Rivalta sul Mincio.
Saludo al grupo que ha venido por la “Jornada de las enfermedades raras”. Gracias, gracias a ustedes por todo lo que hacen, y deseo que los pacientes y sus familias sean adecuadamente apoyados en el no fácil recorrido, sea médico que legislativo. A todos les deseo un buen domingo y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘Buon pranzo‘ y ‘Arrivederci‘”.

domingo, 26 de febrero de 2017

26 febrero: La Providencia de Dios

Liturgia del 8ºA domingo del T.O.
          Muy breve la primera lectura pero una joya en el Antiguo Testamento. Isaías (49, 14-15) refiere aquella queja de Jerusalén que llega a decir que “me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”. Y ante esa queja sale Dios a la palestra y habla en primera persona: ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura y no conmoverse por el hijo de sus entrañas? –Pues aunque una madre se olvide, yo no me olvidaré de ti.
          Es de una ternura especial y nos refleja preciosamente el Corazón de Dios. No concibe Dios que una madre pueda olvidarse de su hijo de pecho. Pero hasta si eso fuera posible, Dios dice de sí mismo que eso no le pasa a él. Dios nos tiene escritos en la palma de su mano o en las niñas de sus ojos, y eso no hay quien lo pueda borrar.
          Enlaza directamente con esa pieza maestra del evangelio de san Mateo (6, 24-34) que continúa aún presentándonos el Sermón del Monte. El núcleo de este evangelio está en la afirmación de la PROVIDENCIA DE DIOS…, el cuidado amoroso que tiene Dios de todas las cosas. Y lo va desarrollando en dos temas básicos a la vida de la persona: comida y vestido. Y nos dice Jesús: No andéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando qué vais a vestir. Y se va a dos seres diminutos de la naturaleza para expresar que ya en ellos se realiza el cuidado de Dios. Los pájaros, que ni siembran, ni siegan, ni almacenan, sin embargo vuestro Padre celestial los alimenta.
          Y los lirios silvestres, que ni trabajan ni hilan…, y sin embargo su belleza natural es tan especial que ni Salomón con todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos.
          Pues bien: los pájaros tienen su alimento y los lirios su belleza. ¿Y no valéis vosotros más que los pájaros y más que la hierba, que hoy está en el campo y mañana se echa al horno?
          No andéis, pues, agobiados sobre lo que vais a comer o con qué os vais a vestir. Los paganos se preocupan de esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.
          No extrañaría que saltara al pensamiento esas imágenes tremendas de niños escuálidos y adultos famélicos y que surgiera la pregunta o incluso la duda: ¿Dónde está ahí la providencia de Dios? Y la respuesta está en el terrible problema de la manipulación del hombre que va esquilmando las riquezas naturales de países que podrían tener sus recursos naturales suficientes, pero donde la mano del hombre ha creado espantosas bolsas de miseria por enriquecerse a costa de los países pobres. Ese problema que se define como el “del norte y el sur” para expresar cómo el “norte” (los potentados) abusa del “sur” (los pobres) a los que les han quitado sus recursos naturales, sus medios naturales de vida, o se les ha sometido a regímenes abusivos de caciques que revierten sobre ellos mismos las ayudas que llegan desde el exterior. Las mismas guerras tribales que reducen a la miseria a núcleos enteros de población de diferente etnia. Pero la tierra tiene recursos para alimentar a todos y para que todos encontrasen ese “alimento de los pájaros” y ese “vestido de los lirios”, a los que acude la grandeza de la mano de Dios.
          Precisamente este evangelio ha comenzado yendo a la raíz del problema: Nadie puede estar al servicio de dos amos; no podéis servir a Dios y al dinero. Y es que el servicio de Dios está en oposición a ese abuso del capital, que maneja diabólicamente los hilos de la vida real. Y concluye este evangelio con otra llamada muy fuerte: Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se dará por añadidura.
          Y todavía concretando más, enseña Jesús a vivir el día de hoy y no agobiarse por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. Una reflexión de una actualidad permanente, tanto más cuando que la vida moderna se ha hecho un ajetreo estresante que no deja espacio a la serenidad. Vivir el día de hoy es el gran secreto de la felicidad, porque ya no preocupa lo que pasó ayer ni lo que puede ser mañana. “HOY” como “la habitación” en la que uno vive arropado por la providencia de Dios. Resolver el hoy, y ya hay menos preocupación.
          Quiera cada uno saber vivir su vida de HOY y sacarle a la EUCARISTÍA toda su fuerza HOY, por la que la venida de Jesús al alma quiere realizar el cambio que hoy es posible, y con el que ya podríamos darnos por satisfechos. Que mañana llevará su propio afán, pero eso lo dejamos hasta que mañana se convierta en un nuevo HOY, si el Señor nos lo quiere dar.


          Rogamos al Señor que, en su providencia, actúe en el mundo de hoy.

-         Que la Iglesia Católica sea el amparo de necesitados. Roguemos al Señor.

-         Que el corazón de los fieles cristianos se haga lugar de acogida y ayuda de los que sufren. Roguemos al Señor.

-         Que tomemos en serio que se no se puede servir a Dios y a los propios intereses. Roguemos al Señor.

-         Que la Eucaristía nos sea botón de fuego que nos recuerde el sentido de nuestra caridad con el prójimo. Roguemos al Señor.


Llévanos, Dios, a buscar primero el tu Reino y su justicia, y danos lo demás como generosidad de su Corazón de Padre y Madre.

          Lo pedimos por Jesucristo N.S.

sábado, 25 de febrero de 2017

25 febrero: Ser como niños

Liturgia
          El Eclesiástico (17, 1-13) hace una síntesis muy interesante de la obra de la creación y de su finalidad. Empieza con la afirmación de la creación del hombre y la mujer, “de la tierra” (tal como dice el Génesis), para poder concluir que al final el destino de la criatura humana es otra vez la tierra. Viene de no ser nada y va a no ser nada. Pero al mismo tiempo le da al hombre el dominio de la tierra a través de un plazo determinado y no largo (días contados), revistiéndolo de un poder –en lo humano- equivalente al poder de Dios, quien hizo a la pareja humana a su imagen. De ahí que todo viviente debe estar supeditado al hombre.
          A hombre y mujer les formó el cuerpo, el rostro, la mente, la inteligencia, les dio sabiduría, les enseñó el bien y el mal, para que se fijen en ello y sepan discernir y alaben el nombre del Señor.
          Junto a la vida les dio un pacto de amor (una alianza, enseñándoles sus mandamientos), y les ordenó abstenerse de la idolatría (respecto a Dios) y les dio preceptos respecto al prójimo.
          Caminos de Dios que están siempre en presencia del hombre y no se ocultan a sus ojos. Quizás aquí es donde yo haría una parada. ¿Cómo es posible que el hombre de hoy haya podido ignorar los caminos de Dios y aislarse de la presencia de Dios, ocultándolo a Dios de sus ojos humanos? ¿Qué fuerza diabólica ha sido posible desarrollar para que ese plan de creación –tan maravillosamente  diseñado por Dios- se pueda ir al traste en tanta gente?
          Ha sido esa IDOLATRÍA…, o esa EGOLATRÍA por la que el ser humano se ha erigido en dios de sí mismo. Ha sido otra vez aquella serpiente infernal que ha sido capaz de embaucar al hombre y a la mujer y los lleva por caminos completamente diferentes de los que Dios había trazado. Ya no es el hombre quien es dueño de sí. Ya es su ídolo: su YO fuera de todo orden y control. Y así va la vida. Ha vuelto a pretender el hombre ser como Dios, conocedor del bien y el mal…, y ha caído en la red del propio engaño, el propio orgullo, la propia soberbia.
          Y por supuesto “el prójimo”, como ser “otro”, al que hay que respetar, queda aplastado por el YO de cada uno, porque “el otro” vale solamente en tanto que me proporcione mi gusto y bienestar.

          Encaja perfectamente el evangelio de hoy (Mc 10, 13-16) porque la gran lección a la que nos dirige es a la necesidad de una sencillez de niños, porque son los más capaces de acoger el mensaje de Jesucristo.
          Ni los apóstoles lo entendían. Los niños eran el residuo de la sociedad. No contaban para nada. No eran útiles. Los niños eran despreciados y estorbaban. Y cuando unos niños se vienen a Jesús porque se los han presentado para que los tocara, los apóstoles tienen el movimiento instintivo de apartarlos para que no molesten a Jesús.
          Y dice el texto expresamente que Jesús se enfadó. Para Jesús los niños no eran un estorbo. Le representaban las bienaventuranzas en acción, por su misma pobreza humana, su sencillez, su ausencia de venganzas, su simplicidad (su “justicia”), su mirada limpia, su afectividad (=corazón acogedor, misericordioso), su paz reflejada en sus ojos… Por eso quería que dejaran a los niños acercarse a él y que no se lo impidieran, porque de los que son como niños es el reino de Dios.
          Y concluye generalizando para que toda persona sea capaz de vivir esa actitud del reino, diciendo que quien no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y con un rasgo de cercanía y exaltación del niño, los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos. Era como otra dimensión en la acogida del niño y, en definitiva, en la actitud que tiene que tener toda persona para poder captar los secretos del Reino.

          ¿Significa que hemos de infantilizarnos para entrar en esos secretos? No es igual infantilizarse con actitudes inmaduras que “hacerse como niños” con la bondad natural del niño. Lo que Jesús ve en el niño (y más en aquel niño de entonces) era toda una predisposición a la inocencia que aleja toda malicia, a la sencillez que no da lugar a la doblez de los colmillos retorcidos. Es –podríamos decir- la naturaleza pura del Paraíso antes de ser inficionado el hombre por la serpiente infernal. Con lo que juntamos el sentido de las dos lecturas de hoy y rompemos ese veneno de la egolatría que tanto daño hace al hombre malamente endiosado del momento actual.

viernes, 24 de febrero de 2017

ZENIT 24: Sea yo justo con misericordia

“Señor, que sea justo pero justo con misericordia”, esta esla oración sugerida por el papa Francisco para no caer en el ‘engaño hipócrita’ de la ‘casuística’ en la lógica del ‘se puede’ o ‘no se puede’.
Lo dijo el Santo Padre en homilía de la misa de este viernes en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, precisando que en el Evangelio de Marcos se indica que “la multitud lo seguía para aprender, porque él hablaba con autoridad” y “también para hacerse curar”.
En cambio un segundo grupo lo seguía para ponerlo a la prueba. El tercer grupo es el de los discípulos, que lo seguían porque lo querían y porque Jesús les había llamado.
Los doctores de la Ley le preguntan a Jesús si un marido puede rechazar a la propia esposa. Y Él “no les responde si es lícito o no; no entra en la casuística, porque ellos pensaban en la fe en términos de ‘se puede’ o ‘no se puede’. Y les pregunta: ‘¿Qué les ordenó Moisés?
Al responder a esta pregunta de Jesús, los doctores de la Ley “explican el permiso de Moisés para rechazar la esposa, y son justamente ellos a caer en la trampa, porque Jesús les califica de ‘duros de corazón’”.
Jesús les indica que “por esto el hombre dejará a su padre y a su madre” y se “pone en camino”, y “no son dos, pero una sola carne”.
El evangelista Marcos narra en su Evangelio que ‘el tercer grupo’ lo interroga nuevamente sobre el tema. Y Jesús es muy claro: ‘Quien repudia la propia esposa y se casa con otra comete adulterio hacia ella; y si ella, repudiada por su marido se casa con otro, comete adulterio”.
Alguien podrá objetar, señala el Santo Padre que Jesús fue a hablar con la adúltera, y con aquella pagana samaritana, y con uno que no era judío, y que bebió de un vaso que no había sido purificado. ¿Cómo explicar todo esto?
“Es el camino cristiano” dijo Francisco, porque “Él, pensemos a Mateo, Zaqueo, en los banquetes con los pecadores, iba a comer con ellos”. Y a aquellos que usaban la lógica del ‘se puede o ‘no se puede’, en otro paso del Evangelio, los califica de hipócritas.
Y esto lo hacían valer “con el cuarto mandamiento: se negaban de asistir a los propios padres con la excusa de que habían dado una buena oferta a la Iglesia. ¡hipócritas!”
Además no existe solamente la verdad, explicó el Papa, “también la misericordia, porque él es la encarnación de la misericordia del Padre”. No es fácil, pensemos a las tentaciones cuando se hacen negocios. Los negociantes dicen: “Yo puedo hacer hasta aquí, despido a estos empleados y gano más aquí”.
El camino “que nos hace ir de la casuística a la verdad y a la misericordia no es fácil: necesitamos la gracia de Dios para que nos ayude a ir adelante”.
Y la oración necesaria es pedir ser “justos en la misericordia com tú eres justo en la misericordia”. Uno de mentalidad casuística plantea: ¿qué es más importante en Dios, la justicia o la misericordia?. Este, asegura el Papa, “es un pensamiento enfermo”. En realidad “no son dos, es una sola cosa. En Dios la justicia es misericordia y la misericordia es justicia”.

24 febrero: ¿Es lícito divorciarse?

Liturgia
          El Eclesiástico (6, 5-17) es un libro para pensar. Si ayer nos llevaba a la relación del hombre con Dios –con el verdadero Dios y no con un “pelele” al que se le puede manejar-, hoy lo hace en la relación con el amigo. Pero distinguiendo muy bien entre el amigo  fiel que es un tesoro y el amigo de conveniencias del que uno no se debe fiar. Y es muy concreto para señalar quién es el amigo de conveniencias: los que saludan, pero uno entre mil es confidente. Y previene para que no se considere amigo a cualquiera: elige con tiento, porque hay amigos de un momento que no duran en tiempo de peligro; amigos que se vuelven enemigos y sacan afuera tus riñas; amigos que acompañan en la mesa y desaparecen a la hora de la desgracia; que están contigo cuando te va bien y huyen cuando te va mal, y se esconden de tu vista. Hay que reconocer que la descripción es muy realista y práctica, y que este autor no se va por las ramas. Busca la verdad, lo auténtico, y denuncia lo falso.  Lo mismo ayer, al hablar de la relación con Dios que hoy en la relación humana. Amigo no es el que te adula, el que está contigo mientras no surge la dificultad, el que no acepta la corrección o la explicación. El amigo fiel es hombre que teme (=ama) a Dios [que se toma a Dios en serio como quien es Dios y no como uno se lo quiere hacer a su medida].

          Otro evangelio que pone las cosas en su sitio, y que no tiene empacho en decir cosas que no gustan al oído de una sociedad que es dada a lo fácil. Mc 10, 1-12 nos lleva hasta Jesús que en su camino se le van uniendo gentes y él, según su costumbre, va enseñándoles.
          Se le acercan unos fariseos y le preguntan para comprobar cuál es su modo de pensar: -¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? La pregunta llevaba metralla porque respondiera lo que respondiera le iban a atacar.
          Jesús, con buena pedagogía les devuelve la pregunta: -¿Qué es lo que tenéis escrito por Moisés?
          Le contestan: Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.
          Y Jesús les responde: -Por vuestra terquedad dejó Moisés este precepto. Pero al principio no fue así. Lo que Dios dejó en su proyecto no era eso, porque lo que dijo Dios fue muy claro: Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
          Creo que Jesús lo dejó muy claro en sus palabras y así quedaron en el evangelio como código de conducta del seguidor del Reino.
          Todavía sus discípulos volvieron a preguntarle cuando estuvieron a solas en la casa. Y Jesús explicitó de forma contundente lo que acababa de decir. Ahora lo hace de modo gráfico: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. Es un lenguaje directo y claro. Dice lo que quiere decir Jesús y no se agarra a eufemismos para disimular la gravedad de la situación. Hoy se ha inventado el lenguaje de la media verdad que es la mentira completa, y se da en llamar: rehacer la vida.
          Evidentemente hay unos puntos previos a entender esas palabras de Jesús. -¿Hablamos de gentes de fe o de gentes sin fe? ¿Hablamos de una fe auténtica que toma en cuenta la palabra de Dios? ¿Hablamos de una sociedad con conciencia de sus compromisos o de una sociedad laxa que ha perdido todo punto de referencia exterior y más alta? ¿Hablamos de un relativismo moral en que todo vale? ¿Hablamos de una madurez humana para aceptar el compromiso completo de una vida?

          En realidad no hablamos hoy ese lenguaje. Por eso caen por su base los principios esenciales para mantener una sociedad en un fiel de la balanza. Cuando se vive de un “amor libre”, de un sexo como pasatiempo, de unos casorios sin madurez ni sentido de la perennidad, sino “en tanto dure el amor” [¿el amor?; ¿a eso se le llama amor?], es claro que los residuos que dan esos “polvos” son esos lodos, ese fango en el que el matrimonio queda roto a la primera de cambio, “para rehacer la vida” en otro matrimonio que puede caer en la misma superficialidad. A menos que entonces se haya reflexionado a fondo sobre las causas del primer fracaso. Pero para entonces, ya se ha caído en la sentencia de Jesús: comete adulterio. Claro: estamos hablando de tantos matrimonios que se buscan en la Iglesia, aunque posiblemente sin bases cristianas de conciencia recta y madurez humana.

jueves, 23 de febrero de 2017

ZENIT 23: Nunca doble vida

El Papa en Sta. Marta: Nunca ser cristianos de doble vida
Pope Francis celebrating Mass in Santa Marta
(ZENIT- Ciudad del Vaticano, 23 Feb. 2017).- Arrancarse el ojo, cortarse la mano, pero nunca escandalizar a los pequeños o llevar una doble vida. Este es el mensaje del Evangelio de este jueves, comentado por el papa Francisco en la misa de la Casa Santa Marta en el Vaticano.
¿Qué es el escándalo? El escándalo es decir una cosa y hacer otra; es la doble vida. Yo soy muy católico, yo voy siempre a misa, pertenezco a esta asociación y a esta otra; pero mi vida no es cristiana, no pago lo justo a mis empleados, exploto a la gente, soy sucio en los negocios, hago blanqueo de dinero… doble vida”. Y añadió: “Tantos católicos son así y dan escándalo. Cuántas veces hemos oído todos nosotros, en el barrio y en otras partes: ‘Para ser católico como aquel, es mejor ser ateo’”.
“Esto sucede todos los días, basta ver el telediario o los periódicos. Hay tantos escándalos y también está la gran publicidad de los escándalos. Y con los escándalos se destruye”.
El Santo Padre narró de una empresa importante que estaba cercana a la bancarrota con los trabajadores que no recibían el sueldo, mientras el responsable que se decía católico estaba de vacaciones de invierno en una playa de Oriente Medio. “Estos son los escándalos”.
“Jesús dice en el Evangelio a los que escandalizan sin decir la palabra escándalo: ‘Tú llegarás al Cielo y llamarás a la puerta y:
-‘¡Soy yo, Señor!’, ‘Sí, ¿no te acuerdas? Yo iba a la iglesia, estaba cerca de ti, pertenecía a tal asociación, hago esto… ¿no te acuerdas de todas las ofrendas que hice?’.
– ‘Sí, recuerdo. Las ofrendas, aquellas las recuerdo: todas sucias. Todas robadas a los pobres. No te conozco’. Aquella será la respuesta de Jesús a estos escandalosos que tienen doble vida”.
El Santo Padre invitó además a no retardar la conversión y no tener una confianza excesiva en la misericordia: “A todos nosotros, a cada uno de nosotros hoy nos hará bien pensar si tenemos algo de doble vida” y si “por debajo hay otra cosa; si hay algo de doble vida”.
“’Me convertiré, hoy no: mañana’. Pensemos en esto. Y aprovechemos la Palabra del Señor y pensemos que el Señor en esto es muy duro. El escándalo destruye”.

23 febrero: Exigencias del Reino

Liturgia
          Yo tengo una meditación que titulo: “Ideas falsas de Dios”, que viene a recoger (sin haberlo previsto) diversas afirmaciones de este texto que hoy nos toca del Eclesiástico (5, 1-10). Para hablar de Dios, del Dios verdadero, misericordioso y soberano, hay que purificar muchas falsas ideas de Dios que se nos escapan entre los dedos a la primera de cambio. La enumeración que hace el autor es bastante amplia:
          No confíes en tus riquezas, no digas “soy poderoso”, no confíes en tus fuerzas, no sigas tus antojos, codicias y pasiones.
          No digas: “¿quién me podrá?”; no digas: “He pecado y no me pasa nada”, por pensar en Dios paciente y “compasivo que borrará todas mis culpas”. Aquí cabe ya reflexionar. Porque hay quienes lo dejan todo a “la compasión de Dios” pero ellos no corrigen nada. Ahí no vale echarlo todo a la misericordia. Y lo explica a continuación.
          No te fíes de su perdón para tú añadir culpas a culpas…, (Y no te fíes) porque su corrección recae sobre los malvados. No deja impunes ni puede nadie reírse de Dios. Por el contrario: No tardes en volverte a él, y no des largas al asunto, pues el día del juicio brota de repente y ese día perecerás.
          No confíes en las riquezas injustas, que no te servirán el último día.
          He omitido expresiones extremas, muy típicas de este período, porque darían una idea tan falsa de Dios como la de considerarlo un “bonachón” del que se puede abusar. Dios está en el fiel de la balanza y su justicia es su misericordia, y su misericordia pide al hombre que se justo. Con la injusticia Dios no pacta.

          No está Mc 9, 40-49 muy distante del evangelio que comentábamos ayer, con aquel que echaba demonios en el nombre de Jesús, al que Juan había pretendido impedirlo. Jesús insiste hoy en esos pequeños detalles que deben tenerse con los demás, y que tienen un valor grande a los ojos de Dios, que ve no tanto la “cantidad” cuanto la calidad, el corazón del que ofrece. Y así afirma Jesús que el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, no quedará sin recompensa. Merece la pena la “causa”. No es mera filantropía, aunque también vale aquello de que “un vaso de agua no se le niega a nadie”. Pero ahí, hablando de recompensas de otro calibre, Jesús ha hecho referencia a una causa especial.
          Siguiendo con las cosas pequeñas, que son importantes, dice Jesús: El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen al cuelo una rueda de molino y lo echasen al mar. Jesús siempre gusta de las expresiones extremas para significar cosas muy importantes. Y el escándalo y mal ejemplo que se hace a un débil, es de tal calibre que más valdría la muerte antes que esa realidad.
          Y con la misma fuerza -¡y esto tendría hoy una muy clara aplicación con el tema del Internet y del desmadre pornográfico!-, dice Jesús: Si tu mano te hace caer…, su tu pie te hace caer…, córtatelos, porque más te vale entrar manco o cojo en la vida que ser arrojado al abismo con los dos brazos o los dos pies. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo, que más te vale entrar tuerto en el Reino, que ser echado con los dos ojos al abismo, donde el gusano no muere y el fuego no se acaba. El gusano de la desesperación que corroe, porque ¡se pudieron evitar esos escándalos, y no se evitaron! Y habrá un momento en que ya no cabe la marcha atrás, cuando se llega a ese fuego que no se extingue.

          Es comprensible que un texto como éste resulte menos atractivo y menos gozoso, pero hay que tomarlo con la misma fuerza y acogida con que se puede acoger el perdón de la pecadora. Los dos son de Jesús, en los dos es el mismo protagonista. Quien cambia no es Jesús sino el “destinatario”. En el caso de la pecadora hay una mujer arrepentida, que cambia y se echa a los pies de Jesús, y en estas palabras que hemos tenido hoy, se supone una necesidad de conversión para no recaer en esos pecados. La intencionalidad de Cristo ha sido advertir, llamar la atención, buscar expresiones extremas que zarandeen las conciencias de aquellos que no se pliegan a la verdad y a la bondad. Es una llamada a que seamos conscientes de que vivir en cristiano es exigente y que no cabe pasar por la vida de una manera amorfa. A veces hay que arrancar esos brotes que pueden tener consecuencias peores. Y a eso se está refiriendo Jesús para asegurarnos una actitud verdadera ante Él.

miércoles, 22 de febrero de 2017

ZENIT 22: La Creación para relacionarse con Dios

En ese miércoles frío y nublado en Italia, miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro recibieron a santo padre Francisco con calor y entusiasmo. El Papa ingresó en el jeep abierto, saludando a todos y bendiciendo a algunos niños y ancianos. En la catequesis Francisco prosiguió con el ciclo sobre el tema de la esperanza cristiana, porque “en la esperanza nos reconocemos todos salvados”.
En el resumen de la catequesis que el Pontífice hizo en español, recordó a los presentes que “la creación es un don maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos para que entremos en relación con él y colaboremos en su designio de amor”.
“Sin embargo –prosiguió Francisco– experimentamos constantemente el pecado que daña nuestra comunión con Dios y con todo lo que nos rodea. Ante este drama, el Señor no nos deja solos, nos ofrece una prospectiva nueva de salvación universal”, dijo.
El Papa recuerda que “el apóstol Pablo nos invita a que escuchemos los gemidos de toda la creación, que sufre las consecuencias del pecado; y así mismo, nos anima a mantener firme la esperanza porque hemos sido salvados por el Señor”.
“A través de su Resurrección, contemplamos los signos de la nueva creación. El cristiano vive en el mundo y sufre los signos del mal y del egoísmo pero, al mismo tiempo, ve todo con los ojos de la Pascua; sabe que ahora vive un momento de espera, que va más allá del momento presente” dijo.
“No nos dejemos llevar –exhortó el Papa– por la desilusión o el pesimismo. El Señor quiere sanar con su misericordia los corazones heridos y humillados. Todo lo que el hombre ha desfigurado en su impiedad, él lo recrea y reconcilia en su amor”.
Francisco concluyó esta parte de la catequesis saludando a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica.
“Los invito –dijo– a pedir con insistencia la presencia del Espíritu Santo en sus vidas. Él nos asiste para que vayamos más allá de las apariencias negativas del presente y aguardemos con esperanza los cielos nuevos y la tierra nueva, que el Señor prepara para toda la humanidad”.

Después del resumen de la catequesis en los diversos idiomas, el Santo Padre saludó a diversos grupos de peregrinos allí presentes y dirigió un llamado ante la grave situación que atraviesa el Sud Sudán.

22 febrero: Ser o no "de los nuestros"

Liturgia
          Otra vez tengo que empezar como ayer: léase el texto en alguna Biblia y, mejor, si se tiene en algún misalito litúrgico, siempre más asequible para entender.
          Ecclo 4, 12-22 vuelve a tocar el tema de la sabiduría. La sabiduría instruye a sus hijos y estimula a los que la comprenden. Los que la retienen consiguen gloria del Señor; los que la sirven, sirven al Santo. Dios ama a los que la aman.
          Luego pasa a hablar en primera persona, hablando la propia sabiduría: Quien me escucha juzgará rectamente…, habitará en mis atrios… Caminaré con él… comenzaré probándolo con tentaciones. [La sabiduría es muy sutil y se presta a que se produzcan engaños a la primera duda; el ser humano es muy proclive a engañarse y dejarse engañar. Esa es la tentación, y por eso la sabiduría advierte. Y también advierte que cuando su corazón se entregue a mí, volveré a él para guiarlo]. (Todo esto me hace muchas veces dudar si escribir “sabiduría” con mayúscula o minúscula. Este paso a hablar en primera persona deja mucha más opción a pensar que habla LA SABIDURÍA, el Dios sabio por excelencia, a quien hay que entregar el corazón).
          El final del texto, muy “en judío”, acaba con amenazas. Yo prefiero dejarlo en las advertencias y exhortaciones en las que se ha desarrollado el resto del párrafo, y queda la misma verdad expresada en positivo y por lo mismo, mucho más atrayente al espíritu religioso, que no se mueve por el temor sino por el amor.

          No hace tanto que hemos comentado el evangelio que tenemos delante. Hoy lo narra Mc 9, 27-39. Y cuenta la actitud de Juan que viene a Jesús muy eufórico como quien ha hecho una meritoria acción: Maestro: hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
          Un caso de celos mal entendidos. Para Juan, el echar los demonios es exclusivo de ellos y, en definitiva, de Jesús. Pero muy entendido como “los nuestros”, como el grupo cerrado sobre sí mismo, que se reserva la potestad de echar los demonios. Una obra buena, una obra que realiza aquel hombre “en nombre de Jesús”…, pero que no reúne una condición que para Juan es necesaria: ser “de los nuestros”. A mí me hace pensar mucho esta actitud, cuando vemos facciones cristianas y aún católicas y religiosas que no se aceptan, sencillamente porque cada una ha elevado estandarte propio y peculiar de su modo de llevar las cosas, que no se compaginan con los otros modos tan católicos y religiosos. Pero cada grupo ha enarbolado la bandera de ser o no ser “de los nuestros”.
          ¿Cómo reacciona Jesús? De modo completamente distinto; No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar en contra de mí. Y con esas expresiones breves y formidables que salen de la boca de Jesús, concluye para Juan y para todos nosotros, pertenezcamos a lo que pertenezcamos en el ámbito eclesial: El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.
          Pienso que hay tela para cortar…, materia para hacer nuestra reflexión…, y horizonte ancho para –como dice San Ignacio de Loyola- “alabar candelas encendidas”, es decir, abrir el abanico de nuestra expresión de fe y aceptar tantas y tantas formas de expresión cristiana como pueden darse en el mapa inmenso de la Iglesia.

          La condición es que se viva “en nombre de Jesús” (como aquel exorcista del texto), en nombre del verdadero Jesús del Evangelio. Que a las “candelas encendidas” le acompañen las Bienaventuranzas, los mandamientos explicados por Jesús en el Sermón del Monte, y la Eucaristía que él nos mandó revivir cuantas veces lo hiciéramos en memoria suya. Que a las “candelas encendidas” acompañe la fe entendida como la explica y expone la Madre Iglesia, donde Jesús dejó depositados sus tesoros, no siempre explicitados por él, pero conservados en el acervo de la Doctrina de la Iglesia, y que la Iglesia, desde los apóstoles, desde los Santos Padres, desde el Magisterio ordinario o extraordinario, nos va desvelando en el desarrollo de los siglos. Así han surgido miles de familias religiosas y movimientos cristianos, que la Iglesia ha ido analizando y aprobando y apoyando, como una prueba evidente de la riqueza insondable que es Cristo, que dejó establecida aquella ROCA de Pedro –de un “Pedro” continuado en la historia- para que en labor vicaria presentase la verdad de Jesucristo y la conservase y explicitase en nuevos rasgos y dimensiones cada vez más profundas.

martes, 21 de febrero de 2017

ZENIT 21: "Santa vergüenza"

La “santa vergüenza” ante la tentación de la ambición, para todos, también a los obispos y las parroquias. Lo deseó el papa Francisco en su homilía de la misa celebrada este martes por la mañana en la Casa de Santa Marta.
La primera lectura indica que quien quiere servir al Señor, debe prepararse para hacer frente a “la tentación de no cumplir la misión. Y añadió que también Jesús fue tentado: tres veces por el diablo en el desierto y después por Pedro, cuando les reveló su muerte.
La otra tentación de la que habla el Evangelio del día es que los discípulos van discutiendo por el camino sobre quién de ellos es el más grande y cuando Jesús les pregunta de qué estaban hablando ellos callan, porque se avergüenzan.
“Era gente buena –señala Francisco– que quería seguir al Señor, servir al Señor. Pero no sabían que el camino del servicio al Señor no era tan fácil, no era como entrar en una institución o una asociación de beneficencia para hacer el bien: no, es otra cosa”.
Además, señala el pontífice, tenían “la tentación de la mundanidad: desde el momento en que la Iglesia es Iglesia hasta hoy, esto ha sucedido, sucede y sucederá”.
Como en las parroquias cuando se discute: ‘Yo quiero ser presidente de esta asociación, subir un poco’, ‘¿Quién es el más grande, aquí? ¿Quién es el más grande en esta parroquia? No, yo soy más importante que aquel, y aquel otro no, porque ha hecho aquella cosa…’, y de allí la cadena de los pecados”.
“Algunas veces nosotros los sacerdotes lo decimos con vergüenza en los presbiterios: ‘Yo querría aquella parroquia…’ – ‘Pero el Señor está aquí…’ – ‘pero yo querría aquella…’. Lo mismo. No es el camino del Señor, sino el camino de la vanidad, de la mundanidad”.
El Santo Padre invitó que se rece al Señor pidiendo “la gracia de avergonzarnos, cuando nos encontramos en estas situaciones”.
Jesús sentado junto a ellos –explica Francisco– les recuerda que “si uno quiere ser el primero, deberá ser el último y el servidor de todos”, lo dice tomando un niño que pone en medio de ellos.
“Que el Señor nos dé la gracia de la vergüenza, aquella santa vergüenza, cuando nos encontramos en aquella situación, bajo aquella tentación y avergonzarnos: ‘¿Pero yo soy capaz de pensar así? Cuando veo a mi Señor en la cruz, ¿quiero usar al Señor para subir?’”.
Que el Señor nos dé la gracia de la sencillez de un niño: comprender que sólo vale el camino del servicio… de poder decir de uno mismo: ‘Soy un siervo inútil’”.

21 febrero: Acoger con sencillez de niño

Liturgia
          No es fácil comentar un libro de sentencias. El libro del Eclesiástico es más para ser leído despacio que para ser comentado. Por eso me limito a entresacar algunos dichos de esta perícopa que nos señala la liturgia para este martes: 2, 1-13.
          Mantén el corazón firme; no te asustes en el momento de las pruebas. Al final, serás enaltecido.
          El oro se acrisola en el fuego; el hombre que Dios ama se purifica en la pobreza (en la prueba).
          Los que teméis (=amáis) al Señor, esperad en su misericordia…, confiad en él, esperad bienes, gozo perpetuo y salvación.
            ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado? ¿Quién gritó a él y no fue escuchado? Porque el Señor es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro.
            Me parece estar oyendo a muchos que dicen: yo he pedido a Dios y Dios no me escucha. Es evidente que la respuesta de Dios no llega ni en el momento que uno quiere y quizás ni en la forma que uno pensaba. Pero las personas que viven la fe en Dios y saben esperar, acabarán rubricando ese párrafo final que ha reseñado el texto de hoy.
            Queda corroborado por el SALMO 36 con el que se canta esa certeza de un Dios que nunca abandona: Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
           
            En Mc 9, 29-36 Jesús vuelve a la carga sobre la realidad mesiánica que le espera. Ya lo dijo, y se escandalizaron. Llevó al Tabor a tres más significativos para que vieran como en un resumen vital la doble realidad de la luz transfiguradora  y “la resurrección de entre los muertos”. Ahora vuelve Jesús a repetir el camino que le espera como Mesías: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. Lo curioso es que siguen sin entender aquello, y más curioso todavía la postura que adoptan. Si antes intervino Pedro y se llevó la reprensión tan fuerte, ahora optan por no decir nada, no preguntar nada. Les daba miedo preguntarle. Creo que les daba miedo la respuesta que corroboraba lo dicho. Y optaron por no querer saber, una forma fácil de eludir el tema y evitar disgusto. Es evidente que Jesús lo advertía. Jesús era bien conocedor de las personas y buen psicólogo, y por tanto no se le pasó por alto la falsa postura de defensa que ellos habían adoptado. Pero los respetó. Sabía que era duro digerir aquello y les dio tiempo para que se fueran haciendo a la idea.
            Los Doce no se unieron a Jesús en el camino aquel hacia Cafarnaúm. Ellos iban formando piña entre ellos y no quisieron entrar ahora en conversación con Jesús. Y Jesús lo iba viendo y lo comprendía.
            Cuando llegaron a Cafarnaúm y entraron en la casa, ya en la intimidad, Jesús les preguntó de qué discutían por el camino. Y ellos no pudieron responder porque lo que habían discutido era sobre quién era el más importante. Es decir: no sólo no han querido saber nada del anuncio de Jesús sobre su realidad mesiánica, sino que ellos se han ido por otro aspecto absolutamente ajeno al tema. Es lo que se llama una huída hacia adelante…, un escaparse por la tangente.
            Y Jesús, que sabía más que lo que ellos creían, vuelve a sentarse y a explicarles: el que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. ¡Estaba cogido el tema del que habían discutido, aunque ellos nada habían dicho! Y debieron correrse de vergüenza porque ellos habían estado pendientes de sus cosas y no de las enseñanzas del Maestro. Y para Pedro, Santiago y Juan, más bochorno aún, porque ellos habían oído aquella voz del Tabor; éste es mi Hijo amado, escuchadle. Y  ellos no habían escuchado; no habían querido escuchar.

            Jesús escenificó la lección poniendo en medio a un niño y diciéndoles que hay que acoger con la simplicidad del niño. Y el que así acoge su palabra, lo acoge a él mismo. Es más: acoge a Dios. En realidad les estaba enseñando una importante lección: las cosas de Dios no pueden entenderse con los resabios de los mayores, que pretenden razonar con principios humanos y con intereses humanos. Hace falta la gran capacidad de la mente de un niño para poder acoger la amplitud de la verdad de Dios, que desborda las razones y entra en el terreno de lo maravilloso.

lunes, 20 de febrero de 2017

20 febrero: El poder de la oración

Liturgia
          Comenzamos hoy con el libro del Eclesiástico (1, 1-10), que en estos versículos se centra en el tema de la Sabiduría, a la que presenta de tal forma que unas veces coincide con el mismo Dios y otras con ese atributo de Dios y, por tanto, eterno como el mismo Dios, que es sabio. Antes que todo fue creada la sabiduría, la inteligencia y la prudencia, antes de los siglos, o lo que es igual, en la eternidad. Uno solo es sabio y está sentado en su trono. Dios en persona la creó, la conoció, la midió, la derramó sobre todas sus obras y la repartió entre los vivientes, de modo que lo que poseemos de sabiduría verdadera viene de Dios y la ha puesto Dios en nuestra vida: la regaló el Señor a los que le aman.

          Mc 9, 11-28. Jesús, Pedro, Santiago y Juan bajaban de la montaña alta. Ellos, los tres apóstoles, llevaban sobre sí el secreto de lo vivido allí arriba, y el no menos secreto de que podrán contarlo cuando Jesús haya resucitado de entre los muertos.
          En el llano se desarrolla una escena. Unos doctores de la ley discuten con los nueve apóstoles que habían quedado allí. Jesús se viene al corro aquel para ver qué pasa y se adelanta un hombre angustiado para contarle la razón de aquellas discusiones: Te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar, y cuando lo agarra lo tira por el suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces.
          La narración describe perfectamente un caso de epilepsia. Una enfermedad que se escapa a la ciencia médica del momento y que no queda sino atribuirla a “un espíritu”. Los exorcismos utilizados por los discípulos no han valido para nada porque no se trataba de una posesión diabólica.
          Hay ahí una frase que se despega de la lógica: la reacción de Jesús ante aquella exposición del padre de la criatura. Jesús dice: ¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Chirría pensar que fuera esa la respuesta de Jesús al padre que le ha contado la situación de su hijo. No pega tampoco esa respuesta contra los doctores de la ley que discutían con los apóstoles, porque sería una reacción desmesurada.
          Para mí que caben aquí dos explicaciones como más posibles: una, que es la de la “interpolación” de un copista de los primeros códices, al que se le ha escapado la frase que correspondería a otro momento y lugar. Porque aquí ni hay gente sin fe ni Jesús los está teniendo que soportar.
          La otra explicación que se me ocurre es que Jesús se refiere a esos “espíritus” malignos a los que se atribuían estas situaciones. A esos es a los que Jesús increpa como quien está harto de tener que soportarlos.
          Jesús manda que le traigan al niño. Y allí delante de Jesús le da el ataque, y cae al suelo en esas malas condiciones habituales. Mientras el padre y Jesús intentan auxiliarlo, el muchacho está inconsciente y rígido. Y el padre y Jesús inclinados sobre él, Jesús pregunta desde cuándo le ocurre esto. Y el padre dice que desde su tierna infancia. Y lo ha arrojado al agua y al fuego para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos. El muchacho sigue en el suelo con sus convulsiones, y Jesús responde al padre: ¿Cómo “si puedes”? Todo es posible al que cree. No está el tema en el poder de Jesús sino en la fe del hombre. Y con toda humildad confiesa: Yo creo, aunque dudo. Ayúdame.
          La gente se arremolina, y Jesús da orden “al espíritu” a salir. Y el ataque se hace mucho más fuerte, y retuerce al muchacho, lo sacude violentamente y lo deja como un cadáver. Ahora ya no está rígido. La gente piensa que ha muerto. Pero Jesús lo toma de la mano y el muchacho se pone en pie.

          Los discípulos se habían quedado molestos con su imposibilidad de solucionar aquel caso, cuando tantas veces habían podido echar demonios. Y preguntaron a Jesús por qué ellos no habían podido. Y Jesús, sin hacer referencia a demonio, les responde: Esta especie solo puede salir con oración. [En los códices antiguos se añadía: “y con ayuno”, expresión que se ha suprimido por menos exacta]. No se trataba de demonios. Se trataba de una enfermedad, y a esa realidad sólo quedaba la posibilidad de orar a Dios para que Dios viniera con su poder a sanarla. Jesús se ha adaptado a la mentalidad popular y ha increpado al espíritu mudo y sordo, al que le manda: vete y no vuelvas a entrar en él. El resultado es el muchacho sanado de su enfermedad.